MATTEO

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A medida que la noche caía y nos preparábamos para dormir, la realidad de la situación comenzó a asentarse en mi mente. Observé a Nicole mientras se acomodaba en la cama, una expresión serena en su rostro, y no pude evitar sentir una oleada de ansiedad y temor.

― Mierda... ― murmuré para mí mismo, sintiendo un nudo en el estómago mientras me sentaba en el borde de la cama.

Nicole levantó la mirada hacia mí, su rostro reflejando preocupación. Sabía que no podía ocultar mis sentimientos por más tiempo.

― ¿Estás bien, osito? ― preguntó, su voz llena de ternura y preocupación.

― Sí, sí... ― respondí, tratando de mantener la compostura, pero sabía que ella podía ver a través de mí. ― Es solo que... ahora me doy cuenta de que seré papá, y... ― mi voz se quebró un poco, incapaz de expresar completamente el torrente de emociones que sentía en ese momento.

Nicole se acercó y me rodeó con sus brazos, ofreciéndome consuelo y apoyo.

― Estaremos bien, amor. Estamos juntos en esto, ¿recuerdas? ― susurró, sus palabras llenándome de un sentido renovado de determinación y fortaleza.

Asentí lentamente, dejando que sus palabras me reconfortaron mientras nos sumergíamos en la oscuridad de la noche, enfrentando el futuro incierto juntos.

Me senté en el borde de la cama, sumido en un mar de pensamientos oscuros mientras observaba el techo oscuro de la habitación. Mis manos se apretaban, la ansiedad palpitando en mi pecho con cada latido del corazón. Nicole estaba a mi lado, su presencia reconfortante, pero aún así no podía sacudir la sensación abrumadora de miedo que me invadía.

― ¿Y si no soy un buen padre? ― susurré, dejando escapar mis temores en un susurro apenas audible.

Nicole se movió hacia mí, su tacto suave y cálido, envolviéndome en un abrazo tranquilizador. Sus palabras eran como una luz en la oscuridad, iluminando mi mente atormentada con su sabiduría y su amor incondicional.

― ¿Bromeas? ― dijo ella. ― Serías el mejor padre del mundo, sé que protegerás a nuestro hijo con toda tu alma, y le cuidaras. ― me acarició la espalda. Me imagino a Leonardo como tú de mayor. ― hice una mueca.

― No quiero que sea como yo, quiero que sea la mejor versión de él mismo. ― dije. ― No quiero que mi hijo se convierta en un mafioso donde esté perseguido por toda la policía del mundo, quiero que viva su vida, que haga lo que le guste y que sea feliz. No quiero que sea mi copia. ― ella me besó la mejilla. ― Pero no sé cómo ser un buen padre para que el cresca de la mejor forma posible.

― Matteo, escúchame bien. ― empezó, su voz suave y firme, como un faro en la tormenta. ― Ser padre no viene con un manual de instrucciones, pero lo importante es que estamos juntos en esto. Aprenderemos juntos, nos apoyaremos mutuamente y daremos lo mejor de nosotros para nuestro hijo. Y eso es lo que importa.

La miré, encontrando consuelo en sus ojos llenos de confianza y ternura. Sus palabras resonaban en mi alma, disipando la oscuridad de mis dudas y llenándome de un renovado sentido de esperanza.

― Estaremos bien, Matteo. Juntos, podemos superar cualquier cosa. ― afirmó, su voz resonando con convicción.

― Pero... ― suspiré pasando las manos por mi cara. ― ¿Cómo cojones se cuida a un niño, Nicole? ― me quedé pensando en la propia criatura. ― Si no pude protegerte a ti de aquel maldito disparo. ¿Cómo protegeré al pequeñajo? ― dije asustado pensando en lo peor.

― Matteo, aquello no fue tu culpa. ― intentó decir.

― ¡Sí lo fue! ― grité. ― Debería haber sido yo quién hubiese sufrido todos estos meses, no tú. ― dije. ― Me siento mal por todo lo que pasaste todo este tiempo por mi culpa y... ― me calló besándome.

Dangerous: Juego TóxicoWhere stories live. Discover now