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Caigo en el abismo, más mortal que un cuchillo, besarte, mi alma, es un amor que no siento. Una herida, un fastidio, sin razón ni intención, en el amor donde no hay silencio, solo un eco de un gesto. Soy la mente dañada, el corazón cocido, el que nada desea, que nada quiere. Pero anhelo el anhelo, ¿cómo es posible? ¿Cómo se puede ansiar cuando no se siente? Fanático de una historia que se repite, debo verla desaparecer, atormentarla sin amar, besarla sin saborear besos, compartir la conexión humeda de nuestras lenguas, de mis manos curiosas. Lastimarla, enamorarla con caricias, verdades vacíos. No me gusta mentirle, a la presa no se le miente, se le devora lentamente. Saboreo, lo que no puedo probar ¿Me gusta?

Confieso con mis palabras, he estado engañando, un placer inmenso que me haya creído. Y aún más, que ella tampoco haya dicho amarme, es un juego cruel, un amor prohibido. En este juego de espejos y sombras, soy el depredador, y ella, la presa. No odio, no amo, solo un deseo máximo de verla caer, una y otra vez, en la trampa puesta. Decorar mi mente de sus imágenes, fuente de inspiración para repetir, todo un tormento en esta historia, donde yo, siempre seré el ganador.

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