19- Palabra de hechicero.

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En el instante que precede a un beso, justo cuando sus labios se iban a rozar, Natalia  se detuvo en seco e hizo un chasquido con la lengua diciéndole con gesto simpático:

- Tengo hambre.

            Tras esto salió de allí sonriendo sin poderlo evitar, y dejando a su compañera herida en su orgullo, pero sobre todo pensativa. Se mordió el labio suspirando profundamente, otra vez volvía a ser la chica odiosa, la irresistible. Mientras habían operado y sacado adelante la vida de aquellas dos personas había aparecido ante ella una persona diferente, no por su actuación como médico sino por sus ojos, aquellos ojos que aunque ahora no hablaban, habían hablado. Aquella Natalia enigmática, que se mostraba cerrada al resto del mundo, que daba una apariencia que estaba segura que nada tenía que ver con la realidad, le estaba empezando a llamar la atención.

- A ver céntrate, te llama la atención... pero no te gusta, distingue términos.

            Dejó la toalla a un lado y salió de allí en dirección al que habían decidido era el mejor lugar para tener a la mujer y su recién nacido. El marido las saludó agradecido  al llegar, Carlos estaba junto a Zulú explicándole lo sucedido. Como siempre ocurría en esos casos, la doctora fue agasajada pero sorprendió a todos diciendo:

- No, esta vez quien ha salvado al pequeño ha sido ella, mi compañera –entonces miró a la enfermera y le sonrió.

            Las mujeres volvieron a llevarse a la valenciana, que por su parte estaba segura de que la morena lo hacía adrede para salvarse de aquellos rituales de agradecimiento, flores, dos comillos de cocodrilo y un nuevo trozo de piel de vaca. Natalia la miraba desde la distancia y disfrutaba al verla sonreír, disfrutaba al verla simplemente. Pero entonces cuando se percataba de lo que estaba pensando todas las señales de alarma se encendían y su gesto calmado se tornaba serio y distante, nuevamente distante. Con sutileza para no ser vista se fue para hablar con Manu.

- Ha sido muy complicado, el niño se había encajado de manera que el cordón le había hecho doble vuelta en el cuello- le explico a su jefe una vez colocada delante de la radio. - La verdad que si no llega a ser por la nueva, no creo que lo hubiera conseguido.

- Bien –asintió su jefe, mientras Noe a su lado sonrió, apoyando sus dos manos sobre los labios, emocionada.

- Por lo demás todo está bien, ahora están haciéndole la fiesta a nuestra querida pija.

- Ya, como siempre escaqueandote de tus magnificas manos.

- Dejale, debías ver como disfruta- una sonrisa sincera se escapó de sus labios.

- ¿Estás bien? –notaron ambos su tono triste y Noe le hizo una mueca al hombre, reconociendo algo más en su timbre de voz-. Oye tengo aquí a la pesada de nuestra cocinera en jefe.

- Noe –la llamo, sin poder ocultar la urgencia en la voz.

- Dime cariño.

- Siento lo de esta mañana –su tono reflejo culpabilidad.

- Lo sé, no te atormentes más.

- Vale entiendo que sobro... Lacunza ni una complicación ¿eh?- se despidió el hombre para dejarles intimidad.

- Tranquilo jefe.

- Y pórtate bien con ella anda, ponte en su lugar... bueno mejor no, déjalo.

- Anda dime que te pasa, que Manu se ha ido –aquella mujer sabía que a veces, cuando se iban por unos días y la echaba de menos, la radio se convertía para ella en un medio mucho más sencillo por el que confesarse, sin duda la debilidad sufrida la noche anterior le iba a hacer hablar-. ¿Qué te atormenta cariño?.

África // AlbaliaWhere stories live. Discover now