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Al abrir, se encontró con que en la cabaña había cuatro velas distribuidas por la estancia de manera demasiado íntima...no le sorprendió, más bien lo esperaba.

Y para colmo Natalia, como si de una reina se tratase se adivinaba en la cama con el dosel echado, leyendo un libro con una especie de túnica y el pelo suelto cayéndole como si fuera una manta suave sobre sus hombros. Al verla la rubia puso gesto escéptico, mientras la chica le sonreía de lado sin despegar sus labios.

- Bienvenida –le dijo con voz dulce
-Anda ¿dónde quieres el masaje? –le dijo más como una orden que como una pregunta.
- Oye... tranquilita ¿eh? –dejó el libro a un lado y se puso de rodillas en la cama abriendo una parte del dosel para que la viera bien-. Tengo la espalda fatal y me tienes que tratar con mimo
- Sabes que esto es chantaje, ¿verdad? –su tono fue severo y su gesto en ningún momento dejo de ser resignado pero crispado
- Aquí lo primero que tienes que aprender, es que hay otra clase de leyes
- Y tú las impones a tu antojo, ¿no?
- Eres lista –sonrió ampliamente y aquella sonrisa alumbró el cuarto como si un foco intenso de luz hubiera sido conectado desde un rincón
- ¿Sabes qué?, creo que mejor me voy... dile a Manu lo que quieras, no me interesa lo más mínimo
- Debería interesarte –dijo con rapidez al ver que se giraba-. No lo conoces, y por lo que has hecho podría abrirte expediente por poner mi vida en riesgo
- No sé porque viniste pero yo no te obligue –le dijo sin girarse, pero ladeando un poco la cabeza para verla de reojo
- Fui porque sabía que eres tan inconsciente que te meterías en el agua, y de no haber ido, ahora estarías a trocitos flotando en el río camino del Congo –le dijo con tranquilidad en la misma postura sin mover un solo músculo
- Mira... mejor acabemos con esto cuanto antes –se giró molesta con un breve ademán de su mano derecha y un gesto de desaprobación bien marcado en su rostro
- Bien –musitó tan suavemente que hasta a ella le alteró la excitación, pensó que de igual manera lo había hecho con Alba, que se había quedado paralizada-. Tengo la espalda destrozadita
           
Se mordió el labio inferior de una manera tan sensual que a la enfermera le dieron ganas de salir corriendo, pero en lugar de aquello, suspiró y negó con la cabeza. Sus ojos se abrieron de par en par y casi cayeron al suelo cuando vio atónita como la morena se quitaba aquella túnica y se quedaba con el torso desnudo. Si bien es cierto que no vio sus pechos, lo hizo tan descarado que se quedo boquiabierta, aquella espalda era espectacular.

- Aquí te he dejado el aceite, va muy bien, si quieres y para que veas que no soy tan mala como te piensas, luego te puedo dar a ti uno –ella guardó silencio, Natalia sonrió sabiéndose vencedora
- No... gracias
- Ponte cómoda, si quieres... puedes subir a la cama, no voy a morderte, las lagartas no muerden –sonrió con ironía
- No me fío... aunque tú inténtalo y verás
- ¿Qué? –preguntó con un susurro desgarrador por tanta sensualidad
- Esta vez te llevaras una buena hostia... no juegues conmigo
- Aún no he jugado. Mmmmm Dios... pero qué manos tienes -susurró extasiada justo cuando empezó a llover-. Y además llueve... ¿qué se puede esperar más?
- Que te calles –le dijo mientras seguía, aunque no pudo evitar sonreír
- Lo que tú quieras... en este momento... haz conmigo lo que quieras...anda sube que luego te va a doler todo
- ¿Qué suba dónde? –le preguntó atónita
- Sobre mí, estarás más cómoda sin duda –pasó su lengua por los labios-. Mmmm, mmm... por favor...
- No puedes bajar el tono... van a pensar otra cosa –le riñó
- ¿Te importa?
- Sí, me importa –le dijo tajante mientras volvía a ponerse más aceite en las manos
- Eso... eso... más... más
- Pero te quieres callar! –le dio un pequeño pellizco
- Au, eso es masoquismo, pero a mí me gusta todo –le dijo con éxtasis en su voz
- Si vuelves a decir algo me largo
- Vale... palabrita del niño Jesús que no digo nada... nada más que... me encanta

            Fue cierto, durante unos segundos guardó silencio. Alba se había puesto nuevamente el aceite en sus manos y friccionaba suavemente su piel, era suave, fina....sin darse cuenta o sin saber muy bien como, se había sentado a horcajadas sobre el trasero de la chantajeadora que se mostraba encantada con la nueva situación. Al subir y bajar sus manos, sin percatarse de aquel movimiento su entrepierna se rozaba delicadamente con el cuerpo de la morena, y no sabía muy bien porque, pero de repente comenzó a notar un calor por todo su cuerpo, más concretamente en aquella parte que se aprisionaba tan deliciosamente contra el otro cuerpo. Carraspeó, suspiró y entonces al hacerlo notó como Natalia subía su trasero facilitando aquel roce.

África // AlbaliaWhere stories live. Discover now