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Una semana después.

En las mini vacaciones volví a Italia, lugar donde me la pasaría editando y programando contenido. Todo parecía ir bien...hasta que entré a Twitter.

"Yuki y su nueva novia" decía el Tweet con una foto media borrosa de nosotros agarrados de la mano. La presión se me fue al piso, no sabía cómo reaccionar, esto podía ser el fin de mi trabajo como creadora. Denuncié la cuenta, pero era demasiado tarde se había extendido por todo el internet. ¿y si Yuki me odiaba por esto? Algunas fans encontraron mis cuentas y empezaron a dejar todo tipo de comentarios desde "los apoyo" hasta "zorra" en todos los idiomas. Cerré la computadora, caminé de un lado para el otro ¿Yuki ya se había enterado del rumor? ¿a quién debía llamar?

Escribí un mensaje a Robert.

¿Viste lo que está pasando en Twitter?

Respondió:

Si, debes negar todo ¿ok?

Escribí:

OK.

Abrí nuevamente la computadora comencé a responder algunos mensajes, negué que fuéramos pareja, pero todo fue en vano, me parecía injusto para Yuki. Se supone que nadie debe creer lo que se ve en Twitter.

Escribí a Robert nuevamente más tarde:

No está funcionando ¿y si Yuki me odia? ¿ y si le hace mal lo que dicen los demás?

Respondió:

No te odia, tranquila, él está bien.

No respondí, no podía, eso no me dejaba nada tranquila. Fui a la cocina, me hice unos mates para bajar las revoluciones.

Me planteé si mandarle un mensaje o no, al final decidí que sí. Caminé por toda la pequeña casa antes de hacerlo, limpié, ordené y lavé todo lo posible, estaba muy nerviosa, jamás le había mandado un mensaje que no fuera de fotos o trabajo.

Finalmente, escribí:

No se si has visto lo que está pasando en Twitter, pero por favor perdóname. No quería que te involucraras en un rumor así.

Tardé mucho tiempo en enviarlo, mi dedo pulgar se arrepentía cada vez que estaba sobre el botón de enviar, "tengo mucho que perder" pensé, "debo enviarlo".

En cuanto lo envié lancé el celular a la cama y lo tapé con la almohada, no soportaba ver la casilla de mensajes, mi cuerpo temblaba y las manos mucho mas. Debía controlar mis emociones o no podría continuar con mi trabajo.

Me senté frente a la computadora, miré la pantalla, tenía mucho que editar, pero no reaccionaba, mi cabeza solo esperaba su mensaje como una boba, ¿Habría hecho mal en enviarlo?, ¿debería haber escrito otra cosa?, ¿y si no responde nunca?, ¿y si finjo demencia?

En ese momento escuché un "box,box", mi tono de mensaje, ahogado por la almohada, salté a la cama, miré con nerviosismo la pantalla. Dios mío solo era un mensaje. Desbloqueé mi celular y efectivamente era su mensaje, pegué un gritito antes de abrirlo, respiré profundo y apreté.

Escribió:

Lo vi, tranquila, los rumores no duran mucho.

Respondí:

Lo sé, pero me hace un poco mal ver todo el revuelo. ¿Estas bien con eso?

Respondió:

Yo estoy bien ¿tu como estas? He visto los comentarios en tu Instagram.

Escribí:

Lo superaré!

En ese momento, me tranquilicé, si él estaba bien, yo estaba bien pero ¿había visto mi Instagram? Pero si no me sigue... Muchas preguntas surgían en mi mente, pero debía trabajar así que decidí que eso no me afectaría.

Las semanas siguientes me alejé de las redes, solo hice mi trabajo y hablé con mi familia. Salí de vez en cuando para conocer la zona y me hice una rutina de ejercicios para mantenerme en forma. Después de todo el estrés comencé a correr en las mañanas por un sendero que estaba cerca de la casa. La zona era algo rural pero aún así me mantenía cerca de la ciudad. La dueña de la casa donde alquilaba era una viejecita muy amable, también le gustaban los ñoquis y los gatos así que nos llevaríamos bien. Me dijo que cualquier cosa que necesitaba que le avise, que ella no tenía problema en ayudarme.

En uno de mis paseos matutinos me crucé con la señora que bajaba de la montaña con su nieto a comprar. Su nieto no debía superar los veinticinco, como yo. La saludé amablemente y en seguida me lo presentó.

—Este es mi nieto, Alessandro —dijo en italiano.

—Alessandro, mucho gusto — dije estirando mi mano para saludar.

—Un placer— dijo tímido.

Alessandro tenía unos ojos hermosos y grandes, sus rulos eran rebeldes y era alto. Su tez blanca brillaba con el sol o quizá era el sudor. Tenía un tatuaje muy bonito, de un ángel en el brazo derecho y una rosa en el izquierdo. Su mano era mucho más grande que la mía pero su toque era suave.

—¿Tenés algo que hacer? — preguntó la doña.

—Hoy no, me tomo el día libre.

—Voy a hacer ñoquis ¿querés comer con nosotros?

Su repentino ofrecimiento me tomó por sorpresa, pero me daba pena no aceptar, así que lo hice.

—¿No les va a incomodar?

—No ¡Para nada!

—Bueno, les acompaño entonces.

—Vamos al mercado a comprar las cosas.

Los acompañé hasta una feria local en la que había verduras y frutas de todo tipo, el paraíso para una persona vegana. Con algo de vergüenza me ofrecí a comprar las cosas pero se negaron.

—¡YO INVITO!¡yo invito! — repetía.

Luego de comprar papas, tomate, harina y laurel, volvimos hacia la montaña. La señora vivía más arriba. En una linda casita pintada de blanco muy similar a la que alquilaba.

Llegamos a la casa, me limpié los pies y pedí permiso. Dejé las bolsas en la cocina, claramente iba a ayudarla a cocinar.

—Le ayudo— dije e insistí tanto que no se negó.

Mientras Alessandro ponía la mesa, yo lavaba las papas, Doña Gio ponía los tomates perita a hervir, les contaba las similitudes que encontraba en Italia con respecto a Argentina.

Faenza tenía las mismas vibras, en la ciudad todos vivían rápido, como apurados tal y como el centro de Buenos Aires, pero un poco más alejado, en una zona más rural ya la gente era otra y el modo de vida también.

Cuando las papas estuvieron cocidas la Doña las puso bajo el agua fría para pelarlas y yo pelaba los tomates y los picaba a cuchillo. Tras pisar las papas le agregó sal y nuez moscada junto con la harina. Yo picaba el ajo y el perejil para la salsa mientras Alessandro ayudaba a Doña Gio a hacer la forma de los ñoquis. La sensación de familiaridad me abrumó por completo, me hacía acordar a mi casa así que fingí que me picaban los ojos por la cebolla. Pero Alessandro no era tonto, la Doña tampoco.

Alessandro acarició mi espalda de manera tierna, como entendiendo completamente la situación.

—¿Qué pasa? — preguntó él.

—Esta situación, los ñoquis, la salsa y cocinar, me hacen acordar a mi casa — respondí sinceramente.

—Debe ser duro.

—Lo es...

Me sequé las lágrimas y seguí cortando la cebolla. Cuando todo estuvo listo nos sentamos en la mesa y les agradecí.

Los ñoquis estaban realmente ricos, "nada como una mano experimentada de una abuela" pensé. Me despedí de ellos luego de tomar un café y seguir hablando de costumbres argentinas.

Volví a la casa con la panza llena y el corazón contento. Lo necesitaba de verdad.

¿Cómo llegué a quererte tanto? || Yuki Tsunoda F1Where stories live. Discover now