6. Hago sushi de segunda.

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Ser yo es un lío.

Oye, Ángel, peleaste genial —dirán ustedes—. Me gustaría ser tú.

No quiero ilusionarles, pero tengo que hablar crudamente. Les digo que no quieren ser yo. Es enserio.

Todo mi cuerpo está adolorido. Cuando me enfrenté a los cerdos gigantes yo quedé muerto del cansancio. Lo del pozo no se queda atrás. Ahora lo del combate en la arena me dejo como un zombi.

Todos mis huesos crujen. Según dicen que los descendientes nos recuperamos rápido, solo espero que eso sea cierto.

Aquí en la escuela de hombres lobos dormimos en el suelo. Tuve suerte y me permitieron dormir en una cama. Me gustó mucho, pero habían algunos problemas. Dormir en la cama fue difícil porque no había músculo que no me dañe al pelear y sufrí como consecuencia.

No se si es necesario todo esto para saber cual dios está en mi sangre. Solo hace falta hacerme un “ADN" con los dioses y yo. Es muy fácil.

Creo que los dioses no tienen “ADN". Someterme a esta tortura física y mental es necesario. No se hasta que punto voy a poder a resistir.

El día quiso ponerse la difícil cuando me desperté y caí de la cama. Creo que me rompí el resto de mis huesos. Ahora soy como una gelatina.

Mi espalda dolía como nunca había dolido.

Camine hasta llegar al baño. Me cepille los dientes. Salí del baño y me encontré a Óscar. Me asusté.

—Buenos días, Ángel.

—Buenos días, Óscar…

—Tu ropa es un desastre.

—Gracias.

—Tienes que cambiarte.

—Creo.

—Te prestare otras ropas, pero primero tienes que darte un baño.

—¿Un baño?

—Sígueme.

Óscar camino y lo seguí. Salimos afuera.

—¿Qué hacemos aquí afuera?

Óscar agarró una manguera y dijo:

—Aquí te bañaras. Quítate la ropa.

Me desnudé. Por suerte no estaba nadie presente. Me dio algo de vergüenza.

—¿Y ahora? —pregunte.

—Ahora viene el agua… —contesto Óscar.

El agua salió con potencia y me mojó desde la cabeza hasta los pies.

—¿Me estás bañando como perro?

—¿Eh? Si, te baño como perro. Es algo normal en la manada.

No quise preguntar más. Me dejé llevar. Daba vueltas para que el agua me limpiara mejor. Creo que ya lo dije muchas veces, pero el agua me encanta. Me gusta que el agua toque cada fibra de mi ser.

Óscar empezó a reír.

—¿Así se bañan los hombres lobo? —pregunte.

Después de unos segundos, el agua dejó de salir. Supe que el baño terminó.

—Te mentí —dijo Óscar—. Solo algunos se bañan así. Solo quería mojarte.

—Que buen amigo eres, Óscar.

—Perdón, pero se me antojan las bromas.

—Eres un encanto, Óscar.

—Si, lo soy.

ÁNGEL RAMOS (YA EN FÍSICO).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora