13. 𝙰𝚕𝚐𝚞𝚗𝚊𝚜 𝚌𝚘𝚗𝚏𝚎𝚜𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜

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Erik se despertó con dolor y pesadez. Notó el frescor de un paño húmedo limpiando su frente. Era Violette. Parpadeó y al fin cuando se repuso, se dio cuenta de que no llevaba la máscara. El miedo le congeló e intentó cubrirse la cara con las sábanas.

Por favor... barón Bellerose, no haga eso —Violette sostuvo la sábana con suavidad, intentando hablar de la manera más dulce que pudo—. No quiero que se preocupe por su cara ahora, no delante de mí o de Philippe. ¿Entendido?

Violette se sentó al borde de la gran cama en la que se escondía el pequeño. 

Erik no sabía ni como sentirse ante ese comentario. Poco a poco el pequeño salió de su escondite y miró a Violette con mucho recelo y miedo, aún con parte de su cara oculta entre las sábanas. 

La he visto asustarse al ver mi rostro... En otras ocasiones... —susurró el niño con la voz rota.

Lo siento si lo he hecho en el pasado, he visto su rostro tan pocas veces que siempre me sorprendo, pero eso debe cambiar, no hay nada malo en usted, nada por lo que se tenga que ocultar... —masculló ella con sinceridad

Entonces... ¿No le da miedo mi cara? ¿No piensa usted que soy un monstruo? —preguntó con inocencia.

Violette negó y rió con amargura al mismo tiempo que volvía a escurrir el paño mojado.

Barón Bellerose, es obvio que necesito trabajar, y usted puede pensar que solo estoy aquí por eso, pero en realidad, usted es la principal razón por la que estoy aquí. Y  se con seguridad que es la razón de Philippe también. Hemos visto a veces su cara incluso cuando usted no tenía edad para recordarlo. Y hemos estado acatando las órdenes de su madre y las suyas, pero esta regla de no hablar de su cara  o verla, le está haciendo peor a usted. Se que soy una simple doncella y me estoy atreviendo mucho con mis palabras, pero tiene que oírme bien. Delante de mi o de Philippe, usted debe sentirse libre. Los niños no deberían vivir jamás lo que usted ha vivido. Y ahora... Barón Bellerose... ¿Puede quitar la sábana de su cara? Necesito tomar su temperatura.

Las palabras de Violette eran tan alentadoras que Erik ni siquiera pudo procesarlas, parecían parte de un lenguaje extranjero al que no estaba acostumbrado. 

Erik obedeció dubitativo, sin mirarle a los ojos. De repente notó la fresca mano de Violette en su rostro y lloró, sus lágrimas cayeron silenciosas ocultándose con la mezcla de agua y sudor.  

Ese gesto tan sencillo y tan humano le hizo recordar todas las veces que había sentido que era tan tóxico o monstruoso que nadie podría jamás tratarle como un ser humano, ni podría tocarle.

No tiene fiebre... Son buenas noticias. Y gracias a que ha expulsado todo el veneno la noche anterior creo que está fuera de peligro como bien dijo ayer el doctor. ¿Cómo se encuentra?

¿Veneno? No logro recordar mucho... Mi tío Étienne... Mi madre... —susurró.

Su tío partió. Afortunadamente ya no está en la casa. Su madre le echó. Estoy segura que cuando su madre esté mejor podrán hablar sobre lo sucedido, sin embargo la señora se encuentra muy mal barón Bellerose, le aconsejo que tenga paciencia y espere a hablar con ella cuando esté mejor —sentenció Violette seria acabando de limpiar el paño de agua.

Esto me lo ha hecho él —afirmó Erik, no necesitaba preguntarlo.

Violette asintió.

No hablemos de ese demonio, barón. No ahora, necesita recuperar fuerzas. Le prepararé una crema de espárragos, el doctor dijo que eso ayudaría a  su hígado a deshacerse de cualquier vestigio de toxina. 

MONSTRUOWhere stories live. Discover now