ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝑋𝑋𝑋

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Kiyomi observó la orquídea blanca y exuberante en sus manos, nerviosa por lo que estaba a punto de hacer. Se encontraba frente a la puerta de la habitación de Bakugou, respirando hondo para calmarse. Había decidido darle ese pequeño regalo después de notar que su habitación estaba completamente desprovista de vida verde y por supuesto, después de aquel dibujo que le había regalado.

Con un leve golpe en la puerta, esperó con el corazón acelerado. Paso la maceta por detrás de ella, quería que fuese una sorpresa. Los segundos parecieron eternos hasta que finalmente escuchó pasos acercándose desde el interior. La puerta se abrió de golpe, revelando a Bakugou con su típica expresión seria y su cabello revuelto.

—No te dejaré entrar de nuevo flor —gruñó él, cruzando los brazos sobre el pecho. Kiyomi notó cómo sus ojos se detuvieron en lo que ella intentaba ocultar.

Kiyomi sonrió dulcemente, ignorando la rudeza en su tono. —¿Puedes cerrar tus ojos? Quiero regalarte algo.

—¿Y si no quiero? No me gustan las sorpresas —sonrió de manera arrogante mientras se mofaba de ella al verla hacer un puchero.

—Por Favor...solo será un momento —pidió mirándolo a los ojos.

Bakugou con un suspiro resignado, cerró los ojos.

—Muy bien, pero que sea rápido —murmuró.

—¿Me darías tu mano?

Bakugou empezó a toser de forma inesperada y brusca.

—¿¡Estás bien!?

—Si, pero no digas cosas así tan a la ligera —gruño, sin embargo aún mantenía su mirada cerrada, después susurro—. Por supuesto que te doy mi mano.

Kiyomi se acercó aún más, colocando suavemente la orquídea en las manos de Bakugou.

—Listo, puedes abrir los ojos

Bakugou abrió los ojos lentamente, mirando la delicada orquídea blanca que sostenía en sus manos. Sus cejas se fruncieron por un momento, no acostumbrado a recibir gestos de afecto tan directos. Sin embargo, la belleza de la flor no pasó desapercibida para él, y algo en su interior se removió.

—¿Por qué...? —comenzó a decir, pero las palabras se quedaron atascadas en su garganta.

Kiyomi sonrió suavemente, observando su reacción con atención. —Porque eres fuerte, Bakugou. Más de lo que piensas. Esta flor representa la admiración que siento por ti. Noté que no tenías ninguna planta en tu habitación y pensé que podrías querer una.

Bakugou no respondió de inmediato. Miró la orquídea en sus manos, sintiendo una mezcla de incomodidad y algo más profundo. No estaba acostumbrado a que alguien viera más allá de su fachada de rudeza y gritos.

Bakugou frunció el ceño, mirando alternativamente la planta y luego a ella. Sus mejillas tomaron un leve tono rojizo, algo poco común en él.

Es... bonita —murmuró finalmente, buscando las palabras adecuadas—. Pero, no sé por qué te molestas en hacer algo así —murmuró, pero su voz carecía de la habitual rudeza.

Kiyomi sonrió suavemente, encontrando su incomodidad adorable en lugar de intimidante.

Me alegra que te guste. Significa mucho para mí.

Bakugou bajó la mirada hacia la orquídea, sintiendo una extraña calidez en su pecho. Por un momento, se dio cuenta de que Kiyomi tenía un poder sobre él que nadie más había tenido antes. No era solo su fuerza física o su determinación lo que la hacía especial, sino la forma en que ella podía ver a través de su armadura y encontrar algo valioso en su interior.

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⏰ Última actualización: Jul 08 ⏰

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𝑵𝒐 𝒎𝒆 𝒎𝒊𝒓𝒆𝒔 𝒄𝒐𝒏 𝒆𝒔𝒐𝒔 𝒐𝒋𝒐𝒔 -𝓑𝓪𝓴𝓾𝓰𝓸𝓾 𝓗𝓪𝓽𝓼𝓾𝓴𝓲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora