3- Primeras veces.

2.9K 223 10
                                    

Ambas mujeres salieron precipitadamente del comedor, y al hacerlo vieron como un hombre avanzaba por el poblado llevando en sus brazos desmayada a una mujer embarazada. Delante de ellos, abriendo paso estaba Natalia, con gesto adusto la melena al viento, que no tardo en ser recogida con soltura y decisión en una coleta.

Alba no puedo alcanzarla a ella, pero no dudó en avivar sus pasos para ponerse al lado del hombre observando a la mujer en sus brazos, dándose cuenta entonces de que no era más que una niña.
Noemí llegó para hacer como siempre de intérprete, mientras alcanzaban el hospital de campaña donde depositaron a la paciente.

- Pregúntale cuántos días lleva así- le dijo Natalia mientras la auscultaba con gesto concentrado
- Akelele mwasi kumba salo –Alba la miraba boquiabierta, lo que menos esperaba era que aquella mujer tan blanca como ella, hablara el dialecto de aquel hombre tan negro como la noche, una vez le respondió le dijo a la morena con gesto serio-. Tres días
- Tres días y la traen ahora- su voz sonó fuerte
- Llamo a Manu? - se atrevió a aportar la enfermera.
- ¿Para qué? –la miró con los ojos encendidos de furia y ella elevó los hombros un tanto desconcertada-. Las mujeres embarazadas son mi trabajo y mueve el culo que nos vamos al quirófano, prepáralo todo.  Lo primero que tienes que hacer es ponerte guantes, aquí el Sida lo lleva la mayoría de gente en sus venas
- De acuerdo
- Noe... dile que lo más seguro es que el niño esté muerto, que salgan fuera. Ella también está mal pero... voy a tratar de salvarla.
- ¿Me necesitas?- el jaleo hizo aparecer a Manu en la sala de aquel modesto hospital.
- De momento no, aunque si quieres pasar, no me fío de ella –señaló la morena con su barbilla hacia el quirófano, donde Alba preparaba el instrumental con pasos inseguros.
- Voy para allá, será mejor arroparla de la fiera –cogió a la niña y la llevó a la mesa de operaciones-. Hola Alba.
- Hola –dijo esta, aparentemente nerviosa
- Cómo lo llevas?- se interesó sinceramente.
- ¿Y la anestesia?- Era en lo único en lo que podía pensar.
- No hay, no hay anestesia- aporto Natalia, mientras se colocaba junto a la camilla colocándose los guantes.
- ¿Entonces? –la miró asombrada la rubia.
- Abre ese armario, esa es la única anestesia que nos queda y el último gotero lo tienes allí –señaló hacia el otro lado de aquel lugar que tan horrendo le estaba pareciendo.
- Deja ya lo hago yo, la doctora en la mesa de quirófano es muy dura –le dijo Manu bajando la voz.
La joven enfermera vio atónita como sacaba una botella de ron y se acercaba a la pequeña-. Escaseamos porque nos atacaron el camión que nos traía todo, así que... hacemos lo que podemos.

- El niño está muerto, no lo escucho –murmuró Natalia como si ya no les escuchara y nada más existiera esa chica con el vientre abultado.

- No hará falta mucho ron, está prácticamente inconsciente, a ver pequeña... dale un trago, venga –mientras Alba ponía el gotero, para su suerte acertando a la primera-. Buen estacazo, ¡a la primera!.
- Pásame el bisturí
- Toma –Alba iba a preguntar por las mascarillas y por la bata, pero se dio cuenta que nada de ello existía
- Joder... -susurró Natalia al abrir su vientre-. Vamos pequeña... vamos...

            Durante la hora que duró aquella lucha encarnizada por la vida de la niña con los mínimos recursos posibles, los tres trabajaron sin descanso. Alba fue relajándose y se iba encontrando más segura de lo que hacía, aunque no podía evitar que aquella mujer la pusiera nerviosa tan solo con la mirada, y muchas veces sin mirarla, con su voz.

Manu había estado allí informándole de todo cuanto necesitaba saber sobre los pocos instrumentos que había. Al llegar al final de la operación, Natalia le dijo.
- Termina tú, voy a hablar con ese hijo de puta –susurró entre dientes
- ¿Has cosido antes?- le preguntó Manu cuando se quedaron solos.
- Sí, estuve una semana en el hospital Provincial, la verdad que fue todo tan rápido que no sé casi ni como he llegado
- Ya... nos falta personal
- No me extraña –comentó mientras cosía-. De todos modos creo que lo que vaya aprender aquí, no me lo habrían enseñado en Madrid con todas las comodidades
- Me gusta, si señora... creo que tienes carácter... espero que nos dures ¿eh? –le sonrió
- ¿Por qué se fueron las demás?
- Una porque echaba mucho de menos a su novio, las otras tres por Natalia
- Ah bueno si es por eso las comprendo –dijo sonriendo
- No Alba... no lo comprendes te lo aseguro –la miró fijamente-. No te acostumbres pero... enhorabuena por tu trabajo
- Gracias –sonrió ampliamente

África // AlbaliaWhere stories live. Discover now