21- El juego de los sacos

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_ Hola... –le dijo Alba con algo de vergüenza

_ ¿Qué haces aquí?, joder que susto me has dado –dijo pasando dentro, mostrándose asombrada de verla

- ¿Qué voy a hacer?, iba a dormir

_ Ah... pensé que... –se calló

_ Hace frío –trató de evitar que siguiera preguntando porque no había preferido dormir con Carlos.

- Algo... si –se acercó de mala gana, no porque estuviera allí sino porque se sintió aliviada de verla a su lado

_ Nat... ¿estamos seguras?

_ ¿Seguras? –la miró quitándose las zapatillas, se había sentado en el suelo.

_ Ya sabes –no lo pudo evitar

_ Reche estás en la selva, no en tus mundos de yuppi - sonrió.

_ Buenas noches –le dijo enfadada, girándose para no soportar más esa sonrisa irónica.

_ Buenas noches –se metió en su saco.

Una estaba en la parte izquierda, la otra en la parte derecha, en medio un hueco grande donde había una especie de vela que iluminaba la choza, y a su vez servía de separación, como un muro. Natalia subió la cremallera del saco y antes de apagar la llama de la vela, miró a la rubia que buscaba inutilmente con su chaqueta hacerse una almohada lo más cómoda posible, vueltas y mas vueltas, unos golpecitos pero nada, no había manera. La morena sonrió, aquella mujer era... ¡para!, se ordenó a si misma.

_ ¿Puedo apagar la luz? - fue lo que dijo a cambio.

- Sí - solo sequedad en su voz.

No dijeron nada más. De repente un tremendo aullido hizo que Alba se alzara y se sentara con los ojos abiertos como platos, con la respiración entre cortada, aquel sonido escalofriante había sonado demasiado cerca. Se mordió el labio tratando de no demostrar a su compañera que tenía miedo. Natalia por su parte la miraba en la oscuridad, divertida, suspiró y cerró sus ojos cuando vio como volvía a acostarse. Sabía que tendría el pulso acelerado pero aquella noche no iría a su saco por mucho que lo deseara, por mucho que quisiera abrigar su cuerpo, protegerlo, no lo haría, demasiado ardor había en ella, no quería perder la batalla. Alba quería que ella moviera ficha para burlarse, estaba segura, porque ella buscaba lo mismo, que fuera la rubia quien pidiera otro beso pero no como lo había pedido, sino porque lo deseara. Nuevo aullido.

_ ¡Lacunza! –la llamó con un grito

_ Mmmm –contestó porque mientras pensaba en su peculiar relación se había ido durmiendo

_ ¿Has oído eso?

_ ¿El qué? –sonreía

_ Ese aullido... es escalofriante

_ Será un león

_ ¿Un león? –preguntó sintiendo como se quedaba sin saliva en la boca de golpe

_ Sí Alba, un león, ya sabes, el rey de la selva. ¿No has visto el rey León? Simba y todo eso... anda duerme y calla

_ Pero... pero... ¿y si viene? –la miraba en la oscuridad, las luces que había fuera la iluminaban suavemente.

_ Pues le daremos la bienvenida, yo qué sé –le dijo molesta, girándose

_ "Seguro que está quedándose conmigo, tranquila, tranquila" –se repetía internamente, suspirando.

Durante unos minutos el silencio volvió a apoderarse de todo, tan solo el canto de aquellos bichos insistentes. De pronto hasta ellos se callaron, y atónita Alba vio como algo pasaba cerca de la choza, las sombras se reflejaron perfectamente. Se le paró el pulso, sintió un miedo desmesurado y susurrando dijo.

África // AlbaliaWhere stories live. Discover now