××Oportunidad××

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La luz del día siguiente alumbró la cara de Lexi, habían dejado la ventana de la habitación abierta y esa luz fué la culpable de terminar con su sueño.

Se levantó de la cama y salió frotando sus ojos, las lagañas se pegaban en sus dedos logrando que una mueca de asco aparezca en su rostro.

Bajó las escaleras y notó lo frío de el piso de madera.

—olvidé ponerme los zapatos—musitó

La joven siguió sus pasos y se detuvo al entrar en la cocina, Caleb está frente a la estufa preparando unos huevos fritos y Aedus está sentado en la barra comiendo una rebanada de pan.

—buenos dias—Aedus dice sonriendo

Lexi cubre su boca con ambas manos y sale corriendo, la chica no logra llegar al baño y vomita cerca de la puerta de entrada.

—¡que grosera! —Aedus lanza el pan en la mesa al escuchar las arcadas de la chica—me hizo perder el apetito.

—¿eso te hizo dejar de tragar? —indaga Caleb sacando el huevo frito y poniéndolo en un plato—pensé que Katia iba a lograr eso.

Ambos desvían la mirada al cuerpo sin vida de la joven. Después que Caleb la asesinara, Aedus la sentó en una de las sillas, como no mantenía una postura, la amarró al respaldo con una cuerda. Esta sentada a su lado, la piel ya está pálida y manchada de sangre pues luego de su muerte Aedus había sacado su estrés golpeando el cadáver.

—¿ella? —Aedus ríe—que va, Katia es una bella decoración.

Aedus tomó la libreta que está frente a él y con el bolígrafo que Caleb le pasa, escribe el nombre de Katia.

—¡son unos enfermos! —habla Lexi entrando una vez más.

Caleb se acerca a ella y con la manga de su sudadera le limpia los labios bruscamente.

—no comiste en días y aún así te salió restos de comida.

Lexi lo empujó y hace que Aedus ría a carcajadas.

—cálmate, la dejáramos en alguna parte cuando anochezca—dice Caleb.

—si quieres podemos dejarle unas flores encima del...

—¡cállate! —pide Lexi a Aedus—no quiero oírlo—da media vuelta y deja a los hermanos solos.

—¿es buena idea irnos está noche?—Caleb pregunta cuidadoso pues se dió cuenta que desde que llegó ayer por la noche su hermano está de mal humor.

—si—responde tajante—si no quiere obedecer hay unos calmantes en el garaje, le pedí a Katia que los consiguiera hace unos días, no me importa cuantos le inyectes, sólo hazlo.

Caleb asiente y sale a buscar lo que su hermano pidió.

Aedus pasa la mano por su cabello, frustrado de que sus planes no están saliendo como quiere, quizás muestre un semblante tranquilo pero por dentro está gritando a más no poder.

El sonido de su celular lo saca de sus pensamientos y no tarda en responder la llamada.

—¿dónde estás? —habló rápidamente

AEDUS ©Onde histórias criam vida. Descubra agora