IVÁN

68 1 0
                                    


El viento helado azotaba mi rostro mientras el helicóptero descendía lentamente hacia el terreno nevado de Alaska. Miré por la ventana, observando el paisaje desolado que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Sabía que no había tiempo que perder.

La aeronave aterrizó con un suave golpe, y los hombres de Matteo saltaron ágilmente al suelo, sus rostros marcados por la determinación y el deber. Yo los seguí, mi mente trabajando a toda velocidad mientras trazaba un plan para localizar a nuestros amigos perdidos en este vasto y peligroso territorio.

— ¡Vamos, rápido! — ordené, dirigiendo a nuestros hombres en la dirección en la que habíamos recibido la última señal. No podíamos permitirnos perder ni un segundo.

Nos adentramos en el paisaje helado, nuestros pasos resonando en la quietud del desierto. El frío cortante se filtraba a través de nuestras capas de ropa, pero no había tiempo para el confort.

Finalmente, divisamos una estructura a lo lejos, apenas visible entre la neblina de la tormenta de nieve que se avecinaba.

— ¡Allí! — grité, señalando hacia la estructura. Sin dudarlo, nos dirigimos hacia ella, nuestras botas crujientes en la nieve mientras nos acercábamos más y más.

Al llegar al lugar, encontramos evidencia del enfrentamiento que había tenido lugar: huellas en la nieve, rastros de sangre y señales de lucha. El corazón me dio un vuelco al pensar en lo que Matteo y Ramiro podrían haber pasado. Pero no podíamos permitirnos rendirnos ahora.

— ¡Busquen en todas partes! — ordené a los hombres, mi voz resonando con urgencia. Teníamos que encontrar a Matteo y Ramiro, no importaba lo que costara.

Nos dispersamos, peinando la zona en busca de cualquier señal de nuestros amigos perdidos. El viento aullaba a nuestro alrededor, pero no podíamos permitirnos distraernos. Teníamos una misión que cumplir, y no nos detendríamos hasta que encontráramos a Matteo y Ramiro, sanos y salvos.

Continuamos nuestra búsqueda con determinación, explorando cada rincón del paisaje helado en busca de cualquier señal que nos acercara a Matteo y Ramiro.

Después de horas de búsqueda frenética, encontramos una cueva oculta entre las rocas, apenas visible entre la densa nevada que nos rodeaba. Un escalofrío recorrió mi espalda al pensar en lo que podríamos encontrar dentro, pero no vacilé ni un momento.

— ¡Por aquí, rápido! — grité a los hombres, indicando la dirección hacia la cueva. Con paso firme, nos adentramos en la oscuridad, nuestras linternas iluminando el camino mientras avanzábamos con cautela.

Al llegar al interior de la cueva, nos encontramos con un escenario desgarrador: rastros de una lucha reciente, marcas de sangre en la nieve y un aura de peligro palpable en el aire. Sabía que estábamos cerca de encontrar a nuestros amigos, pero también sabía que el peligro acechaba en cada sombra.

— ¡Busquen por todas partes, no dejemos ni un rincón sin explorar! — ordené a los hombres, instándolos a redoblar sus esfuerzos en nuestra misión de rescate.

Con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho, me adentré más en la cueva. Sabía que el tiempo corría en nuestra contra, pero también sabía que no descansaría hasta encontrar a Matteo y Ramiro, y llevarlos de vuelta a la seguridad que tanto merecían.

Al adentrarnos más en la cueva, mis pasos se volvieron más cautelosos, consciente de que cualquier paso en falso podría llevarnos directamente hacia el peligro que acechaba en las sombras. Mis hombres me seguían de cerca, sus respiraciones entrecortadas resonando en la oscuridad.

De repente, una trampa oculta en el suelo se activó bajo mis pies, y con un grito ahogado, caí hacia adelante, rodando por un pasillo estrecho y oscuro. Mi escopeta se deslizó de mis manos, alejándose mientras luchaba por recuperar el equilibrio.

Dangerous: Juego TóxicoWhere stories live. Discover now