CAPÍTULO 22: SOBREPONIÉNDOSE AL TEMOR

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—¡Ustedes no van a tocarlo! —increpó Yendry con rabia.

—No quiero hacerles daño. Solo quiero llevarme al dichoso Kin.

—Pero dañaron y mataron a muchos soldados para llegar aquí. —Su intención era provocar al sujeto, para ganar tiempo.

—Porque se interpusieron. Si ustedes también lo hacen, sufrirán lo mismo. No deseo matar niños, no lo le gusta al creador.

—¿Qué no le gusta? ¿No quieres matarnos? ¡Muérete! Roban cosechas y secuestran gente. ¿Eso si le gusta al creador?

El sujeto, sin temor alguno, sujetó a Yendry de su barbilla y elevó su cabeza ligeramente. Sus miradas hicieron contacto. Yendry rozó su cuello con la punta de su arma, pero el enmascarado no se inmutó por ello.

—Eso dicen tus superiores, niño. —Se encorvó, haciendo que su máscara y la frente de Yendry colisionen—. No hacemos sufrir a la gente ni la matamos porque nos guste. Lo hacemos porque no entienden... que todos los caminos llevan al creador.

—¿El...? ¿Creador?

»Vete a la... —Se dispuso a degollarlo, pero el lushrow apartó el arma de Yendry con la suya; una espada larga y delgada, como su dueño, con punta redonda.

—No me provoques, niño, te dije que no deseo lastimarlos.

Yendry ejecutó una serie de ataques con su espada. El kamad se limitó a eludirlas y bloquearlas. El resto era espectador; Liam y Kin estaban paralizados por el miedo, los lushrow alentaban al kamad.

—¡Eso! ¡Sigue! ¡Vamos! —animaba el enmascarado mientras evadía. Yendry, exasperado, suspendió la infructuosa ofensiva.

Tiró su arma y lanzó un puñetazo contra el estómago del kamad, este soltó su arma y detuvo el impacto con sus manos. Los golpes de Yendry eran más rápidos, y gracias a su complexión musculosa, infundían mucho daño al impactar. Logró asestar un fuerte impacto en la quijada, fracturando un pedazo de la máscara.

Tras recomponerse de la sacudida, el kamad agarró a Yendry del cuello y lo estampó contra la húmeda pared, usando un solo brazo para cargarlo del cuello, hasta casi ahorcarlo.

Fue derribado. Hiperventiló para recobrar el aliento y recogió su espada. En esta ocasión, el kamad empuño la suya también. Mientras Yendry ondeaba su arma en el aire, su oponente, con un ágil movimiento, le infringió un preciso y superficial corte en el antebrazo, desde la altura del codo hasta la base de la palma, en sentido diagonal.

—Maldito niño, golpeas bien. ¡Espero que ya no te entrometas! —De la herida comenzó a brotar un lento, pero constante, chorro de sangre carmesí.

—Tú eres Kin, ¿verdad? —señaló al susodicho mientras acortaba la distancia entre ambos—. Ese otro muchacho —desvió su mirada hacia Liam— no tiene cara de "Kin".

Tembloroso, Kin se arrinconó lo más que pudo mientras el lushrow se acercaba. Resignado, se aferró a su espada, mientras el temor se manifestaba en su expresión facial.

Dara, por su parte, agarró valor y se escabulló para socorrer a Yendry. Bajo la luz de las antorchas y las miradas lascivas de los lushrow, sacó algunos implementos de su pequeño bolso de cuero y empezó la curación.

—Está bien, no es grave —animó con voz firme, incongruente con su cara sudorosa y sus manos temblorosas—, no llores.

A tan solo metros de alcanzar a Kin, Liam se interpuso en el trayecto del kamad. Este no perturbó su marcha, desdeñando la presencia del joven.

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