Capítulo 3: Sentimientos confusos

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Había decidido dejar de trabajar para Kira. Aunque una parte de mi ansiaba volver corriendo a su piso, debía mantenerme firme. Esa mujer estaba loca y no iba a permanecer más tiempo a su lado ni por una carta de recomendación ni por un extraño sentimiento de curiosidad o algo parecido.

Estaba comiendo en la cafetería de la facultad, pensando en cómo decirle al profesor Proust que se  buscase a otra persona. Ayer no había acudido a su piso, no había forma de que fuese después de que el día anterior me hubiese besado. Desde luego, sabía que sólo lo había hecho para estudiar mi reacción y ver si le servía para su libro pero a pesar de todo, a mí me había puesto excepcionalmente nerviosa. Por su puesto que había tenido algunos novios antes pero nunca había sentido ningún tipo de atracción por una mujer.

Sacudí la cabeza con tanta fuerza que me mareé. A mí no podía atraerme Kira. No una loca obsesiva como ella.

Mi comida consistía en un sándwich y un café y por tener la cabeza en las nubes, ambos se me habían enfriado. Tiré los restos de la bandeja a una papelera y me encaminé hacia el despacho de Proust desanimada. ¿Qué podría decirle? Él ya sabía que ella era rara y no creo que me lo echase en cara si abandonaba pero aun así no había aguantado ni dos días, era un poco humillante. Cuando doble el pasillo para llegar a su despacho me quedé paralizada. Iba a dame la vuelta y a salir corriendo pero ella levantó la cabeza en ese mismo momento y me perforó con sus ojos oscuros.

Mi facultad era el último lugar donde pensaba encontrarla y sin embargo allí estaba. ¿Habría ido a ver a Proust? Mi cerebro trabajaba deprisa pensando en alguna excusa con la que poder escabullirme pero no hallaba ninguna. Kira me miraba bastante enfadada, apoyada junto a la puerta del despacho de Proust. Vestía los mismos vaqueros del otro día, zapatillas deportivas, sudadera y un gorra calada hasta las orejas por la que se asomaban rebeldes mechones azules. Nadie habría pensado que ella no era una estudiante más sino una escritora famosa. Las dos estábamos a punto de hablar cuando la puerta del despacho se abrió y Proust nos miró confundido.

-Vaya, no dijiste que la habías perdido?- le preguntó a Kira.

Supongo que aquello que había perdido era yo.

-Ya la encontré- Respondió ella secamente- Ya hablaremos.

-¡Oye! ¡También tenemos que hablar de lo del premio!

Ella le ignoró completamente. Agarró mi brazo y comenzó a andar deprisa tirando de mí. Estaba tan enfadada que me asusté un poco.

-¿Dónde te metiste ayer?- me preguntó mientras me arrastraba hacia la salida- Te estuve esperando toda la tarde.

No sabía qué decirle. No había una forma correcta de decirle a alguien “no quiero trabajar contigo porque estás loca”.

-¿Qué es eso del premio?- dije cambiando de tema.

Ella se paró y me miró con esa expresión tan seria que me intimidaba.

-¡No juegues con mi trabajo! ¡Tengo a los de la editorial encima y no sé cómo mierda escribir esto! Si no te lo vas a tomar en serio no me hagas perder el tiempo.

Parecía frustrada y yo me arrepentí al momento de haber pensado en dejarla. Realmente, ella tenía problemas y de alguna forma yo podía ayudarla. Igual que me habían ayudado sus libros cuando me sentía sola o deprimida. De alguna forma se lo debía.

-Lo siento… no me encontraba bien…-mentí.

-Pues podías haber avisado.

Asentí avergonzada y me disculpé de nuevo. Kira parecía más relajada aunque no volvió a decir nada mientras caminábamos por los jardines de la facultad hasta su coche, que tenía un buen grupo de curiosos alrededor. Aunque su aspecto fuese el de una estudiante, ninguno de los chicos que estudiaban allí podría permitirse un coche tan caro. Subí al elegante deportivo rojo mientras pensaba en algo que decir para romper el hielo. Kira parecía estar bastante cómoda en medio de aquel silencio pero yo tenía la urgente necesidad de decir algo. Cualquier cosa.

El misterio de Valquiria (YURI)Where stories live. Discover now