Clément Mathieu

Con un suspiro recogió las últimas partituras que habían quedado esparcidas en su cama, para meterlas en su maleta de piel marrón notablemente desgastada.

No quiso quedarse demasiado rato admirado cada rincón de Fondo del Estanque, pues los recuerdos atacaban su corazón cómo las balas en una guerra con predicción negativa. Prefirió tan sólo salir sin dar rodeos y sin fijarse demasido en los recónditos rincones que componían el internado al que por mucho tiempo pudo llamar hogar. Pero nunca habría podido considerar llamarlo hogar si no fuera por la presencia de los niños que llenaron todo de emociones tanto negativas como positivas. Los pasillos, sillas, mesas y aulas tenía alma. Almas de todos aquellos que han pisado los desgastados suelos. El correteo inquieto fue imperceptible para él. No había ni una solo alma. Había llegado la hora de que se fuera y no había ningún chico despidiéndose de él.

Tampoco es algo que Mathieu no se esperara, al final esos chicos eran ovejas descarriladas sin solución alguna. Pero una pena profunda y punzante invadió lo más profundo de sus entrañas, aunque él intentó autoconvencerse de que era un simple dolor de estómago, pues llevaba dos días comiendo demasiado debido a la ansiedad.

Solo quedaba un metro de distancia que separaba a Mathieu de la salida del edificio, y al fondo, ya se podía comenzar a distinguir la gran puerta que delimitaba los terrenos del internado. Estaba a escasos pasos de volver a abrazar a la libertad, pero este pensamiento por alguna razón le provocó más tristeza que alegría.

Ignorando todos y cada uno de sus pensamientos alcanzó a grandes zancadas la puerta de salida, y no se detuvo para volver a echar un último vistazo.

Siguió caminado hasta que notó que algo liviano chocaba con su espalda, no le dió importancia pues imaginaba que podría tratarse de una hoja caída de un árbol. Pero esto pasó al menos tres veces más, y su sorpresa fue enorme al darse cuenta de que lo que había estado acariciándole la espalda se trataba de aviones de papel con mensajes dentro. Tomó uno de ellos y leyó su interior.

Y ya no pudo reprimir más lo que estaba sintiendo.

Vió a los chicos que lo saludaban desde la ventana y seguían tirando aviones de papel. Al final no se habían olvidado de él.

Mientras Mathieu se dedicaba a recoger todas las figuras de papel escuchó que una melodía salía de las ventanas.

Eran los chicos.

Y se sintió en el cielo. Él podría haber jurado una y mil veces que así era como te recibían en el cielo al morir. Fijó por última vez su vista en la pareja, Lilou y Morhange. Sin duda les deparaba un futuro lleno de éxito y reconocimiento.

Finalmente, el profesor, se dió la vuelta y siguió su camino hacia la verja.

Allí esperaba Pépinot. Y Mathieu ya pudo predecir lo que le iba a pedir.

Y no se lo negó de ninguna manera. Existía la remota casualidad de que ese día era sábado.

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⏰ Última actualización: Aug 29 ⏰

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𝓛𝓪 𝓝𝓾𝓲𝓽  (ᴘɪᴇʀʀᴇ ᴍᴏʀʜᴀɴɢᴇ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora