CAPÍTULO 14: OBSERVACIÓN ESPECIAL

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Tras la exhaustiva exploración "médica" de los jiramkis (médicos), Kin fue dado de alta. Solo encontraron raspones, moretones y cansancio. Antes de retirarse buscó y preguntó por Dara. Le dijeron que no había despertado y que precisaba "observación especial". Más tarde podría visitarla. Le aconsejaron ir a su dormitorio para calmarse y descansar.

—¿Ya estás mejor?

—¿Maestro Gerark? —Se lo encontró al salir del edificio.

Mientras volvían al palacio, Kin relató su enfrentamiento y lo que pasó con Dara. Llegados al palacio, Gerark lo condujo a la cocina, hizo que le dieran de comer, y se fue por su cuenta. Kin retornó a la torre central de medicina con la esperanza de ver a Dara. Le permitieron hacerlo. Seguía inconsciente, pidió que los dejaran a solas. Los jiramkis aceptaron su pedido y se retiraron, diciéndole que los llamen si algo pasaba. Tras pocos minutos se aburrió. Caminó en círculos y miró por la ventana para distraerse. Al cabo de unas horas terminó yéndose.

Al día siguiente se levantó, comió, se pasó la mañana entrenando y después de comer al mediodía partió para ver a Dara. Se quedó de largo hasta la noche, noche que lo tenía muy inquieto. Los ojos del creador y el brillo de las chiinii atrajeron su atención. Era un cielo muy parecido al que vio cuando la conoció.

Antes de que pudiera notarlo, cayó dormido a los pies de la cama de Dara, hasta que un estruendo lo despertó. Alguien abrió la puerta. Su abuelo, Dante, entró resguardado por cinco soldados.

—¿Qué haces aquí? —dijo a la par que frotaba sus ojos.

—Señores, necesitamos privacidad —solicitó a sus guardias con un chasquido.

—¡Vete de aquí! —empuñó su espada, tembloroso.

—Baja tu espada, yo no le hice ni pienso hacerle daño.

—¡Pero no detuviste la pelea! ¡Dejaste que le hicieran esto!

—No era tan fácil, tu amiguita hizo un gran alboroto allá.

—¿Conoces el poder de Dara? —preguntó, mientras bajaba su arma.

—Poder... tú lo llamas así, pero yo no. —Ladeó su cabeza para mirar a través de la ventana—. Soy viejo, pero no lo sé todo. Esos "poderes" son algo que yo no comprendo, tampoco mayoría de gente. Solo tú, y tal vez la niña, pueden llegar a comprenderlo.

—¿Para qué viniste...?

—Kin, hice todo lo que pude. ¿Sabes que todos los jueces y muchos nobles pidieron que la ejecutara después de lo que hizo? Tuve que interceder por ella. Estará en la escuela de soldados reales, contigo, bajo supervisión estricta.

—Gracias... abuelo, ¿y qué pasó con esa chica? La que le hizo esto a Dara —interrogó con el ceño fruncido.

—Esa muchacha no podrá postular el siguiente kronus a la selección.

—Merece más, pero... supongo que está bien... —suspiró—. Pensé que querías deshacerte de Dara.

—No puedo hacer eso. Ella estará siempre contigo, hasta el día de tu muerte.

Kin se intrigó por esas palabras, pero también se puso feliz por ellas.

—¿Te vas a quedar todavía?

—¡Me quedaré a dormir si es necesario! —contestó, señalándose con el dedo.

—Está bien —se rio—. Me retiro, tengo cosas que hacer.

—¡Abuelo! —gritó antes de que Dante abra la puerta.

—¿Qué pasa, Kin?

—Gracias... —dijo con voz trémula.

Terminada la visita, Kin volvió a recostarse, para ser bañado con las luces nocturnas. Una dulce y angelical voz susurró su nombre.

—Kin... Kin...

Pensó que estaba delirando, pero esa voz lo llamaba con mucho ímpetu. Se vio forzado a levantarse para descubrir su origen. Dara, que había despertado y estaba sentada en la cama, lo llamaba.

—¿Dónde estamos, Kin? —preguntó aún somnolienta. Su voz era muy débil, tanto como tierna.

—¡Dara! —gritó feliz, abalanzándose sobre ella.

—¡Auch! ¿Dónde estamos? —repitió.

—En el Jiramkiriki onen. Te hicieron mucho daño en la pelea, ¿recuerdas?

—Sí, lo recuerdo. Recuerdo que esa señorita me estaba golpeando sin parar... pensé que me iba a matar... no recuerdo más...

—¿No recuerdas lo que hiciste después? Arrasaste con ella, y con todos, pero luego te desmayaste.

—¿Qué? ¿Cuánto tiempo ha pasado?

—Solo dos daius.

—¿Hice... todo eso? No lo recuerdo... lo siento.

—No, yo lo siento Dara —confesó, con ojos llorosos—. Por mi culpa te trataron así, no debí obligarte a pelear. Quise ayudarte, pero... estaba muy débil.

—No, yo lo siento, no cumplí las expectativas... que había sobre mí.

—Puedes irte, Dara, ya no tienes que pelear, yo encontraré a tu madre, solo.

—Voy a seguir, lo haremos juntos, no quiero irme —declaró con firmeza. Se abrazaron y lloraron juntos.

Antes de irse, Kin le avisó a los jiramkis que Dara despertó. Al día siguiente, fue temprano a verla. Dijeron los jiramkis que seguía delicada y la retendrían por varios días, aunque solo presentaba moretones por decolorar y heridas por cicatrizar.

Kin dejó de entrenar para quedarse con ella. Dara se sentía muy bien, estaba lúcida y ágil, incluso correteaba y jugaba con Kin, pero los jiramkis insistieron.

Seis días transcurrieron desde la selección. Dara y Kin estaban comiendo, cuando una mano sacudió la cabellera de Kin.

—¡Hola, chicos! —saludó Gerark.

—¡Maestro Gerark! —Dejaron su comida por abrazarlo.

—¿Ya estás mejor, Dara? Fue un gran revuelo el que armaste.

—Estoy bien, maestro Gerark, gracias —contestó alegremente.

—¿Revuelo? —preguntó Kin por su parte.

—Nada, eso no es importante, lo importante es que pasaron la selección, gracias al esfuerzo que hicieron. ¡Felicidades!

—Gracias... —murmuraron al unísono.

—Sí, el viejo ya me contó qué pasamos —discrepó Kin.

—Ya lo sé, quería felicitarlos, y quería decirles algo importante.

—¿Qué cosa? —preguntaron emocionados.

—Tengo entendido que mañana te dejarán salir de aquí, Dara. La cuestión es que, como pasaron la selección, deben ir mañana temprano al coliseo. Van a reunirse con los otros participantes que también fueron seleccionados.

El risueño semblante de los niños fue reemplazado por uno de temor y disgusto.

—¿Lo veremos de nuevo, maestro Gerark? —preguntó Dara con sus ojos llorosos.

—No estoy seguro —contestó sonriendo—. Por el momento, dedíquense a su entrenamiento como aspirantes a soldado real.

—¡Así lo haremos, maestro!

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