CAPITULO 23: Amor

258K 9.2K 5.6K
                                    

(Haley)

—¡Debes de estar bromeando! —le grité totalmente pasmada.

—Se me olvidó, déjame en paz —me respondió mientras intentaba nuevamente cruzar las paredes.

Volqué los ojos, gruñendo. Ya estábamos en la iglesia, esa a la que había venido el mismo fin de semana en que Tyler había muerto. Y para mi sorpresa, él no pudo entrar.

Algo sumamente importante y que al parecer a la mata de cabellos rubios se le había olvidado comentarme. Pues por supuesto que estaba enfadada, ya que Tyler sí podía tocar las paredes, algo de gran importancia y que el cabeza hueca ni había pensado en comentarme. A nadie se le podía olvidar algo así.

Lo miré, y el muy ingenuo seguía golpeándose con la pared, algo que me parecía absurdo, ya que si no había podido cruzarlas antes no iba a poder una segunda vez, ni tercera, ni cuarta, y así sucesivamente.

—¡Basta ya! ¿No ves que ya no puedes traspasarlas? —le volví a gritar, ya cuando vi que hacía muecas de dolor y seguía golpeándose de nuevo—. ¿Estás loco?

—Pues si estar loco es querer sentir una emoción humana, lo estoy —me quedé con la boca abierta, asimilando lo que me había dicho.

¿Emociones humanas? Tyler estaba sintiendo dolor. ¿Podía ser posible? Su cuerpo, que era la nada misma, podía ser como el de un humano en las paredes de la iglesia. ¿Por qué? No lo sabía, pero ahora sí sabía que detrás de esa puerta íbamos a encontrar respuestas. Debía haberlas.

Luego de un momento en que observaba a Tyler una y otra vez golpearse con la pared, para luego lamentarse de dolor y después con una sonrisa embobada acariciarla, le llamé. Debía admitir que me daba cierta gracia y felicidad verlo así, parecía contento. ¿Y quién no? Tyler tenía al menos un lugar en el cual poder sentirse como una persona más, como un hombre común y corriente.

—Voy a entrar. ¿Vienes? —me miró como si realmente fuera una idiota—. Puedo abrirte la puerta para que entres, no necesitas traspasar la pared.

Tyler lo meditó un momento, volviendo la cabeza a la pared que tenía enfrente y luego hacia mí.

—Hagámoslo.

Abrí la puerta y la dejé en mis manos, sosteniéndola, dejando pasar a Tyler, que entró dentro, dudoso. Miré la iglesia asombrada, podría quedarme ahí observando cada detalle sin percatarme del tiempo. Sentía, como siempre, que estaba en el lugar correcto. Sí, sonaba estúpido, pero no sabía cómo decir ni explicar que era lo que sucedía en mí cuando estaba aquí. Me sentía plena. Sentía todos esos momentos en que había estado aquí con mi abuelo, como si estuvieran sucediendo aquí y ahora.

—Es preciosa, ¿no? —dije feliz, pero al no escuchar respuesta por parte de Tyler me di la vuelta.

No había ni rastro de él. Se había ido. Volqué los ojos soltando un suspiro, miré hacia los alrededores para saber dónde se había metido, pero no estaba por ningún lado; se había esfumado. Intenté no enfurecerme, porque... ¿Qué más se podía hacer?

No podía negar que me fastidiaba que habiendo venido aquí a hacer algo tan importante para él se hubiera ido. ¿Era un chiste todo esto para él? Solté una carcajada. Realmente era tan estúpido el chiste o jueguecito que estaba haciendo que no podía evitarlo, por lo que ni gasté de mi tiempo en buscar a un sacerdote, era problema de Tyler.

Si quería respuestas, pues que viniera él. No estaba con que me usara para hacer sus trabajos yo sola. Así que me basté en sentarme en un banco de madera, intentando poner atención en hacer oración, aunque me era sumamente difícil, ya que Tyler no salía de mi cabeza. ¿Dónde se había metido?

Mi Ángel Guardián I : La verdad dueleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora