21. Ganamos.

9 7 0
                                    

El cuerpo de Óscar estaba frío. Su cuerpo dejó de ser un lobo y volvió a ser un humano normal.
—¡Óscar! —grito Luz. Ella estaba llorando.
Mi mandíbula temblaba. No pude articular ni una palabra. Mordi mi lengua para poder hablar:
—Cuida el cuerpo de Óscar, Luz. Peleare contra su asesino.
Mis lágrimas se evaporan.
—Si, Ángel —dijo Luz. Ella se secaba las lágrimas.
Por todo mi cuerpo corría la electricidad. Una gran distancia nos separaba, pero la pelea estaba por comenzar.
—¿Pelearas contra tu padre? —pregunto el Rey demonio.
—Si y no tengo miedo de morir —dije entre dientes. Mi voz resonó por todo el castillo.
—¡Tonto! ¡Tonto! ¡Tonto! —dijo el loro.
—Me gustan los animales y por eso quiero que tu loro se valla —dije.
—Mi loro sabe mucho de mi —dijo el Rey demonio.
—¡Recuperare a mi madre! —grite.
El loro se reía con gracia.
—Tu mamá está muerta —dijo el loro.
—¡No! —grite.
—Si, es cierto —dijo el Rey demonio—. Tu madre está muy muerta. Yo la mate.
Mi pecho empezó a doler. Tuve que arrodillarme y controlar mi respiración. Saber que mi mamá estaba muerta, era algo que me dolía profundamente en el corazón.
—¡No! —grite—. ¡Todo es mentira!
—Eres huérfano porque ella murió, Ángel —dijo el Rey demonio—. ¿Quieres saber más de tu origen?
—¡Tu origen! ¡Tu origen! ¡Tu origen! —decía el loro.
—¿Mi origen?
Relaje mis brazos. Quería saber más sobre mi origen.
—Tu madre fue abusada sexualmente y así naciste, Ángel —dijo el loro.
—¡No es cierto! —grite.
—Abuse de tu madre, Ángel. No fuiste concebido por el amor. Fuiste concebido por una tragedia —dijo el Rey demonio.
Me quedé con la boca abierta.
—¡Aaaaaa¡ —grito mi madre en mi cabeza. Solo era el fantasma de mi mamá.
Las lágrimas salieron de mis ojos como un sangrado que no quiere parar.
En toda mi vida no sentí tanto odio. Tanto rencor. Tanta irá. Apreté mis puños. Apreté mis dientes.
Todo mi vida era una mentira. Mi misión fracaso…
Con toda la frustración del mundo. Con todo el dolor que cargó en mi espalda, grite:
—¡¡¡GAaaaaa!!! ¡¡¡Aaaaaa! —un grito desgarrador.
Las venas se mostraron furiosas en mis brazos.
Todos los rayos rodearon mi cuerpo. La tierra tembló. El aire era frío y sacudía mi cabello.
La mirada de diversión del Rey demonio cambió a una de enojo.
Corrí con una velocidad que supero a la luz y le di una patada en el pecho al Rey demonio. Un enorme rayo salió de mi pierna y lanzó al Rey demonio.
El Rey demonio chocó contra la pared y lo atravesó.
En la pared había un enorme agujero. Corrí y salí por el agujero. Aterrice en el suelo.
El Rey se levantó. Pero había un lago interponiéndose entre nosotros.
En el cielo la luna se volvía roja.
Corrí y toqué el agua. Camine por encima del agua. El Rey demonio hizo lo mismo.
Los rayos se concentraron en mi mano y se formó la espada. El Rey demonio sacó su espada.
¡Nuestras espadas chocaron!
Todo el agua del lago se levantó por el impacto y se derramó en el suelo. El lago quedó seco.
Los rayos resonaban en el cielo. Mi furia no paraba. El Rey demonio me hizo un corte en el pecho y destrozó la camisa de color azul que me prestó Óscar.
Mi pecho sangraba, pero igualmente fui y peleé. Recordé que podía volar y volé y le corté un brazo al Rey  demonio. Su brazo volvió a crecer.
—¡Muere! —grito el Rey demonio.
Se escuchó un coro demoniaco y le salieron alas negras al Rey demonio.
El Rey demonio me clavó su espada en mi muslo. Dolía terriblemente. Empuje con un rayo al Rey demonio. Su espada quedó clavada y tuve que retirarla con mis dos manos. Grite por el inmenso dolor.
—¿Soy tu hijo? —pregunte.
El lodo me ensucio y se mesclo con mi sangre.
—¡Eres mi hijo, Ángel! —grito el Rey demonio.
Destruí la espada del Rey demonio.
El Rey demonio voló en el aire y aterrizó para pisar mi estomago con brutalidad. Escupí sangre.
El Rey demonio me quitó la espada. Aproveche la oportunidad y hice explorar la espada en su cara. Su cara quedó destruida, pero volvió a regenerarse con rapidez.
Entonces el Rey demonio me dio una patada. Rodee por el suelo. Me manché de lodo y agua sucia.
Seguí rodando hasta chocar con una enorme piedra. La poca agua que estaba logró mojarme. Mis manos desnudas tocaban el agua.
Estuve en el suelo y con miedo de morir. Enfrente de mi había un charco de agua. Me mire en le reflejo del la sucia agua.
Vi mi reflejo. Me detuve a mirar mi rostro. Pude ver mi rostro, pude ver mis ojos color miel. Mi cabello negro desordenado y mojado. Mi mirada de tristeza. Mi labio roto y la sangre que salía de ella.
Me sentí profundamente triste.
A lo lejos pude escuchar las pisadas del Rey demonio. El se acercaba.
Me sentí adolorido en todas las partes de mi cuerpo. Volví a escupir sangre..
Me levanté con dificultad. Vi borroso. Cerré los ojos y los volví a abrir.
Enfrente de mi ya estaba el Rey demonio.
—Únete a mi para destruir el mundo en mi guerra —dijo el Rey  demonio.
—No me uniré a ti. ¡Yo no soy tú! —grite—. ¡No soy un monstruo como tú, padre!
Lo llamé “Padre”, pero con asco.
—Entonces deberás morir.
Recordé las palabras de la profecía: El héroe deberá vencer o morir.  Vencer o morir son las palabras del Mariscal Francisco Solano López.
—No moriré —dije—. Los héroes nunca mueren. Renacen como leyendas.
Me preparé para morir.
En el escenario empezó a sonar la música: “Legends Never Die".
—No lo creo —dijo el Rey demonio.
Me golpeó en la cara y caí al suelo. Me levanté y le di una patada en la pierna. El Rey demonio cayó al suelo. Sus alas comenzaron a moverse y se levantó.
—¡Entonces no moriré solo, Padre, tu vendrás conmigo!
Concentre un feroz rayo en mi puño y le di un golpe en la cara y lo lance muchos metros atrás.
Sentí una rara energía dentro de mi. Mis omóplatos solían.
—¡Estas flotando! —grito el Rey demonio.
Estaba flotando, pero no con mi poder. Era otra energía. Vi mi sombra en el suelo.
—¡Tengo alas! —grite.
Las alas eran negras como las del Rey demonio.
—¡Eres mi hijo, Ángel! ¡Juntos mataremos a muchos!
—¡No! —grite.
Dentro de mi cabeza había una voz que me decía: “Mata, mara, mata. ¡Debes matar!” Pude ver a mi madre. Mi madre me dijo:
—Hijo, tu no eres un demonio. ¡Tu eres un Ángel!
—¡Eres un demonio! —grito el Rey demonio.
—No —dije—. ¡Yo soy un Ángel!
Mis alas se volvieron blancas y sonreí.
—¡Malditooo! —grito el Rey demonio.
Volé en el aire. El me siguió. Peleamos como dos gavilanes por su presa.
Estuvimos encima de las nubes. La luna roja brillaba con intensidad.
Todas las nubes se arremolinaron a mis pies.
—¡Nunca me ganarás! —grito el Rey demonio.
El Rey demonio me agarró del cabello y me golpeaba.
—¡Nooooo! —grite—. Tu no eres mi padre. Eres un monstruo.
Nos dimos golpes. Le di un golpe en la cara. Recordé todas las cosas por las que tuve que pasar para enfrentarme contra él.
—¡Eres basura! —grito el Rey demonio.
El Rey demonio me agarró de las alas y caímos al suelo a gran velocidad. Chocamos en el suelo. Me rompí unas cuentas costillas.
—¡¡¡Ángel, tu puedes!!! —grito Luz.
Me levante con dificultad. Vi borroso. Me acerqué y le di un golpe en el estómago. Me mano entro dentro de su estómago.
Nunca pensé que tendría la opción de dejarlo con vida o matarlo. Es por mi linaje. Esta en mi sangre. No me gusta ser un  descendiente.
—¿Te gustan las granadas? —pregunte—. Elimina la acidez.
—¡¿Qué?! —grito el Rey demonio.
Use todo mi poder y cargue una granada eléctrica dentro de su estómago. Todos mis rayos estaban concentrados en mi mano izquierda.
—Hasta la vista, padre —dije.
—¡¡¡KABOM!!! —exploto la granada.
Una feroz explosión.
Todo el cuerpo del Rey demonio se hizo de piedra y explotó. El impacto me lanzó más de diez metros en el aire.
Me desmaye. Volví a levantarme, pero en mis oídos sonaba un molesto pitido.
—¡Ángel! —grito Luz.
Luz me ayudó a mantenerme de pie y no caer.
—Mate al Rey demonio —dije.
—Eres genial, Ángel —dijo Luz.
—Gracias.
Me reí y me dolió el estómago.
Entramos y vimos algo:
—Miau —dijo el gato.
—Pancho, Pancho, Pancho… —decía el loro.
El gato se convirtió en tigre y se lo comió.
Sonreí.
—Te quiero, Gato —dije.
—¿Ganamos? —pregunto Luz.
—¡Ganamos, Luz!
En el suelo pude ver el cuerpo sin vida de Óscar.
—No sabía que tenías alas —dijo Luz.
—¿Alas? —pregunte.
Las alas desaparecieron.
Me acerqué hacia Óscar. Me arrodille.
—Esta muerto, Ángel —dijo Luz.
—No —dije—. ¡No! ¡No! ¡No!
Todo mi cuerpo me dolía. No pude más y llore.
—Déjalo, está muerto.
—¡No, Luz! —grite—. ¡Óscar! ¡Óscar! ¡Óscar!
Concentre mis rayos en mis dedos y electrocute a Óscar varias veces.
—¡Ángel! —grito Luz. Ella también estaba llorando.
—No dejaré morir a ningún amigo, Luz. ¡Óscar es mi amigo!
—Ya lo vengaste, Ángel… —dijo Luz entre lágrimas—. Ya se hizo justicia.
Mire el cuerpo de Óscar. Lo electrocute varias veces sin parar ni un segundo. Yo lo electrocute todo el tiempo.
Mis manos eran los desfibriladores.
Me desespere.
—¡Óscar! ¡Óscar! ¡Óscar! ¡Óscar! ¡Óscar! Vuelve. Vuelve por favor. Por favor, por favor, por favor, por favor.
Escuche un coro de ángeles y todo lo que pude ver se volvió en una luz blanca.
—Hola, Ángel Ramos —dijo una voz.
La luz era muy intensa y me segaba.
—¿Quién eres? —pregunte.
La luz desapareció, pero me encontraba en otro lugar.
—¿En donde estamos? —pregunto Óscar.
Me quedé sin palabras.
—¿Óscar? —pregunto Luz.
—¿Si, Luz? —pregunto Óscar.
Me di cuenta de que estábamos rodeados de cuatro personas.
—¿Quiénes son ustedes? —pregunte. Me levanté.
—¡Somos los dioses! —dijeron los cuatro al unísono.
—¿Los dioses? —pregunte.
—Soy Tupa.
—Soy Arasy.
—Soy Yvoty.
—Soy Angatupyry.
—¿Eres Angatupyry? —pregunte.
—Si, Ángel y tu eres mi descendiente —dijo Angatupyry.
—¿Por qué Óscar esta con vida? —pregunte.
—Tu lo reviviste con mi poder —dijo Angatupyry.
El lugar donde estábamos era blanco y brillante. Los dioses estaban sentados alrededor de nosotros.
—Ángel, yo estuve muerto? —pregunto Óscar.
Le di un abrazo a Óscar.
—Estabas —dije.
—Nunca quise pelear —dijo Óscar.
—Lo se, Óscar. Eres amigo y siempre te perdonaré. No fue tu culpa. La culpa la tuvo el Rey demonio.
—Pero el Rey demonio ya murió —dijo Luz.
Me separé de Óscar.
Óscar se levantó del suelo.
—¡Son los dioses ¡ —grito Óscar emocionado.
—Hola, Óscar —dijo Yvoty.
Óscar se arrodilló y dijo lo siguiente:
—Siempre te aulló, diosa de la luna.
Enfrente de mi había algo que yo nunca iba a ignorar. Los buenos ganamos.
 

ÁNGEL RAMOS (YA EN FÍSICO).Where stories live. Discover now