4- Insoportable

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- Lo siento, lo siento –se apresuró a decir con falsa sorpresa Natalia, tras la puerta-. No te había visto
- Joder –susurró Alba cerrando la puerta de golpe porque aquella joven la tenía abierta contemplando su desnudez con descaro
- De verdad es que como eres tan bajita no se te ve la cabeza –ella no contestó, la morena sonrió-. ¿Te falta mucho?
- Enjuagarme –su voz sonó a enfado
- Esta bien... te espero –dijo apoyándose en la pared con los brazos cruzados sobre el pecho y la toalla colgada al hombro, mientras veía como sus pies se movían hacia delante y abría el agua
- ¿Qué ha pasado? –llegaba asustada Noemí
- Nada, que la rubia se ha llevado un buen susto
- ¿Y eso? –le clavó sus grandes ojos
- Bueno... es que mira... –le dijo señalando hacia la puerta de la ducha-, no se ve, es más grande la puerta que ella y ahora porque está el grifo abierto, antes no me entere que estaba dentro.
- ¡Ya puedes pasar! –salió Alba envuelta en una toalla, muy molesta con el pelo mojado caído sobre los hombros
- Oye... lo siento ¿eh?

  La enfermera no le contestó, enfundada en la toalla se fue directa a su cabaña, mientras Natalia sonreía observando como se alejaba. Solo dejo de hacerlo cuando Noemí se puso en jarras mirándola.
- ¿Ya sabes si tiene marido?... aunque bueno... eso que más da...
- Natalia... –le decía moviendo la cabeza
- Noe... infórmame ¿eh?
- ¡No sé que voy a hacer contigo!, de verdad, sólo espero que un día te enamores hasta las trancas y te des cuenta que no se puede ser así de frívola –le decía mientras se había metido en la ducha
- ¿Tu me ves a mí capaz de enamorarme?, además, mi frivolidad nada más es caritativa –le dijo asomando su cabeza
- Un día... te darás cuenta que no merece la pena
- Pero mientras llega ese día... cuenta lo bien que me lo paso–dio una carcajada-. Venga ve corre, pregúntale... que sin ropa no está del todo mal
- Ay Nat! –protestó enfadada ante la sonrisa de una morena que dejaba caer el agua por su cuerpo.

            Por su parte Alba se había vestido, nuevamente un conjunto tapioca, y es que había pensado que era lo que mejor le podría ir para aquel lugar, pero claro, no midió del todo lo que allí se iba a encontrar. Dos golpes y la voz de la mujer la sacaron de su ensimismamiento con la ropa.

- Adelante –le abrió-
_ ¿Estás bien? –la miraba preocupada
_ Sí, ¿por qué no debía estarlo? –la miró un tanto descolocada
- Por la bruta de Lacunza
- Estoy acostumbrada a que se metan con mi estatura, además viniendo de ella no me afecta –trató de no darle la mayor importancia aunque realmente estaba molesta más que por sus palabras, por su mirada, nunca se había sentido tan desnuda como en aquel momento
- Menos mal... ten paciencia hija... ten paciencia, y ahora me voy, debo preparar la cena.
- ¿Quieres que te ayude?
- No, mejor descansa
- Gracias –le sonrió ella.

            Al quedarse sola suspiró, aquella doctora tenía algo que no le gustaba pero al mismo tiempo le atraía, la oyó pasar por delante de su puerta mientras silbaba y se quedo inmóvil, entonces esta se abrió sin permiso alguno.

- Hola- La sonrisa socarrona De la Morena brillaba en su cara.
- Vaya tampoco sabes llamar antes de entrar a la puerta, pero que puedo esperar de ti- respondió ella
- Solo he venido a disculparme por el susto –llevaba la toalla liada en el cuerpo y el pelo mojado sobre los hombros, tal y como con anterioridad lo hacía la rubia
-¿Y ya está?
_ ¿Algo más? –la miró enarcando una ceja de manera provocativa
- Creo que me has llamado bajita
- Chica ¿qué quieres?, mentir no he mentido –le contestó con una sonrisa de lado y mirada provocativa
- Ya –"joder menuda sonrisa tiene... sino fuera que es una mujer diría que me está provocando"-. Te importa irte, es que quiero descansar
- No claro, no me importa, ¿quieres ayuda? –la miró con los ojos repletos de una mirada lasciva
- ¿Ayuda, para qué? –la miró sin entenderla muy bien, seguía parada en medio de la cabaña mirándola con dudas
- No sé... puedo cantarte una nana o darte un masaje o... –se acercaba a ella
- Mira... no me gustan que me vacilen
- Que poco sentido del humor tienes –le dijo negando con la cabeza con una sonrisa en sus labios
- Es que lo tuyo no es humor, lo tuyo es... como decirte... ¿estupidez?
- ¡Ay pija... pija...!, no sabes lo que te pierdes –le dijo dándose media vuelta y marchándose
- Joder la puerta no tiene cerradura... –susurró l rubia al tratar de cerrarse, entonces con la mano en la frente exclamó-. Menuda tía.

África // AlbaliaМесто, где живут истории. Откройте их для себя