Capítulo 2. Lorena

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There she goes
There she goes again
Racing to my brain
And I just can't contain
This feelin' that remains
There she goes, The La's

La primera semana en las clases de baile fue genial, pronto empecé a hablar un poco con las demás chicas, aunque tampoco es que tuviera demasiada confianza todavía. Sin embargo sentía que bailaba peor de lo que era capaz, como cohibida, algo que nunca me había pasado, ni siquiera cuando empecé de nuevas en la academia de Santiago de Compostela, aunque aun así, lo achaqué a los nervios debido a que era un lugar nuevo, en una ciudad diferente y con personas y una profesora que prácticamente había acabado de conocer. Lo importante era que siempre salía renovada de allí, más feliz, y me pasaba todo el día deseando que llegaran las siete de la tarde para ir por fin a la academia.

Pero pronto empezaron las clases del máster y ahora tendría que compaginar los estudios con el baile y otros hobbies, como leer o el crochet, que había aprendido hacía unos meses y ya se había convertido en una parte de mi rutina. Sobre todo, me encantaba hacer flores para decorar mi habitación y cualquier parte de la casa. El primer lunes de clase me levanté temprano para aprovechar la última mañana libre de trabajos y estudio que iba a tener hasta Navidad para hacer todo lo que me gustaba. Terminé de hacer un girasol de crochet que había empezado hacía dos días, y empecé a leer un libro de fantasía que llevaba desde que me mudé haciéndome ojitos desde la pequeña estantería de mi habitación, pero que nunca veía el momento de ponerme con él. Y así llegó el momento, el final oficial del verano, la una del mediodía. Me preparé una ensalada de pasta, rúcula, un poco de queso, tofu y huevo cocido, aliñada con un poco de aceite, vinagre y sal, que devoré enseguida y media hora después, puse rumbo a la parada de metro más cercana para ir a la universidad. 

El primer día tan solo tuve algunas presentaciones de los profesores y las asignaturas que impartirían, pero a partir del segundo, ya empecé con algunas clases de diseño. Empezamos con herramientas muy básicas de Photoshop, algunas que ya conocía de sobra y otras que tuve que ir recordando poco a poco ya que las había olvidado. Y con el paso de los días pude ir sintiendo que aprendía cada vez más cosas nuevas de las cuales antes no tenía ni idea. 

Así, dos semanas después de haber empezado las clases del máster, podía decir que era feliz aprendiendo las materias y haciendo los trabajos que mandaban los profesores. El segundo viernes, nos mandaron para la tercera semana un trabajo que consistía en crear un packaging para una marca de cosméticos que teníamos que inventar nosotros, lo cual tenía bastantes ganas de hacer para desarrollar mi creatividad y explorar un poco entre mis capacidades.

También pude conocer un poco a mis compañeros de clase. Éramos solo 20 personas, por lo que no me llevó mucho tiempo hacerme con sus caras e intercambiar unas palabras con cada uno de ellos. Aunque con la que más conecté fue Patri, una chica de un metro sesenta aproximadamente, de cabello castaño y bastante largo y bien cuidado. Desde el primer día en el que se sentó a mi lado, comenzamos a hablar sobre nuestras primeras impresiones, y todo lo que esperábamos del máster. También descubrí que venía de Viladecans, un pequeño pueblo de Barcelona, y a parte del diseño, también le apasionaba la moda. 

El segundo viernes del máster, salí de la universidad deseando llegar a la clase de baile, como cada día. Seguíamos con los últimos pasos de la canción Diskoteka, pasos que se me hicieron prácticamente imposible de seguir a pesar de que me consideraba una buena bailarina debido a todos los años de experiencia que tenía dando clases. Sin embargo, desde que estaba en Madrid, se me hacía más difícil seguir a Raquel, y por mucho que me repitiese a mí misma una y otra vez que lo importante era disfrutar de todo lo que me transmitía aquello, llegaba un punto en el que me frustraba porque no era capaz de demostrar todo lo bueno que había en mí. Porque sabía que era capaz de mucho más, que no era cuestión de no saber sino de estar bloqueada por algún extraño motivo que tenía que descubrir para soltarme de una vez por todas. 

La primavera que hay en tus ojosWhere stories live. Discover now