Capítulo 15: Punto de inflexión

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Kira llevaba media hora en shock y yo estaba tan nerviosa que iba a vomitar. Los chicos de la editorial se habían movilizado pronto, habían conseguido casi todas las copias de aquel maldito periódico y habían convencido de alguna forma al director del mismo para que quitase la foto. Algún paparazzi aburrido había seguido a Kira hasta al jardín y nos había pillado de lleno. Aunque afortunadamente no habían pasado más que unas pocas horas y sólo había podido vender las fotos a un periódico local, posiblemente mañana ya estuviesen en todos lados.

Kira y yo íbamos en silencio en el coche de Carlos de vuelta a casa. Ella no había dicho ni una sola palabra desde que le enseñé las fotos esta mañana. Tenía una idea bastante clara de lo que estaba pasando por su cabeza. Ya no iba a tener vida privada. Esto era un escándalo y, a partir de mañana, tendría a hordas de fotógrafos acosándola por todas partes. Todo lo que yo había intentado evitar desde el principio no había servido de nada. Si Kira fuese de otra manera podría soltarles un "Sí, salgo con una chica ¿Y qué?" a todos esos periodistas entrometidos, pero yo me había enamorado de alguien que me hizo firmar un contrato de confidencialidad sólo para trabajar con ella y donde especificaba claramente que encontraría la forma de meterme en la cárcel si revelaba el más mínimo dato relativo a su persona. Kira no podría aguantar esto y yo lo sabía. Aún así aún tenía el cuerpo lleno de marcas de sus besos, ¿Podríamos encontrar una forma de solucionar esto y que todo volviese a ser como antes?

Llegamos a la editorial tres horas después, Carlos nos metió prisa para entrar y nos llevó a la sala de reuniones. En la puerta, Álex Proust nos esperaba con cara de asombro. Cogió a Kira por el brazo y se la llevó a otra habitación mientras a mí me obligaban a entrar en la sala de juntas. Allí estaban todos los jefes, tan serios que comencé a intimidarme.

-¿Pero en qué estabas pensando?- me gritó el director de la editorial cuando me senté.

Yo le miré ofendida.

-¡Mira me da igual lo que haya entre vosotras pero no voy a dejar que me arruines a mi escritora estrella!

-¡Yo no voy a arruinar a nadie!- le grité enfadada.

El jefe suspiró y se clamó un poco. Después sacó otra copia de las fotos y las puso sobre la mesa.

-No te imaginas el dinero que nos ha costado comprar las originales y convencer a ese fotógrafo idiota de que no las publicase.

-¿Entonces... se ha solucionado todo?- pregunté esperanzada.

-Entonces- dijo el director- He tenido que gastar una cantidad indecente de dinero para solucionar el desastre que tú has montado.

Agaché la cabeza avergonzada. ¿Por qué tenía que sentirme mal por besar a la persona que quería? ¿Por qué tenía que ser todo tan complicado? El director le dijo a los demás que esperasen fuera y nos quedamos solos en la sala.

-¿Cómo te llamabas?- me preguntó.

-Érica...

-Mira Érica, ya veo que Kira y tú tenéis una relación... especial. Y pensarás que la conoces perfectamente pero no es así. Yo conocí a Kira hace ya más de diez años. Era una muchacha violenta, solitaria y antisocial y con los años sólo ha ido empeorando. Kira tiene serios problemas para relacionarse y si acaba siendo el foco de atención de la prensa no lo va a poder soportar ¿Lo entiendes?

Yo asentí dudando.

-Pero también ha mejorado últimamente, conseguimos que hiciese la gira y fue a todas esas firmas de libros y fiestas...

-Y ahora está en las últimas- concluyó el director- Érica eres muy joven y la gente joven es ingenua pero déjame decirte algo, las personas no cambian. Kira puede esforzarse en hacer todo esto por ti pero nunca va a estar a gusto con ello y si la expones más terminará explotando.

Me quedé en silencio meditando las palabras del director. ¿Estaba siendo horriblemente egoísta? Siempre pensé que animarla a relacionarse y darse a conocer era bueno para ella y para su carrera, pero a lo mejor sólo era bueno para mí. A lo mejor sólo era yo la que quería una versión más "normal" de Kira Baker. Ella había vivido toda su vida así y, si bien yo no podía entenderlo, supongo que de alguna forma ella era feliz escondida en su piso viejo y rodeada de gatos sin nombre. Durante todo este tiempo, había estado intentado desesperadamente entrar su mundo extraño, pero quizás lo único que había conseguido era arrastrarla al mío.

-No voy a decirte lo que tienes que hacer- me dijo el director mientras me acompañaba hasta la puerta- Esta vez he conseguido arreglarlo pero no sé si podré hacerlo la próxima. Piensa en todo lo que te he dicho por favor.

Asentí abatida y salí de la sala de juntas. Fuera estaban Kira y Proust esperándome. Ella parecía más animada, tenía una pequeña bola peluda en brazos que, al acercarme, descubrí que era un gato pequeño.

-Es la forma más fácil de animarla- dijo Proust intentando romper el hielo cuando me acerqué.

-¿Tampoco vas a ponerle nombre a éste?- le pregunté a Kira aparentando normalidad.

-Es gato sin nombre número seis.

Me reí y ella me devolvió una sonrisa cortada.

-Será mejor que vayamos a descansar- dijo Proust.

Subimos a su coche e hicimos todo el camino hasta el piso de Kira en silencio. Desde luego que no estábamos bien. Ella no había dicho aún ni una sola palabra del tema, sólo jugada con el gatito cabizbaja. Cuando paramos junto a su portal la miré esperando que me dijese que me quedase pero solo se despidió con un simple hasta mañana, así que Proust me llevó a mi casa.

-No tenía ni idea de que Kira y tú...- me dijo al cabo de un rato.

-No quiero hablar de eso- contesté molesta.

-Érica no quiero condicionarte pero no olvides cómo es ella...Kira no lo va a soportar.

-¡Ya lo sé!

Estaba enfadada. Aunque aún quedaban unos veinte minutos para llegar a mi casa, cogí mi maleta y me bajé del coche dejando a Proust plantado. No quería que me lo recordasen más veces. Ya sabía cómo era Kira, ya sabía lo que podía pasar si seguía con esto. Pero ¿Qué se suponía que tenía hacer entonces? ¿Olvidarme de ella y hacer como si nada hubiese pasado nunca? ¿Cómo demonios iba a hacer eso? Estaba tan furiosa y tan confusa que las lágrimas comenzaron a correrme por el rostro. ¿Es que siempre iba a ser así? ¿No había ninguna forma de estar con ella y ser feliz?

Cuando llegué a casa ya había soltado casi toda mi frustración en forma de lágrimas por el camino y estaba tan cansada que sólo quería dormir. Le conté un par de cosas absurdas sobre el viaje a mis padres para contentarlos y me fui a la cama. Tenía que tomar una decisión y no iba a ser fácil.

El misterio de Valquiria (YURI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora