CAPÍTULO 27: LOS STARNIKA

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—¡Hermana, llegué! —proclamó Ishein después de abrir la modesta puerta de pino. Fue recibido por un pasillo largo que conectaba todas las habitaciones. Aguardó la respuesta de su hermana, que siempre solía recibirlo, excepto cuando trabajaba.

»Supongo que no está —se dijo a sí mismo. Caminó lentamente por el pasillo, hasta percibir un aroma de especias, que lo apresuró hacia la cocina.

"Tal vez no me escuchó"

—¿Hermana, estabas aquí? Porque no me... —Su cuerpo se paralizó al instante de poner un pie dentro de la cocina.

—Bien... venido, Ishein. —La mujer de cabello color ébano, arropada con un vestido del mismo color, se apoyaba en la pared, tambaleando.

—¡¿Qué haces aquí?! —rugió su hermano, furioso. En la mesa de la cocina, un sujeto greñudo y pordiosero, que se cubría con una capa descolorida y desgarrada, comía con prisa un plato de avena. Se dejó impresionar un instante por la reacción de Ishein, tras lo cual reanudó su actividad.

—Todo está bien, hermano.

—¡¿Le hiciste algo?! ¡Contesta! —Se posicionó delante de su hermana, más alta, y desenvainó su espada de maxentita.

—Cálmate, hijo —suspiró calmado al terminar su plato de comida—. Solo vine para visitar a mi familia.

—¡Vete de aquí! ¡Vete de una vez! —Empuñó su espada y amenazó al hombre con ella.

—Hijo, no hagas eso, no levantes tu arma en contra de tu padre... —negó, sin turbarse por la amenaza.

—¡Cállate! Si no te vas, yo...

—Ishein... por favor —musitó su hermana, sobando sus hombros para incitarlo a bajar su arma.

—¡¿Por qué viniste?! ¿Alguien te vio? —preguntó Ishein, más calmado.

—No lo creo, solo quiero ver a mi familia —repitió—, quería ver como estaban. Por cierto, Francesca, no me parece correcto lo que haces.

—¡¡Tú no!! —Levantó su espada y la direccionó perpendicularmente al pecho de su padre— ¡No voy a permitir que tú la juzgues! —remató, mas furioso que antes—. Por tu culpa ella tiene que...

—¡Ishein, basta! No empeores más las cosas, ¡te lo pido! Y tú, padre, ¡vete por favor! —suplicó llorando.

—Está bien, me iré —alzó las manos en señal de rendición—, solo porque tú me lo pides, hija. —Retrocedió lentamente para rebasar el alcance de la espada.

—¡No vuelvas nunca!

—Espero que... algún día puedan perdonarme.

—¡¡Vete!! —gritó Ishein con tanta energía que raspó su garganta al hacerlo.

Sin decir una palabra más, el sujeto se dirigió a la salida, se giró a verlos una última vez, y desapareció. Tras ello, Ishein tiró su espada al suelo, y Francesca se arrodilló mientras secaba sus lágrimas.

—¿No te hizo nada, hermana? ¿Por qué dejaste que pasara?

—Estoy bien, Ishi, no te preocupes. Llegó de improvisto, no esperaba que fuera él, abrí sin pensarlo —contestó, emitiendo breves gemidos entre cada palabra.

—Me quedaré. Mi equipo tiene un viaje mañana, pero yo no iré con ellos, me quedaré. —Con finura, sujetó los brazos de su hermana para levantarla.

—Ve, Ishein, todo estará bien. Seguro es algo importante.

—No, hermana, puede volver en cualquier momento.

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