17. 𝙻𝚊 𝚜𝚞𝚎𝚛𝚝𝚎 𝚎𝚜𝚝á 𝚎𝚌𝚑𝚊𝚍𝚊

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Violette se levantó del sofá agitada, no podía escuchar más sin hacer nada, miraba a Erik y a Philippe con desesperación

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Violette se levantó del sofá agitada, no podía escuchar más sin hacer nada, miraba a Erik y a Philippe con desesperación.

Erik, por otro lado,  estaba sereno y parecía decidido, no parecía una decisión sacada de un arrebato. Él había tomado una decisión clara.

Erik, aunque agradecemos mucho tu oferta y sin duda es el gesto más generoso que puedan recibir dos sirvientes como nosotros... Te diré algo: No está bien. Esto no está bien, en absoluto, no puedes irte, este es tu hogar —protestó Violette con los papeles en la mano.

Erik, Violette y Philippe estaban reunidos en un pequeño salón de la mansión Bellerose decorado con unos exquisitos y elegantes muebles de estilo Luis Felipe tapizados con telas brocadas.

Philippe miraba a su prometida mientras negaba con la cabeza, Erik estaba delante de ellos sentado en un sillón, el muchacho era la viva imagen de la calma, algo que resultaba extraño tras todo lo acontecido y la noticia que les acababa de anunciar.

Erik, me temo que Violette tiene razón, con nosotros no debes huir de aquí. Se que todo lo que ha pasado este último mes es horrible y que la vida parece que no te está sonriendo ahora mismo pero...

¿A caso la vida me ha sonreído en algún momento, Philippe? ¿Cuándo lo ha hecho? —le cortó el chico con una sonrisa irónica llena de amargura, el timbre de su voz era joven pero su alma parecía que hubiera soportado guerras internas y una eternidad de dolor.

Violette y Philippe se miraron como si los dos fueran a decir el mismo nombre, el de una muchacha que ya parecía hacer una vida muy lejos de la mansión Bellerose y que había sido durante un año y varios meses la luz que iluminó ese frío y ostentoso lugar, pero no lo dijeron, se lo guardaron en el fondo de sus gargantas.  Erik sabía que era lo que iban a decir así que se adelantó.

Ah... Eso. Juliette, sí supongo que la vida me sonrió durante unos segundos poniéndola en mi camino, pero tal vez esa es la mayor crueldad. Respirar durante un día para ahogarse durante años... No voy a ignorar el hecho de que se que Philippe leyó esa carta, soy lo suficientemente perceptivo para saber que la leyó en mi ausencia. —Erik hizo una pausa y tomó aire, luego esbozó una sonrisa melancólica mirando a través de la ventana—.  ¿Sabéis?, Juliette fue una ilusión. Le agradezco cada segundo de su amistad, pero eso es algo que ya está muerto. Juliette es un fantasma y yo soy un fantasma para ella.

Pero... Debe haber algo más, Erik, ella no ha podido olvidar todo... —Violette se mordió la lengua. Intentó buscar las palabras correctas— Yo he visto esa amistad, era algo puro. No puedo creer que esa carta sea cierta, debe haber algún truco, Erik. Tal vez su abuelo le obligó a escribirla.

Aunque así fuera, dejaré de ser un niño más pronto que tarde, Violette, y ella también crecerá. Yo no puedo ofrecerle la vida llena de luz que se merece y que va a tener en su nueva vida —admitió con dolor—. Es algo que he comprendido hace poco. Aunque esa carta no fuera cierta, que lo es. No puedo ofrecerle un futuro normal. Mi amistad no tiene cabida en su mundo y tal vez todo esto tiene un propósito. La amistad debe ser generosa, como la vuestra, y el mejor acto de generosidad que puedo ofrecerle es que tenga una vida normal, dejarla ir.

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