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   Cuando desperté quise pegarme un tiro. Miré a Annabeth, quién miraba enojada a Rachel.

—Otra vez —le dije a Annabeth, ella se acercó a mí y me pasó la mano por el cabello.

—¿Desde cuando tú cabello es rojo? —preguntó Annabeth, confundida. Hice una mueca.

Las sombras bailaban entre las columnas y se alzaban a nuestro alrededor como árboles gigantescos.

—Algo le pasaba a Luke —murmuró Annabeth, mientras atizaba el fuego con el
cuchillo—. ¿Has visto cómo se comportaba?

—A mí me ha parecido muy satisfecho —señaló Percy—. Como si hubiese pasado un
día estupendo torturando a un héroe tras otro.

—¡No es verdad! Algo le pasaba. Parecía... nervioso. Ha ordenado a sus monstruos que me perdonaran la vida. Quería decirme algo.

—Seguramente: «¡Hola, Annabeth! Siéntate aquí conmigo y mira cómo destrozo
a tus amigos. ¡Va a ser divertido!»

—Eres insufrible —rezongó ella. Envainó su cuchillo y miró a Rachel—. Bueno, ¿y ahora por dónde?

Rachel no respondió enseguida.

—Pelean como un viejo matrimonio —gruñí, Annabeth me fulminó con la mirada.

—Seguiremos el camino —dijo Rachel—. El brillo del suelo.

—¿Te refieres al brillo que nos ha metido directamente en una trampa? —
preguntó Annabeth.

—Déjala en paz —le dijo Percy—. Hace lo que puede.

Annabeth se puso de pie.

—El fuego se está apagando. Voy a buscar un poco más de madera mientras
vosotros habláis de estrategia. —Y desapareció entre las sombras.

Rachel dibujó otra figura con su palito: un Anteo de ceniza colgado de sus cadenas.

—Normalmente no se comporta así —le dijo Percy—. No sé qué le pasa.

Rachel arqueó las cejas.

—¿Seguro que no lo sabes?

—¿A qué te refieres?

—Chicos... —murmuró entre dientes—. Totalmente ciegos.

—¡Te lo juro! —exclamé —Sobre todo este de aquí.

—¡Oye, ahora no te metas tú también conmigo! Mira, siento mucho haberte
involucrado en esto, Rachel.

—No, tú tenías razón. Veo el camino. No podría explicarlo, pero está muy claro. —Señaló el otro extremo de la estancia, ahora sumido en la oscuridad—. El taller está por allí. En el corazón del laberinto. Ya nos encontramos muy cerca. Lo que no sé es por qué tenía que pasar el camino por la pista de combate. Eso sí lo lamento. Creía que ibas a morir.

Me pareció que estaba al borde de las lágrimas.

—Bueno, he estado a punto de morir muchas veces —le aseguró Percy—. No vayas a sentirte mal por eso.

Ella me miró fijamente.

—¿Así que esto es lo que haces cada verano?, ¿luchar con monstruos y salvar el
mundo? ¿Nunca tienes la oportunidad de hacer... no sé, ya me entiendes, cosas
normales?

Nunca lo había pensado de esa manera. La última vez que había disfrutado de
algo parecido a una vida normal había sido... Bueno, nunca.

—Si eres mestizo al final acabas acostumbrándote. O quizá no exactamente... — Me removí incómoda—. ¿Qué me dices de ti? ¿Qué haces en circunstancias
normales?

³CENTURIES (PJO&HP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora