Capitulo 16. El final...?

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El joven bebé que yacía en la cuna de madera que se encontraba en el antiguo salón de una casa acogedoramente bonita tenía dos perlas verdes como ojos y el pelo negro como el cielo. Este bebé sonreía a todos lados mientras su padrino jugaba con él desde fuera de la cuna.

—creo que me ama—comentó el padrino. Estaba emocionado por la llegada de su primer sobrino que, a su vez, era su primer ahijado—¿ya le puedo cargar, James?—pidió a su mejor amigo, que acababa de entrar al salón desde la cocina.

—Remus vigílale—ordenó James, aunque aceptando la petición de su amigo y dejándole que cargue al pequeño.

James volvió a desaparecer a la cocina, o eso pensó Sirius. James atravesó la cocina sigilosamente y subió, con delicadeza y cargando un bonito ramo de narcisos, las escaleras, hasta llegar a la puerta más lejana del pasillo de arriba.

—amor—susurro James mientras entraba en la habitación. Decidió no levantar la vista de la flores, se sentó en el suelo a modo de cuclillas y dejó las bonitas flores en un jarrón cercano.

James alzó la vista al altar donde la foto de su esposo fallecido era rodeada de velas y flores—hola, cariño—saludo James—, te he traído flores, como todos los días.

James miró atentamente la mirada de Regulus en la foto del altar. Era una foto de él pelinegro de ojos claros abrazado a Harry mientras dormía en el pecho de James en la camilla de hospital, la foto fue tomada por Sirius.

Regulus Black había fallecido hacía ya dos meses, a la semana de el nacimiento de Harry. El parto del menor fue complicado y, aunque los médicos intentaron salvarlo durante una semana, al final falleció.

James contenía las lágrimas, antes de morir su pareja le había pedido que viviese libre, que su muerte no le impidiese ser feliz y amar a otra persona, ya se reunirían en el más allá. Pero ¿como hacer eso si su razón de vivir fuese su marido?

—te echo de menos—James acaricio con su mano el marco de la foto del altar—. No sabes como te echo de menos.

Y, en el susurro del aire leve de la habitación que mantenía a las velas encendidas, escuchó el susurro claro de su Regulus, que le decía con nitidez:

—te quiero, Jamie.

El corazón de James latió velozmente y, en mitad del dolor de escuchar la voz de su marido otra vez, sintió unos brazos rodeándole por la espalda, distinguiendo el característico olor a perfume y el calor corporal que solo Regulus le podía provocar esas mariposas.

Y se dejó abrazar por su marido, porque le echaba de menos, porque le amaba.

Verano con los PotterWhere stories live. Discover now