10. 𝚄𝚗𝚊 𝚍𝚒𝚟𝚊 𝚍𝚎 𝚟𝚎𝚛𝚍𝚊𝚍

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La carpa de Casiopea, la mujer Barbuda, no llamaba más la atención que las otras carpas del circo de fenómenos del Signore Cattivo.

Sin embargo en su interior se albergaban maravillas que los ojos no podían percibir.

Casiopea modulaba de una manera exquisita el Aria de Fígaro de Rossini de la ópera Il Barbiere di Siviglia.

Erik y Sophie entraron alborotados e hipnotizados por esa voz potente y cristalina. 

¡Es ella Erik! ¡Es la mujer de la que te hablé! —dijo Juliette viendo de donde provenía esa magistral interpretación—. ¡Es la mujer barbuda!

La carpa estaba llena, no cabía ni un alfiler, los niños se escabulleron entre la gente bajo la mirada protectora de Daniel, que se quedó algo alejado mientras los niños disfrutaban del espectáculo. 

Casiopea tenía el don de modular la voz de una manera tan extraña y sonora que los presentes que jamás habían escuchado canto lírico quedaron fascinados. 

Es un aria escrita para ser cantada por un hombre pero ella ha cambiado la tonalidad —informó Erik a su amiga que estaba boquiabierta por el talento de la mujer barbuda.

Erik tenía una voz blanca, digna de los coros más angelicales de la tierra, sin embargo no conocía la técnica operística, puesto que jamás la había escuchado. Estaba deseando llegar a casa y practicar todo lo que estaba oyendo.

Llegaron a primera fila y Juliette se sentó en el suelo junto a otros niños, Erik algo dudoso la imitó. Los niños y otras personas alrededor miraban a Erik de reojo algo extrañados, algunos se apartaron. 

Él ni siquiera se dio cuenta, no importaba ya.

Yo también quisiera cantar así —susurró Juliette con lágrimas de emoción en los ojos.

Erik, muy sorprendido, miró a Juliette,  ella jamás había mostrado tanta emoción por sus clases de piano. 

No esperaba que su atolondrada y distraída amiga dijera eso en serio, pero la cara de Juliette le parecía muy madura y seria cuando pronunció esas palabras, como si de repente hubiera crecido cinco años de golpe.

Juliette se percató que su amigo la miraba con extrañeza y curiosidad.

No me mires a mi, mírala a ella, es impresionante... —Juliette volvió a mirar con admiración a Casiopea.

Erik volvió a ceder toda su atención al fantástico espectáculo de Casiopea con emoción.

La gente se reía, pero no de ella, sino de diversión, era un hechizo... Era magia.  

Erik se sintió como en casa. La música servía para eso, tenía un propósito poderoso.

Cuando finalizó el aria, todos los presentes aplaudieron con fuerza levantándose de sus asientos.

Había sido un éxito rotundo.

Casiopea hizo una reverencia exagerada y puso su mano encima del pecho, justo donde se encontraba su corazón. 

La Diva miraba a su público con emoción y amor. El ajado telón lleno de parches iba cayendo lentamente. La mujer vio la pequeña máscara entre el público, le llamó la atención, le dedicó una cariñosa sonrisa a Erik que aplaudía emocionado al lado de su amiga.

Su amiga al ver eso le dio un breve toque en el brazo, contenta por el gesto que había tenido la Diva con él.

Juliette y Erik aún estaban en la primera fila, extasiados por el espectáculo. El público seguía aplaudiendo. Ellos también, aplaudieron tan fuerte que las manos les dolieron.

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