CAPÍTULO 13: DESTELLO AZUL

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Dara dejó de pensar en todo; la selección, la pelea, Kin, solo pensaba en algo: no soltar su arma. Cada golpe dolía menos que el anterior, pero a cambio se difuminaba su consciencia. Su vista se nublaba, su mente se hundía dentro de un mar negro, infinito.

"¿Voy a morir...?"

—¡Señor Arkamo, usted se hará responsable por lo que pase! —increpó un juez, alzando la voz.

—Dejemos que termine la pelea, señores, luego discutiremos lo que sea necesario —sentenció con enojo.

El supervisor se paró frente al cuerpo inmóvil, esperando alguna respuesta, un movimiento. Sus manos seguían aferradas a la daga, hecho que lo enterneció levemente. Los jueces miraban a Dante con desconfianza, el público esperaba la declaración de June como ganadora.

Kin, desesperado, trataba de soltarse. Lágrimas caían de sus ojos y recorrían sus mejillas con lentitud hasta caer en el suelo. Sus verdugos miraban consternados, perturbados, pero no estaban dispuestos a socorrerla, ni dejar que Kin lo hiciera.

El supervisor notó que Dara exhaló un quejido y movió discretamente un brazo. Aún vivía. Era cuestión de tiempo para que se levante y finalicen el encuentro, que tenía a todos los espectadores al borde de sus asientos.

Dara se levantó por sí misma, tambaleándose. Sus ojos y cabello desprendían un resplandor azul, muy intenso. Las personas abrieron sus ojos para verla bien, confundidos, hasta que Dara logró erguirse por completo. Su cara no mostraba expresión alguna. El brillo azul tomó forma y tiñó su cabello y sus pupilas. El supervisor retrocedió, tembloroso. Los jóvenes participantes quedaron atónitos, incluso Kin. De pronto, Dara comenzó a dar pasos con lentitud, acercándose a June, que le hacía señas con su mano para que no avance. Arrastrando los pies, con la espalda encorvada, los brazos colgando, amenazaba con su andar.

—Se... ¡Se suspende la pelea! —gritó el supervisor, tratando de conservar la calma—. Declaro como ganadora a...

Entonces, Dara realizó un potente salto y en menos de un segundo aterrizó frente a June.

—¡No puede ser! —exclamó con un grito agudo—. Eso... eso... eso es...

—¡UN FRAGMENTO! —remató Dante, con una enorme sonrisa.

—¡Oye, tú! No puedes... —Dara se giró a mirarlo con esos ojos siniestros. El supervisor trepó las rejas y se apegó al estrado de los jueces.

—¿¡Qué es esto!? ¿¡Quién eres!? ¿¡Qué eres? —vociferó June con voz temblorosa, Dara volteó a verla de nuevo.

—¡Alto! —sentenció una voz gruesa. Una cuadrilla de soldados rodeó la arena.

—¡Tengan cuidado! —exclamó un juez—. Los fragmentos son peligrosos, no sabemos cómo van a reaccionar. Piensen cada uno de sus movimientos.

June retrocedió paso a paso. Dara se le aproximó a la misma velocidad. Sintiendo las rejas en su espalda, June se vio acorralada y se desesperó. Salir corriendo no era buena opción, tal como el juez mencionó, Dara podría reaccionar de forma violenta. Después de intercambiar miradas, le aplicaron una cachetada que la estampó de cara contra el suelo rojizo.

June reaccionó y le asestó un puñetazo en la mejilla. Pero no se inmutó por el golpe, solo se lo devolvió. June cayó inconsciente. Dara levantó su pierna izquierda, con el objetivo de aplastar el pecho de su enemiga.

—¡Ahora! —exclamó un soldado, pero sus compañeros dudaban, y prefirieron no involucrarse.

—¡Dara, no! —El gritó de Kin la distrajo y la frenó de realizar tal acción.

El público espectador se desesperó. Los soldados evacuaron a la gente.

—¡Solo es una, detengámosla! —incitó uno de los participantes.

Los muchachos se envalentonaron y se abalanzaron sobre Dara. Ella no se resistió y dejó que la sometieran. Kin aprovechó la situación para intentar acercarse, pero dos muchachos lo sujetaron del cuello y la cintura.

Dara forcejeó para liberarse, provocando que los verdugos apliquen más fuerza para controlarla. Fácilmente se liberó y los arrojó contra las rejas. Caminó tres pasos, miró a Kin, lanzó un golpe contra la reja y se abrió paso. Al caminar tres pasos más, cayó desplomada en el piso. El resplandor azul había desaparecido.

—¡Los jueces decidiremos al ganador, aquí terminan las pruebas de selección! ¡Gracias a todos por asistir! —anunció Dante mientras la gente caminaba presurosa.

Los jueces entablaron una discusión acerca del asunto. Los participantes abandonaron la arena. El supervisor cargó a June y se la llevó. Kin finalmente pudo acercarse a Dara, gateando.

—Dara... tú...

El pelotón de soldados alcanzó a rodearlos. Apuntaron sus armas contra ella y Kin.

"¿Dónde está ese calor? ¿Dónde estaba? Justo cuando lo necesité..."

Dos hombres corpulentos, que vestían una túnica blanca hasta los tobillos, se acercaron a ellos.

—Niño, hemos venido a ayudarte —dijo uno. Kin los miró con desconfianza.

—Por favor, muchacho, déjanos ayudarte —insistió el otro.

—¡Váyanse todos! ¿Qué quieren hacer?

—El rey nos mandó. Vamos a curarlos, no les haremos daño.

Kin aceptó, a regañadientes. Uno de los hombres cargó a Dara en su espalda, mientras el otro hizo lo mismo con Kin. Dara se convirtió en su centro de atención, esperaba que despierte.

Salieron del coliseo. Tras una hora de camino a pie, llegaron a un edificio rectangular, blanco, de cinco pisos. Cada piso tenía cuatro ventanas, excepto el último. Dicho edificio era conocido como "Jiramkiriki enul Krabularo onen" (torre central de medicina de Krabularo).

Los hombres llevaron a Kin y Dara hasta un salón del tercer piso, en el cual había una gran cantidad de camas con sabanas celestes. Recostaron a Kin, pero solo a él, continuaron de largo con Dara.

—¡Hey! ¿A dónde la están llevando? —inquirió gritando.

—Ella necesita tratamiento especial, estará bien, te lo prometo.

—¡Pero ustedes...!

—Quieres que mejore, ¿no? Entonces confía en mi palabra, niño.

Desvió su mirada con desdén y se cubrió con la sabana mientras murmuraba cosas ininteligibles.

Mientras tanto, en el coliseo ya vacío, los jueces continuaron discutiendo sobre los encuentros y los participantes. Después de larga deliberación terminaron de acordar quienes serían los elegidos. Dante se levantó, se apartó del grupo y se puso a recorrer las gradas mientras evocaba los enfrentamientos, enfatizando en el último.

—Qué niña más interesante que has traído, Kin —murmuró riéndose.

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