16. Nos regañan unos padres furiosos.

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Casi todo el tiempo corríamos, pero era tiempo de descansar. El sol quemaba mi piel.
—Estoy que me muero… —dijo Óscar con la lengua afuera.
Mire a Luz.
—Ya no hay más agua, Ángel.
Baje la cabeza por el cansancio.
—¿Existen los ríos? —pregunte—. Podemos tomar agua de los ríos.
—Si, creo que si se puede —dijo Luz.
 
Los tres caminamos en busca del río.
—Escucho el sonido del agua —dijo Óscar.
—Que envidia —dije—. Me gustaría tener esa audición.
—¿Eh? Ángel, tu eres quien me da envidia. Tienes un gran poder. Además, es molesto escuchar demasiado —dijo Óscar.
—Si tu lo dices, Óscar… —dije.
Los tres nos detuvimos al ver una casa de madera.
—¿Personas? —pregunto Luz.
—Vamos —dije.
Los tres caminamos hasta estar enfrente de la casa.
—¡Hola, ¡hola!, ¡hola! —gritamos al unísono.
La puerta se abrió.
—Hola… —dijo una mujer.
—Hola —dije.
—¿Nos puede dar agua? —pregunto Óscar.
—¿Quiénes son ustedes? —pregunto la mujer.
—Somos adolescentes —respondí.
—Eso parece —dijo la mujer.
La mujer cerró la puerta.
La puerta se volvió a abrir, pero ahora apareció un hombre.
—Mi esposa dijo que ustedes quieren tomar agua —dijo el hombre—. Esperen un poco más.
Esperamos hasta que el hombre trajo una enorme botella de agua.
—Tomen, pueden tomarla —dijo el hombre. El nos dio la botella de agua.
Primero bebió Luz, después Óscar y yo en el último.
Vino la mujer y nos pidió para hablar de nuestro viaje.
—Matamos a todos los hijos de Tau y Kerana —dijo Óscar.
La cara de la mujer y el hombre se pusieron rojas.
—¡Mis hijos! —grito la mujer.
—¿Sus hijos? —pregunte.
—Ángel, ya lo entendí, ellos son los padres de los monstruos —dijo Luz.
—Yo ya no tengo sed —dijo Óscar.
Óscar tiro al suelo la botella vacía que antes contenía agua.
Entendí que esos señores eran los padres de los monstruos. Ellos eran Tau y Kerana.
—¿Qué han hecho a nuestros hijos? —pregunto Tau.
—No debieron matar a mis hijos —dijo Kerana.
—Era nuestra misión —dije.
—Sus hijos eran una amenaza —dijo Luz.
—No pensamos en las consecuencias —dijo Óscar.
Tau y Kerana estaban tristes.
—Comprendemos que buscan un propósito —dijo Tau—, pero deben de recordar que cada vida tiene su valor.
—No todo lo que parece peligroso es peligroso —dijo Kerana.
—¡No debieron matar a nuestros hijos! —grito Tau.
—Tau, cálmate —dijo Kerana.
Tau miró el piso y después nos miró con tranquilidad y pronunció las siguientes palabras:
—Quizás podamos conocernos mejor mientras compartimos una comida.
—La cena puede ser un comienzo para entendernos mutuamente —dijo Kerana.
—¿Nos invitan a comer? —pregunto Óscar.
—No esperaba esto después de lo que pasó —dije.
—Aceptamos su opinión —dijo Luz.
Luz estaba algo emocionada por conocer a los padres de los monstruos.
Entramos por la puerta y nos sentamos en la mesa.
Entonces Tau con una sonrisa dijo:
—A veces, la compresión comienza comiendo juntos.
—Ustedes son interesantes —dijo Luz—. ¿Ya usan condón?
Tau y Kerana casi escupen el agua que bebían.
Creo que todos los descendientes tienen Asperger —dije.
Le di una mala mirada a Luz.
Kerana se levantó de la silla y se fue a traer la comida.
En cada plato estaba la comida.
—A comer —dijo Kerana.
Sentí un raro presentimiento. Mi estomago se movió. Escuche un pitido en mi interior como alerta.
—¡Apártense! —grite.
Tire la mesa al suelo. Toda la comida quedó en el suelo.
—¿Por qué te comportas así, Ángel? —pregunto Tau.
—¡La comida estaba envenenada! —grite.
—Huele a comida y… a veneno —dijo Óscar.
—No es cierto —dijo Kerana.
Yo no podía ignorar mi presentimiento, algo estaba pasando. Ellos dos quisieron envenenarnos.
—¡Digan la verdad! —grite.
—Ángel, tranquilízate —dijo Tau.
—Te aseguró que no lea guardamos rencor —sino Kerana. Pude ver que sus ojos estaban con un raro “tic nervioso”.
—¡No les perdonaremos! —grito Tau.
Tau sacó una bomba y me la lazo en la cara. La bomba se movía en cámara lenta. Reaccione rápidamente y le di un puñetazo eléctrico a la bomba y se lo regrese.
—¡A correr! —grite.
La bomba explotó.
La casa estaba destrozada.
—Ángel —dijo Luz.
—No se preocupen —dije.
Pude hacer un campo de fuerza y evitar la destrucción de la bomba.
—Estar con ustedes es una locura —dijo Luz.
—Yo tengo hambre —dijo Óscar.
La casa estaba destruida y los escombros estaban dispersos en llamas.
Quite el campo de fuerza.
—¿Están bien? —pregunte.
—Si —respondieron los dos al unísono.
—¡A correr! —grite.
Los tres corrimos…
—¡No van a escapar! —grito Kerana.
Tau y Kerana nos perseguían.
—¡Nooo! —gritamos los tres al unísono.
Los tres caímos en una trampa.

ÁNGEL RAMOS (YA EN FÍSICO).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora