Capítulo XXIV. (Amigos y Enemigos)

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Capítulo XXIV. (Amigos y enemigos)

POV Adrián

El trabajo se complicó después de recoger el paquete, porque el cliente no llegó a la hora acordada. Todos estábamos cansados, irritados y en mi caso, estaba muy preocupado. No pude decirle nada más a Santiago porque no era el lugar y tampoco el momento para actuar. Estaba estudiando posibilidades. Sabía que si lo hacía alterarse, los demás se darían cuenta de que estaba ocurriendo algo entre nosotros, y era lo último que quería, tener que dar explicaciones de una situación que me ponía una soga en el cuello. Y aunque en serio pongo en duda que alguno de los chicos crea algo de lo que dice, no sé qué tanto puede perjudicar su lengua en la mente de las personas que todavía no confían en mí.

Después de recibir el pagó por el trabajo, por fin salimos de ese lugar, y conduje mucho más rápido de regreso a la Zona Roja, así que en menos de quince minutos estábamos entrando al territorio, y me estacioné en frente de La Cueva. No esperaba que volviéramos de inmediato, y cuando Bruno indicó que ese era nuestro próximo destino, maldije por mis buenos instintos. En ese momento tenía tantas cosas en la cabeza que me preocupaba no poder hacer un buen trabajo, pero puse mi mejor semblante cuando nos bajamos para entrar al local, que estaba completamente lleno, como siempre, y el ambiente perfecto para alguien con ganas de festejar hasta el amanecer.

Hicimos un breve recorrido, mientras que Bruno estaba reunido con un cliente. Evité la mirada de Santiago en todo momento, a pesar de que sentí que me estaba fulminando con la suya, lo que me pareció muy infantil y, por supuesto, no pude evitar sentirme agobiado. Caminé hasta el bar para pedir una cerveza; porque de verdad sentí que la necesitaba para enfriar mi cabeza, y para poder terminar la noche sin volverme loco.

Tomé el vaso plástico y lo puse en mis labios para beberla, sin dejar de ver los alrededores. No encontré a ningún Red K, lo que me pareció un detalle bastante inusual, ya que ellos frecuentan el lugar al menos casi todas las noches.

Para cuando terminé mi segundo vaso de cerveza, había perdido de vista a todos los demás, pero no me limité a preocuparme por ello. Bruno fue quién me encontró primero, y sin muchas palabras y el mínimo contacto entré nosotros, me dijo que era hora de irnos, así que buscamos a los demás para salir del local y por fin dirigirnos a la casa. Llegamos poco después de las cuatro de la mañana, y al contrario de lo que pensé, los dolores de cabeza no habían terminado para mí todavía.

Al principio tuve la intención de irme después de que se terminará la reunión previa a cada trabajo; pero tuve que quedarme porque no había escapatoria. Los hermanos eran los protagonistas de una discusión que daba lugar en la sala.

— ¡¿Por qué nunca me escuchas?¡ ¡Te estoy intentando decir algo que es muy importante! —chilló Santiago, desesperado por obtener la atención de su hermano mayor, pero Darío no quería escucharlo y lo estaba ignorando.

— Santiago, no me interesa nada de lo que digas...

— ¡Todos están en peligro y podrían morir!

— ¿Qué cosas estás diciendo? ¡Dios! ¡Déjame tranquilo! —exclamó Darío, y puso las manos sobre sus oídos.

— ¡Debes escucharme! —repitió Santiago.

—Solo eres un niño con una gran imaginación, y sé que querías ser parte de esto y todo lo que hacemos, pero esto no es un juego —gruño Darío —. No inventes historias para llamar la atención, ya te dije que no puedes involucrarte más en los trabajos.

En ese momento todos los chicos estaban mirando, no solo los que habíamos ido a trabajar. Los que estaban en la casa también bajaron a ver que estaba pasando después de escuchar el escándalo.

Marioneta de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora