vii

163 34 0
                                    

    —¿Qué demonios es esto? —dijo Annabeth, tirando de los barrotes

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

    —¿Qué demonios es esto? —dijo Annabeth, tirando de los barrotes. No se
movieron ni un milímetro. A través de ellos, vimos una serie de celdas dispuestas en
círculo alrededor de un patio oscuro: tres pisos de puertas con rejas y con pasarelas
metálicas.

—Una cárcel —respondió Percy—. Quizá Tyson pueda romper...

—¡Chitón! —susurró Grover—. Escuchad.

Por encima de nosotros, se oía un eco de sollozos que resonaba por todo el edificio. Y se captaba otro sonido: una voz áspera que refunfuñaba, aunque no entendí qué decía. Las palabras eran chirriantes, como guijarros revueltos en un cubo.

—¿Qué lengua es ésa? —cuchicheé.

Tyson abrió unos ojos como platos.

—¡No puede ser!

—¿Qué? —preguntó Percy.

Agarró dos barrotes y los dobló como si nada, dejando espacio suficiente incluso
para un cíclope.

—¡Esperad! —dijo Grover.

Tyson no le hizo caso y corrimos tras él. La prisión era muy oscura; sólo unos cuantos fluorescentes parpadeaban arriba.

—Conozco este sitio —dijo Annabeth—. Es Alcatraz.

—¿La isla que hay cerca de San Francisco?

Ella asintió.

—Vinimos de excursión con el colegio. Es como un museo.

No parecía posible que hubiéramos emergido del laberinto y aparecido en el otro extremo del país, pero Annabeth se había pasado todo el año en San Francisco, vigilando el monte Tamalpais, al otro lado de la bahía. Tenía que saber lo que decía.

—¡No os mováis! —advirtió Grover.

Pero Tyson siguió adelante sin prestarle atención. Grover lo agarró del brazo y
tiró de él.

—¡Para, Tyson! —susurró—. ¿Es que no lo ves?

Miré hacia donde señalaba y me dio un vuelco el corazón. En la pasarela del
segundo piso, al otro lado del patio, vislumbré al monstruo más horrible que había
visto en mi vida.

Era una especie de centauro con cuerpo de mujer de cintura para arriba. Pero, por
debajo, en lugar de ser como un caballo, era un dragón: una bestia de seis metros por
lo menos, negra y cubierta de escamas, con unas garras imponentes y una cola
erizada de púas. Parecía tener las piernas enmarañadas en una enredadera, aunque
enseguida advertí que eran serpientes, cientos de víboras que le brotaban de la piel en todas direcciones y que se agitaban buscando algo que morder. La cabeza de mujer tenía también una cabellera de serpientes, como la Medusa. Y lo más extraño: alrededor de la cintura, allí donde el cuerpo femenino se unía con la parte de dragón, la piel le burbujeaba y se metamorfoseaba sin cesar, mostrando cabezas de animales.—un lobo, un oso, un león—, como si llevara un tinturen de criaturas eternamente cambiantes. Tuve la sensación de que se trataba de un ser formado sólo a medias, un monstruo tan antiguo que debía de proceder del principio de los tiempos, antes de que las formas animales se hubieran definido por completo.

³CENTURIES (PJO&HP)Where stories live. Discover now