35. Confesión

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Tuve un montón de problemas para subir este capitulo D: se me iba el Internet, y cuando lo subí, apareció cortado ¬¬ 

Aysh.

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—¡Okey, okey, todos a la fogata! Es nuestra ultima noche y tenemos que aprovecharla.

Todos nos sentamos alrededor de la fogata, sobre unos troncos o sobre el piso.

—Como es nuestra ultima noche juntos, deberíamos hacer algo... como una despedida o algo así—dijo un chico pelirrojo.

Varios asintieron.

—Bien—dijo el consejero con una sonrisa—Si alguno tiene algo oprimiendo su pecho o tiene algo guardado que quisiera compartir, dejelo salir ahora.

Algunos asintieron emocionados; otros se echaron hacia atrás, timidos. Un par alzaron los hombros. Una chica de cabello moreno recogido en unas desmechadas trenzas habló primero.

—Tengo miedo de volver a la escuela.

Varios comentaron que también lo estaban. Luego de un rato, en el cual hablaron la gran mayoría, el consejero del campamento giró la cabeza hacia Cameron. Cameron, quién estaba a mi lado, se había vuelto una de las personas más apreciadas para mí en el campamento. Con el tiempo, nos habíamos vuelto grandes e intimos amigos. Cameron estaba jugando con una vara de madera sobre la tierra seca y removida, con la cabeza gacha.

—Cameron, ¿algo que desees compartir?

—No en realidad—dijo él, aun sin mirar a nadie.

—¿Seguro? Quizás podamos ayudarte—insistió un chico. Cameron suspiró y habló.

—Me gusta una chica...—una oleada de "oooh" lo interrumpieron. Cameron alzó la mirada. Sus ojos castaños brillaron aun más con el fuego delante suyo y sus facciones se denotaron aun más. Giró sus ojos hacia mí y me sonrió levemente—Pero no creo que ella sienta lo mismo—bajó la mirada nuevamente y siguió dibujando sobre la tierra. Pude ver la forma de un corazón hecha con la grava cerca de sus pies.

Varios susurraron entre otros y otros guardaron silencio.

—¿Sí? ¿Y quién es?—preguntó un chico del cual no sabía su nombre. Cameron permaneció callado un momento, hasta que levantó la mirada nuevamente y me miró a mí, con una sonrisa algo apenada. Lo miré confundida.

—La estoy mirando justo ahora—dijo claramente. Resopló por la nariz y arrojó la vara de madera al piso—Pero, ni tiene caso. Es...—negó con la cabeza—Estupido. Olvidenlo—se levantó de su lugar y se alejó de la fogata con las manos en los bolsillos. 

Sin esperar a que nadie dijera o hiciera nada, me levanté y seguí sigilosamente a Cameron hasta su cabaña. Ni por un segundo volteó o detuvo su paso. Ya estando cerca de la puerta, me apresuré a llegar cerca de él.

—Cameron, detente. Sabes que estoy detrás tuyo.

—Oye, está bien—murmuró él—Es una estupidez. Probablemente, para mañana ya me habrás olvidado y a partir de alllí, no nos veremos más.

Me acerqué a él.

—¿Y que si te digo que a mi también me gustas?

—Te diría que estás loca.

—Pues, lo estoy—cerré el espacio entre nosotros llevando mis brazos alrededor de su cuello y poniendome de puntillas. Cerré mis ojos y acerqué mi rostro hasta que nuestras narices rozaron. Cameron cerró la distancia, tomandome de la cintura y uniendo nuestros labios de una manera suave y delicada. 

Una sensación punzante y adormilante recorrió mi cuerpo; mi estomago dió un vuelco y mi mente se había hecho papilla al sentir como Cameron sonreía en medio del beso. Finalmente, nos separamos en busca de aire y en medio del corto silencio, un "¡Wuuu!" rompió el aura que habíamos creado. Volteé a ver y todos los de la fogata nos miraba. 

Algunos aplaudían, otros vitoreaban y hasta uno chifló felicitandonos.

—¡Eso es Cameron!—exclamó uno. 

Escondí mi rostro probablemente enrojecido en el pecho de Cameron, quién rió y me abrazó y acarició mi espalda.

—Tranquila, princesa. No hay nada de que avergonzarse.


Cameron Dallas ImaginesWhere stories live. Discover now