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   Conteo de veces que mi cerebro me la ha jugado y ha borrado memorias de la nada porque sí desde que salimos en misión: 1

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   Conteo de veces que mi cerebro me la ha jugado y ha borrado memorias de la nada porque sí desde que salimos en misión: 1

Miren, desperté persiguiendo a una puta araña.

UNA PUTA ARAÑA.

Y por despertar me refiero a que mi cabeza me dio un golpe de realidad y quitó el modo automático, dejándome tomar conciencia de mi propio cuerpo y sin saber que carajos había o estaba pasando.

—¿Por qué estamos siguiendo a una araña? —pregunté a Annabeth.

—¿Otra vez? —preguntó ella, su pelo rubio casi brillaba en la oscuridad. Me daba una extrema curiosidad saber con qué shampoo se lavaba la cabeza.

Asentí ante su pregunta.

—Larga historia, encontramos a Nico.

—¿El hermano de Bianca? —Annabeth asintió.

Recorrimos un túnel de mármol, giramos a la izquierda... y Percy estuvo a punto de caer en un abismo. Tyson lo sujetó en el último momento y lo arrastró hacia atrás. El
túnel continuaba más adelante, pero no había suelo en un trecho de treinta metros;
sólo se veía un hueco oscuro y una serie de travesaños de hierro en el techo. La araña
mecánica ya había cruzado la mitad del abismo colgada de los travesaños, a los que
iba lanzando sus hilos metálicos.

—¡Un pasamanos! —dijo Annabeth—. Se me dan muy bien.

Saltó al primer travesaño, se agarró firmemente y empezó a pasar de uno a otro
balanceándose. Le daba miedo la araña más diminuta, pero no la posibilidad de caer
al vacío desde un pasamanos larguísimo. A ver quién entiende eso.

Llegó al otro lado y echó a correr detrás de la araña. Me tocaba a mí. Cuando crucé el abismo, miré atrás y vi que Tyson se había subido a Grover a caballito (¿o sería a cabrallito?). El grandullón llegó al final del pasamanos en tres brazadas.

Menos mal porque, justo cuando saltaba a mi lado, se quebró el último travesaño.

Seguimos adelante y pasamos junto a un esqueleto desmoronado en un lado del
túnel. Llevaba aún los restos de una camisa, unos pantalones y una corbata. La araña
no aminoró el paso. Resbalé en un montón de pedazos de madera, pero cuando
enfoqué con la linterna descubrí que eran lápices: cientos de lápices partidos por la
mitad.

El túnel se abrió de repente a una gran estancia tan iluminada que la luz resultaba
cegadora. Lo primero que me llamó la atención, cuando los ojos se acostumbraron,
fueron los esqueletos. Había docenas tirados por el suelo. Algunos antiguos y ya
blanqueados; otros recientes y muchísimo más repulsivos. No olían tan mal como los
establos de Gerión, pero casi.

En el otro extremo de la estancia vi a una criatura monstruosa subida a un estrado
reluciente. Tenía el cuerpo de un enorme león y cabeza de mujer. Habría resultado
guapa tal vez, pero llevaba el pelo pegado al cráneo, recogido en un moño inflexible,
y se había puesto demasiado maquillaje, de manera que me recordaba a la profesora
de música de tercer curso. Tenía prendida en el pecho una insignia con cinta azul que
tardé unos segundos leer: «¡ESTE MONSTRUO HA SIDO DECLARADO
EJEMPLAR!»

—Esfinge —gimoteó Tyson.

Puto bicho de mierda.

³CENTURIES (PJO&HP)Where stories live. Discover now