7. 𝙼𝚊𝚛𝚐𝚊𝚛𝚒𝚝𝚊

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Erik no había salido de su estudio ni de la biblioteca durante una semana

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Erik no había salido de su estudio ni de la biblioteca durante una semana.

 Tocaba el piano sin cesar, a veces incluso se podía escuchar su voz cristalina e hipnotizante traspasar las paredes como una cacofonía fantasmal.

Pero a Juliette no le dirigió la palabra. Ni siquiera se vieron.

Una maldita semana, con sus malditos siete días y sus ciento sesenta y ocho horas. —pensó Juliette.

Juliette, tienes mala cara... —dijo Violette mientras limpiaban sábanas en el patio trasero de servicio. 

El agua de los barreños, previamente calentada en los fogones, se había enfriado con el gélido clima de diciembre, estaba tan fría que sumergir las manos era casi insoportable.

Pero ni eso parecía afectarle a la niña que  limpiaba las sábanas con ahínco como si estuviera enfadada con ellas.

Estaba tan concentrada que no escuchaba la voz de Violette.

Juliette ¿Me estás escuchando? —insistió la mujer chasqueando los dedos delante de su compañera—. Pareces un fantasma.

Por fin salió de su ensimismamiento.

Perdón ¿Decías algo Violette? —preguntó mirando a la mujer sin entender muy bien por qué la miraba de esa forma preocupada.

¿Qué sucede? Te veo apagada. ¿Algo no va bien, pequeña? —cuestionó comprensiva mientras limpiaba otra de las sábanas.

Juliette se retiró el sudor de su frente  con la manga.

Estoy hecha un lío Violette. No entiendo que le pasa a Erik, lleva sin dirigirme la palabra una semana entera. He ido a la biblioteca y a su estudio, pero él se encierra con llave y no me contesta, tan solo toca ese estúpido piano o el violín o canta —se quejó dejando las sábanas limpias en un barreño vacío—. Es lo único que hace y lo hace de una forma tan maravillosa. Está siendo cruel. Me hace sentir fatal. ¿A caso no soy una buena amiga?

Paciencia... Estoy segura que no has hecho nada mal... Ya sabes como es él. A veces desaparece y tan solo te enteras de su existencia por el sonido del piano y porque falta comida en la despensa. Lleva haciendo eso años. 

Pues a mi jamás me lo había hecho —dijo la niña mirando el suelo enfadada—. Es intolerable. Pero no tengo ni espacio en mi cabeza para enfadarme con él puesto que mi preocupación es mayor que mi enfado.

Juliette volvió a ponerse de morros y a limpiar una de las sábanas en el agua fría y enjabonada

Has dicho que cuando hace esto de desaparecer durante tanto tiempo... ¿Dices que falta comida en la despensa? —dijo Juliette algo astuta entornando un poco los ojos y mordiendo su labio.

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