5. 𝚂𝚒𝚖𝚙𝚕𝚎𝚖𝚎𝚗𝚝𝚎 𝙴𝚛𝚒𝚔

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Esa tarde los gritos inundaron la mansión Bellerose

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Esa tarde los gritos inundaron la mansión Bellerose. Daniel y Juliette Lechat pronto averiguarían a que lugar habían ido a parar. Más que una mansión de ensueño eso parecía un sanatorio mental.

Juliette estaba limpiando los platos en la cocina cuando la vorágine comenzó, Philippe, el mayordomo, bajó las escaleras corriendo que daban a la cocina.

¡Rápido, Juliette! Deja de limpiar eso, ayúdame, llena un balde limpio de agua y acompáñame a arriba —dijo sin perder el tiempo mientras buscaba trapos limpios.

¿Qué ha pasado Philippe? ¿Está Violette bien? ¿Qué son esos gritos? —preguntó Juliette mientras llenaba de agua fresca un balde.

Violette está bien, es la señora, ha tenido un accidente con un cristal de un bote de perfume, hay mucha sangre, pero no te alteres cuando lo veas, es simplemente un corte profundo, tu padre ya ha salido a buscar al médico al pueblo. Violette está con ella —dijo una vez tenía todo lo necesario para volver con la señora Bellerose—. De todos modos debes acostumbrarte a los gritos, tanto el barón Bellerose como la señora tienen pesadillas todo el tiempo, a cualquier hora puedes escuchar estos gritos y no debes asustarte, sabe el cielo que nos hemos acostumbrado a ellos, tu también lo harás

¿Y el barón Bellerose?  —preguntó Juliette preocupada mientras seguía Philippe a paso ligero con el balde lleno de agua entre las manos.

No se donde está, y mejor, mejor que no se acerque a la señora, está bastante alterada, ven, sígueme —prosiguió Philippe

De acuerdo —prometió Juliette, no entendía nada pero tenía que ser obediente puesto que parecía un asunto grave.

Cuando llegaron arriba la puerta del dormitorio de la señora Bellerose, estaba cerrada, se apresuraron a entrar y a Juliette le dio un vuelco el estómago, la cáma estaba llena de sangre, y la señora Bellerose, que en realidad era mucho más joven de lo que había imaginado estaba sentada llorando junto a Violette que sujetaba su mano envuelta en una de las sábanas de lino blancas.

Habéis tardado mucho, traedme esos paños y el agua limpia, Juliette ve abajo a por más agua.

¿Quién es ella? —preguntó la señora Bellerose algo aturdida.

Es Juliette, la nueva sirvienta, hizo esta mañana ese desayuno tan delicioso señora Bellerose.

Y eres muy bonita... —añadió Sophie Bellerose. Parecía algo ida—. Qué niña tan bonita... 

Esa había sido su primera interacción con la señora de la casa,  la miraba con los ojos vidriosos como si estuviera en un lugar mi profundo de su mente, no parecía muy elocuente o cuerda. Debía tener la misma edad de su padre.

Vamos Juliette, ve a por más agua —replicó Violette.

Sí, en seguida —contestó Juliette saliendo de su ensimismamiento dirigiéndose a la puerta.

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