12. y 12.1

9 1 0
                                    

DOS DÍAS MAS TARDE...

Hoy es el entierro de mi padre. Han pasado un par de días desde que acudí en su ayuda, a través del mensaje que me envió, bueno, que no me envió él, y lo encontré ahorcado en el marco de la puerta del salón. No pude despedirme de él como me hubiera gustado. Si hubiera sabido que la última conversación que tuvimos sería la última, no le hubiera dicho lo que le dije, por muchas ganas que tuviera de decírselas.

Empiezo a entender la frase de 'no se valora lo que se tiene hasta que se pierde'. Él no me valoro mucho a mí, o al menos, no me lo demostraba. Pero me hubiera gustado contarle mis miedos, mis preocupaciones, también mis logros, y mis objetivos, pero nunca tuve la ocasión.

Ahora voy a tener que despedirme de él, metido en una caja. No voy a poder contarle mi vida a partir de los quince años, reducido a lo que dure el funeral. No pretendo hacer un discurso en su nombre, ni muchísimo menos un homenaje. Con estar allí me basta, aunque crea que no haya sido suficiente.

No me han llamado de la policía, ni por una cosa ni por la otra, pero seguramente que me los encontrare allí. Si me confirman que ha sido un suicidio, seguiré adelante sola, como siempre he hecho, como he aprendido a hacer, pero si no, si ha sido un asesinato, voy a encargarme personalmente de descubrir quien ha sido, o han sido los responsables. Los buscare, los encontrare, y los mataré.

***

Cientos de personas han acudido al funeral de mi padre. Congresistas, representantes, senadores, gobernadores de otros estados, secretarios... le han dado el último adiós a Frank Tancredi, al son de las campanas. No conocía a nadie, para mi eran todos hombres extraños, vestidos de traje, y sus respectivas mujeres, por lo menos de cara al ojo público. A la prensa. Y a todos los medios. Han intentado entrevistarme varias veces, entre ellas la BBC, y la CNN. Pero me he negado rotundamente.

Quería irme de allí cuanto antes, para mi eran todos extraños, incluida yo misma. Por eso, cuando la secretaria general de mi padre, Beverly (que me ha reconocido a pesar de los años que hacía que no la veía), y el abogado, me han entregado la carta con la herencia que me correspondía, la he metido en el bolso, y me he despedido de ellos. He entrado en mi coche, que lo había aparcado cerca de la plaza principal y he apretado el acelerador, dejando atrás la iglesia y toda la gente.

En el fondo me he sentido como cuando fui al funeral de mi madre, desolada, sin hambre, y sola, jodidamente sola. No tengo madre, no tengo padre. No tengo nada. No tengo trabajo, ni pareja. Solamente tengo a Rachel, y a mis amigas de España, las cuales me han llamado por videollamada a primera hora, juntas, para darme el pésame, y para convencerme que ahora, mi sitio, está allí, con ellas. No me queda nada en Illinois a lo que arraigarme. Nada me retiene aquí. Les he prometido que les daría una respuesta en un par de días. Rachel también se ha pasado por el funeral, sola, pues Ryan tenía turno de mañana hoy. Me ha dado el pésame por teléfono.

Tengo dinero ahorrado para volver a España, al menos para alquilarme un apartamento, y quedarme unos meses.

He llegado ya a casa, son apenas las cuatro de la tarde. Todo me parece más silencioso que de costumbre. Dejo el bolso encima de la mesita de cristal, y me siento en el sofá, quitándome los tacones, que me estaban haciendo polvo los pies. Respiro aliviada.

Durante unos minutos me quedo mirando el techo del comedor. Pensando en nada. Y recuerdo que debo abrir el buzón, hace días que no lo abro. No recibo correspondencia muy a menudo, solo propaganda del gimnasio que esta al final de la calle (gimnasio al que me apunté, y fui una vez solamente). Y del restaurante tailandés, que está a dos calles.

Descalza cojo las llaves del bolso (por si con el viento que hace se me cierra, y me pilla fuera. No sería la primera ni la última vez que me ha pasado. Le di a Rachel unas llaves de repuesto por si volvía a ocurrirme, pero siendo como es, seguro que ya las ha perdido). Abro el buzón, y saco las cartas. Lo que decía, solo propaganda, y... una carta, a nombre de Phineas Mcclintock.

BAJA INHIBICIÓN LATENTE // PRISON BREAKWhere stories live. Discover now