18. 𝙳𝚎𝚌𝚊𝚍𝚎𝚗𝚌𝚒𝚊 𝚊𝚖𝚋𝚞𝚕𝚊𝚗𝚝𝚎

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Ese lugar era una pesadilla

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Ese lugar era una pesadilla. Aunque el espectáculo ambulante del señor Cattivo tenía algún prestigio entre los nómadas de la farándula, no era un lugar próspero, ni feliz.

Huir de la mansión Bellerose había sido como un truco de ilusionismo y la realidad se estaba revelando ante él.  Aquel lugar era un reducto de decadencia y aunque lo había intuido antes de embarcarse en esa huída, la realidad le pareció aún peor.

Escuchaba las historias de los feriantes, desde la cómoda penumbra, en especial la de las mujeres, algunas de ellas no eran tan diferentes a él. También eran parias. Ahí mismo, a dos caravanas de distancia, muchas vendían sus cuerpos bajo órdenes del señor Cattivo. 

Ese que se había convertido en su jefe, era en realidad un demonio que solo entendía la lengua del dinero. Le daba tanto asco. Muchas de las que hacían esos servicios eran las bailarinas del circo, la mayoría no eran mucho más mayores que Erik. La historia que más se repetía entre las jóvenes es que habían abandonado sus hogares, engañadas por algún feriante, otras se habían unido al circo para huir de situaciones peores.

Veía sus rostros envejecidos por la experiencia y el trauma, enmascarados de sonrisas y alcohol. Las entendía, sentía empatía por ellas, no asco como algunos hombres de ese lugar. Se aprovechaban de su situación casi esclava pero después las despreciaban. Él también había tenido que crecer demasiado pronto a base de dolor, y también le habían despreciado.

Erik intentaba pasar desapercibido, pero era imposible; era la novedad. Todos querían saber de su vida de noble, pero sobre todas las cosas, querían ver su rostro, algo que le atemorizaba. 

La primeras noches que pasó allí, Erik echó el candado a su caravana y no paró de llorar; le dolía la cabeza, tenía un frío yagante en el cuerpo y en su corazón. Ese sitio era horroroso, ni todos los escenarios  y oportunidades para cantar podrían cambiarlo, él ya no quería estar ahí. Hacía años que no se sentía como un niño, pero en eso momento lo sintió, se sintió como un niño perdido y asustado en un circo de locos. 

Habían partido hacia el sur de Francia sin pasar por París, lo que era una buena noticia. Erik siempre había deseado ver la ciudad, había estado tan cerca y a la vez tan lejos, pero eso era algo del pasado. 

Se alegró que la ruta del espectáculo ambulante ignorase la majestuosa capital. Para él, París había dejado de llamarse así, su nombre ahora era Juliette. Y no podía permitirse tenerla ni un solo instante más en su corazón o en su cabeza, le mataría con más rapidez que el veneno que intentó administrarle su repulsivo tío Étienne.

Habían hecho campamento en Dijón, estarían unos días haciendo el último espectáculo de la gira en Francia. Finalmente, partirían hacia el norte de Italia.

Después de cuatro arduos días de viaje, por fin pudieron cocinar algo decente y alimentarse como dios manda con algo que llenase bien sus estómagos para proseguir el viaje. Todos los feriantes dispusieron una pequeña carpa para comer protegidos de la lluvia. La primavera ya se intuía con su clima cambiante, humedo y extraño. 

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⏰ Last updated: May 15 ⏰

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