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Otro día más de mi rutinaria vida. Me levanto, desayuno cuatro galletas y un café bien cargado y salgo de casa. De camino al coche me aseguro de que las llaves de la consulta están con las demás, son muy importantes, si esas llaves se pierden, cualquier preso está a un paso de escapar. La enfermera da de frente con el muro. Las llevo, respiro tranquila, y entro en el coche. Ha acabado en mis manos, es uno de los cientos de coches que tiene mi padre. Siempre he creído que mi padre es un extraño, está más preocupado de su país que de su propia hija.

Pensar en ello me abruma y prefiero olvidarlo. Arranco el coche y en menos de diez minutos aparco en la esquina para empleados. Los reclusos a estas horas están en el patio, y he de pasar delante de ellos.

Salgo del coche y me dirijo hacia el edificio central, y de la enfermera, donde Rachel ya debería estar esperándome y quejándose de su situación familiar, como todos los días.

Is! ¿A que no sabes lo que me ha pasado?

¿Situaciones familiares?

¿Como lo sabes? —caminando hacia la puerta. Estoy muy harta de mi hermana, parece no darse cuenta de que no puedo hacerme cargo de los monstruos de sus hijos a todas horas.

No es la única que se ocupa de monstruos, nosotros trabajamos rodeados de ellos Rachel.

Se encoge de hombros mientras mueve el café intranquila.

- ¿Te puedes creer que el pequeño se subió encima de una estantería y me reventó la tele?

- Son niños Rachel, se mueven, corretean, y lo rompen todo.

- Niños mal criados

- Debe de estar contenta tu hermana —sonrío picajosa.

Suspira. Rachel tira el vaso de plástico a la pequeña basura y se toca la melena rizada.

Hoy empezamos duro nena, han llegado reclusos nuevos, y tenemos que hacerles las pruebas básicas —dándome un golpecito en el hombro, picajosa.

Buenos días, Rachel —le digo irónica rodeando los ojos.

Sonríe de lado y entra en su consulta. Le encanta cuando vienen reclusos nuevos, es su oportunidad para chequearlos y ver si le interesa alguno. A ella se le ha dado siempre muy bien ligar, entra por los ojos: esa melena rizada de color marrón, su tez morena, su esvelto cuerpo... sabe cautivar a los hombres, y a las mujeres, también.

La imito abriendo la puerta, abro el cerrojo con la llave y me la guardo en la bata blanca. Esta todo como lo dejé el viernes. Suerte, pues no sería la primera vez que algún guardia ha aprovechado que el ambiente estaba tranquilo para echarse una siesta nocturna, en la camilla.

Observo mi mesa, hay una carpeta de papel reciclado marrón, la conozco. Sentándome en la silla giratoria la ojeo, veamos que nos han traído hoy: un capo de la mafia, un ladrón de billeteras, un pedófilo... y un atracador de bancos. Todos con su respectiva foto grapada a la ficha policial.

Nada nuevo, ya hay varios capos de la mafia en Fox River, el más antiguo se llama John Abruzzi. Lleva aquí más de tres años, al parecer lo pillaron en una redada policial, y directito al agujero. Le suturé una herida de cuchillo una vez, no he vuelto a verlo.

También hay varios pedófilos, por desgracia, el más conocido en el pabellón es Theodore Bagwell, apodado por los reclusos como T—Bag. Lo detuvieron al descubrir que había secuestrado a ocho adolescentes que chocaron contra una autobús, los violó y mato a todos, y no en ese orden precisamente. Se me ponen los pelos de punta solo de pensarlo. ¿Qué tipo de monstruo puede hacerle eso a unos niños? Hay que estar enfermo. Ha pasado por mi consulta más de una vez, es un tipo que habla de manera tranquila, pero su tranquilidad es su mejor arma. Así es como consigue engatusarte. Es como un animal esperando cazar la presa.

BAJA INHIBICIÓN LATENTE // PRISON BREAKWhere stories live. Discover now