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Lunes. Dios mío que rápido se me ha pasado este fin de semana. No hice gran cosa. Bueno si, el sábado por la noche me quede hasta tarde ordenando los expedientes de los pacientes que me han ido llegando a lo largo de la semana, y poniéndome al dia de si había que pasar parte a dirección de nuevo material médico, como gasas, alcohol y puntos de papel. Me gusta llamarles pacientes, y no presos, o reclusos, al fin y al cabo, siguen siendo personas. Y aprovechando que tenía las fichas de los reclusos, me quedé de nuevo encallada en la de Michael, la leí varias veces, y en ninguna clausula ponía que tenía un hermano.

He estado pensando todo el fin de semana en él, más bien en que estará haciendo ahora que puede salir un par de días de prisión. ¿Qué haría un tipo como él? ¿Leer en su apartamento? ¿Ver una película? ¿Salir a dar un paseo? No sé, quizá si se lo pregunto me lo diga, aunque... no quiero parecer cotilla.

El domingo, una de mis amigas de España, me contacto por Skype y estuvimos hablando un rato. Elena. Que hace poco tuvo el segundo hijo. A sus apenas veinti cinco años. Vale, no es mala edad para ser madre, pero... a mí me parece muy pronto. De hecho, yo no quiero tenerlos ni a los treinta ni a los cuarenta. Elena me contó que le estaba costando mucho darle el pecho, que se le habían quedado los pezones como el timbre de un castillo, que el niño se agarraba y se agarraba y no soltaba. Durante treinta minutos nuestra videollamada se convirtió en un debate sobre niños, caquitas, potitos y pañales. Cuando yo no tengo ni la menor idea de eso. ¿Oh y 'cuando piensas tener tu uno?'. 'Jamás' le conteste. No quiero tener hijos, es posiblemente la única cosa clara que tengo en la vida.

Por la noche, mientras cenaba, vi a mi padre en televisión dando una rueda de prensa. Al ver a mi padre tuve el impulso de llamarlo y de preguntarle que tal estaba, pero preférí no hacerlo. ¿Porque siempre tengo que ir detrás? ¿Porque tengo que pensar primero en él? Él no ha pensado en mi desde hace muchos años. Ni si quiera me félicitó cuando acabe la carrera y empecé a ejercer como doctora.

Estaba hablando nada más y nada menos que del caso de Lincoln Burrows. En dos semanas será enviado a la silla eléctrica. Reside en Fox River, y aunque solo lo haya visto una vez, no me parece un mal hombre. Pero a los ojos de los demás, lo es, pues se dice que mató al hermano de la vicepresidenta; Terrence Steadman. Impone, pues es alto, musculoso, y siempre parece tener cara de enfadado, pero, estando donde esta, aislado de todo el mundo en esa celda, yo también lo estaría. No recibe visitas de nadie, y solo come una vez al dia. Los guardias no lo tratan muy bien. Sale al patio una vez cada dia, pero solo durante diez minutos, está aislado de los demás presos, pues lo consideran 'potencialmente peligroso'.

¡Doctora! prepare la camilla para una operación de urgencia!

¿Qué pasa?

Doy un salto de la silla de mi consulta. Y miro fuera, Bellick, junto con dos guardias más sujetan a Michael de los hombros. No tiene buena pinta, pues suda, y tiembla.

Es Scofield, se ha hecho una quemadura muy fea. El papa (director de la prisión) me ha mandado de urgencia —desatado.

Enseguida

Obedezco al segundo, preparo la camilla (la única que tengo). ¿Una operación? Por favor, rezo para que no se le haya infectado, una quemadura mal curada puede ser algo mortal.

Esta en sus manos —uno de ellos.

Gracias por traerlo tan rápido —agradecida.

Agarro su brazo con la ayuda del otro guardia y lo estiramos. Veo la quemadura y hasta a mí me asusta. ¿Como demonios se ha hecho eso? Esta en el omóplato derecho, y es de grande como mi mano. Lamentablemente está infectada, hay que desinféctarla, pero ya. Los guardias desaparecen, menos Bellick que se queda mirándome.

BAJA INHIBICIÓN LATENTE // PRISON BREAKWo Geschichten leben. Entdecke jetzt