11. Nos persiguen ovejas asesinas.

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Todo parece genial hasta que te das cuenta de que te persiguen unas ovejas asesinas.
—¿De donde salieron? —pregunte.
Los tres estábamos corriendo sin parar.
—¡Salieron del laberinto! ‐—grito Luz.
—¡Malito laberinto! —grito Óscar.
Luz y yo disparamos rayos con nuestras manos en forma de pistola. A veces yo ponía granadas eléctricas que explotan y descuartizan a las ovejas. Pero habían demasiadas ovejas.
Óscar se convirtió en lobo para huir más rápido.
Nosotros corrimos tan rápido que saltábamos los obstáculos y mirábamos solo el camino hacia adelante. Pude ver imágenes borrosas de lo tan rápido que corría.
—¡Ángel, Óscar, encontré un refugio! —grito Luz.
Luz encontró un refugio en un área elevado, fuera del alcance de las ovejas. Luz se subió en un árbol de coco paraguayo. Rápidamente subí yo también. Óscar tuvo que volver a su forma humana para trepar el árbol.
Las ovejas se quedaron observando el perímetro.
Nosotros tres estábamos muy arriba en los árboles.
Una oveja me miró de mala manera y le escupí en el ojo desde las alturas.
—Por fin encontramos un lugar seguro —dijo Óscar.
Respire agitadamente y dije:
—Solo en Paraguay puedes tener persecuciones así.
Gracias a Dios se fueron esas ovejas. Pero…
—¡Dios mío! —grito Óscar—. ¡Ovejas asesinas gigantes!
Eran unas ovejas gigantes y obviamente son asesinas.
—Son los Ao ao —dije—. Son peligrosos.
—Según la leyenda debemos de gritar “Ao ao" tres veces —dio Óscar.
Las ovejas golpearon los troncos del árbol. Los tres nos acudimos.
—¿Realmente funcionará? —pregunte.
—Si la leyenda es correcta, es nuestra única opción —dijo Luz.
Las ovejas nos observaban con sus ojos de: “Te voy a comer".
—¡Listos… al contar de tres, gritamos! —dijo Óscar.
Entonces, Óscar, Luz y yo gritamos lo siguiente:
—¡Ao ao, Ao ao, Ao ao!
En el bosque resonó nuestras voces. Las ovejas se fueron como si nunca hubieran estado allí.
Cuando hubo silencio en el bosque pudimos bajar de los árboles.
Me reí de manera nervioso y dije:
—Paraguay nunca deja de sorprendernos.
—Al menos, ahora sabemos como lidiar con ovejas gigantes y asesinas —dijo Luz.
Continuamos nuestro camino hacia el castillo del Rey demonio en el infierno de Asunción.
Con cada paso que dimos, nos acercábamos hacia el Rey demonio y con el paradero de mis padres.
 

ÁNGEL RAMOS (YA EN FÍSICO).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora