Reconociendo

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El resto de la semana había pasado como siempre, una vez que Ryan se hubiese ido, que fue al día siguiente. Logró retirar sus papeles y así acortar su indebida presencia en el instituto. Ian y el hermano de Ángel se conocían bastante bien así que el mismo día de la despedida fuimos todos a almorzar poniendo así punto y final al fin de semana.

Ángel continuó igual que siempre: Pendiente de mi rodilla. Cuando parecía mejorar siempre había un golpe que le daba más excusas para fastidiar acerca del cuidado ridículamente innecesario. Ya era domingo y teniendo en cuenta que en la semana ya había ido al doctor dos veces estaba hastiada de los sermones por parte del personal que me conocía, haciendo constante el recordatorio de que gracias a mi descuidado trato se había alargado mi recuperación más de lo previsto.

-Eres una necia- dijo una tarde cuando no quería seguir usando vendas- Terminaran enyesándote la rodilla como sigas… Aunque no sería mala idea, así te quedarías quieta.

-Es que me molesta- dije fastidiada.

-No es mi problema Ángela, ponte la maldita venda o lo haré yo- dijo mientras se pasaba los dedos por su cabello a punto de explotar pues la discusión se había prologando más de un cuarto de hora.

Después de eso Ángel aprendió a poner las vendas mejor que todas las enfermeras que me habían atendido esa semana gracias a las exageraciones de Ángel.

Internamente me lamenté por su descendencia y más si tendría niñas.

Parecía una morsa y ya finalizando la semana casi que señor arrogancia me tenía inutilizada.

-Ángel despierta- lo removí el jueves por la noche cuando ya nos habíamos despedido para dormir- Tengo antojo de helados, vamos- rogué haciendo un puchero.

-Ummm- se estiró desperezándose- ¿A esta hora?

-Sí, para el hambre no hay hora.

-No fastidies- se quejó y volvió a cubrirse con la colcha.

Lo voltee y me monté encima de él a horcajadas mientras lo movía.

-Prometo portarme bien el resto de la semana si me llevas- dije rendida inquebrantable deseo de quedarse aplastado en la cama, además que, sólo quedaba un día para terminarla.

Abrió un ojo y me miro serio.

-¿Lo prometes?- preguntó desconfiado.

Asentí sonriente y feliz por mi pequeña victoria.

Me abrazó atrayéndome a su pecho y tumbándome en la cama.

-Está bien, sólo dame un minuto- musitó somnoliento.

Después de eso y unos cuantos ruegos vagamos por la ciudad hasta encontrar una heladería a media noche.

Sonaron la puerta de mi armario mientras yo estaba vuelta un ocho haciendo unos ejercicios.

-Pase- grité.

Detrás de las ropas salió Ángel con una sonrisa.

-Hola, ¿Cómo estás?- miró mi rodilla.

-Bien- respondí desinteresada volviendo toda mi atención a las hojas que tenía frente a mí.

-¿Qué haces?- preguntó entrando y tirándose en mi cama sin invitación.

Lo miré enarcando una ceja pero no estaba de humor para echarlo así que lo ignore.

-Tarea.

-¿La de Scott?

Negué con la cabeza.

-La de Murphy.

-Ah… ¿Quieres ayuda?

Aléjate de míWhere stories live. Discover now