INTRODUCCIÓN

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Tengo la sensación de que mi vida en unos días dará un giro radical. Algo en mi interior ha hecho clic. Tengo un presentimiento extraño, como... no sé cómo explicarlo. O quizá no cambie nada, y mis ganas, porque así sea, están empezando a afectarme de manera seria.

Mi vida es rutinaria. Soy una persona controladora, quiero tenerlo todo bajo control, desde pequeñita, pero a veces desearía tener un poco de acción, un poco de adrenalina. Solo a veces. Y presiento que esa acción, esa adrenalina, va a instalarse en mi rutina, en mi vida, en muy poco tiempo.

Soy doctora en la penitenciaria estatal de Fox River, en Illinois. Por mis manos, pasan a menudo decenas de reclusos, entre ellos; asesinos, violadores, ladrones, psicópatas, entre otros. A primera vista parecen inofensivos, parecen gente normal, con familia, con responsabilidades. Parecen. Porque más allá de su apariencia, de sus gestos violentos, son solo personas (aunque algunos no sean considerados como tal) que merecen un castigo, sea por lo que sea, por una mala decisión que decidieron tomar, un error...

Acuden a mí cuando necesitan sanarse, entonces no vienen aquí con la intención de hacerme daño. Yo soy la que hace todo lo posible para que dentro de lo que cabe, en este sitio, estén bien cuidados. En los dos años que llevo aquí trabajando nunca he tenido ningún susto, no me han agredido, ni han intentado robarme. Lo único que han intentado es sobornarme, e intentar ligar conmigo.

El primer mandamiento de la prisión es no enamorarse de ningún preso. Y lo he cumplido a rajatabla, y lo seguiré cumpliendo a rajatabla. No como mi compañera de profesión, Rachel, ella nunca se ha enamorado de ninguno (que yo sepa) pero no me cabe duda que a alguno se ha cepillado en su consulta. Cuando los guardias no estaban mirando. Yo no sería capaz. Disponer de spray de pimienta en los cajones de la consulta por si alguna vez se les va la mano es lo único que me hace sentir protegida aquí.

Los guardias que vigilan la enfermería son unos ineptos, y posiblemente ellos son hasta peores que los propios reclusos. He visto como hacían la vista gorda en algunas detenciones, como se quedaban dinero de los reclusos que entraban nuevos... ellos pueden ser incluso peores que los propios presos.

A alguien de fuera le puede sonar extraño, pero no se está tan mal aquí. No me dejan acercarme a las celdas, quizás si me dejaran mi percepción sería distinta. La vida aquí arriba no es la misma que allí abajo, en el pabellón principal, y en el patio. Se podría decir que, al estar en esta zona de la prisión, soy una privilegiada. Esa es mi vida aquí dentro, pero... ¿Y fuera?

Me llamo Isabella, he vivido hasta los catorce años en España, pero me mude a Illinois cuando acabe el instituto, pues mi padre, consiguió ascender a un puesto mayor en la concejalía municipal, y con el tiempo, logro convertirse en lo que más quería; gobernador. Es el gobernador del estado de Illinois. Apenas tengo relación con él. Tiene que ser difícil liderar un país, estar todo el día en reuniones, entre contactos y papeleo, pero tiene una hija, y aunque he sabido salir adelante sin su ayuda, no le da derecho a apartarme de su vida como lo ha hecho. Soy invisible para él. Odia lo que hago. Odia lo que soy.

Entré en la universidad y me saqué la carrera de enfermera, y más adelante el de doctora. De pequeña no me gustaba ir al médico, lo odiaba, pero desde que mi madre murió en ese trágico accidente de coche, cuando tenía apenas ocho años, me prometí a mí misma que cuando fuera grande dedicaría mi vida a ayudar a los demás. No pude salvarle la vida a ella, pero haría todo lo que estuviera en mi mano para salvar la vida de los demás.

Mi vida social es nula. Apenas hablo con mis amigas de España. Rachel es la persona más cercana que tengo, no es solo mi compañera de trabajo. Muchas veces es ella la que me anima para ir a tomar algo, e incluso para conocer gente. Soy muy cerrada. El paso de los años me ha enseñado a sobrevivir sola. Sí, estoy soltera. Vivo en un apartamento de alquiler a un cuarto de hora en coche de Fox River. No hago más que ir de casa al trabajo y del trabajo a casa.

¿Tengo sueños? Se esfumaron hace tiempo, no creo en ellos, de hecho, soy una chica muy pesimista. Pero ambiciosa, si quiero hago lo consigo. Y si no lo consigo, no me quedo con las ganas de intentarlo. Creo que me encuentro en ese momento de mi vida en el que deseo que las cosas cambien.

No sé muy bien por qué estoy explicando esto, no creo que a nadie le interese saber las aventuras de una doctora encerrada en una prisión de hombres. ¿O sí?


EN ESE MOMENTO, NO MUY LEJOS DE ALLÍ...

Sentado en el banco de la sala de guardia número treinta, Michael Scofield, espera ansioso el veredicto de la juez Anderson. Sus piernas se mueven nerviosas, y su cabeza está perdida en sus pensamientos.

Camina hacia dentro, la sala está en completo silencio. Ocupa sus lugares de inicio, Michael mira hacia delante, tenso, rezando para que la sentencia sea la que él necesita.

–      Dada la inexistencia de conducta criminal previa me inclino a darle liberad provisional, sin embargo, el hecho de haber disparado un arma al cometer el crimen sugiere un poco de malicia, por esa razón me parece necesario que esté en el inte...

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Dada la inexistencia de conducta criminal previa me inclino a darle liberad provisional, sin embargo, el hecho de haber disparado un arma al cometer el crimen sugiere un poco de malicia, por esa razón me parece necesario que esté en el interior de una prisión señor Scofield. Aquí dice que solicitó ser encarcelado en un lugar cerca de su casa, aquí en Chicago, voy a concederle eso —respira hondo, preparada para expulsar el castigo. Enviándolo a la penitenciaria Fox River, en cuanto a la sentencia... le condeno a tres años de prisión señor Scofield, la sentencia comenzará hoy mismo.

Un silencio sepulcral aparece en la sala.

Pero tío Mike...—musita su sobrino, levantándose de los bancos, atónito.

Vete a casa LJ

Su abogada, la señorita Verónica Donovan, sale de la sala con una cara más bien desencajada, para ella la sentencia no ha sido buena, ha sido horrible. ¿Cómo ha sido capaz de cometer semejante salvajada? ¡Si ha sido siempre un buen chico y no ha roto jamás ni un plato! Además, tiene dinero, mucho ¿por qué robar un banco siendo ingeniero estructural?

Michael sale detenido de la sala del juzgado, Verónica se tira las manos a la cabeza y abraza a LJ, este a sus 16 años está aterrado. Primero su padre, y luego su tío. ¿Qué ocurre en esa familia que todos han acabado en prisión?

Para los demás ha sido una sentencia terrible, pero para Michael, ha ido como él esperaba. Su plan acaba de tomar el rumbo que él pretendía.

BAJA INHIBICIÓN LATENTE // PRISON BREAKWhere stories live. Discover now