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✩Capítulo dedicado a FallingToDisaster⡱✩︎⡱

Dipper seguía colocando todo y cada uno de sus objetos personales en su nueva habitación, intentando que ésta se viese más amueblada, pero era imposible. Aquel cuarto era innecesariamente grande y él tenía muy poca cosa. Tendría que comprar algún que otro mueble para rellenar. Un escritorio más grande no estaría mal.

Bajó por las escaleras, aún pensando en el escritorio y se sentó en la mesa de la desordenada cocina, listo para tomarse el desayuno junto a su familia.

Nada parecía particularmente extraño. Podía observar por la ventana las casas de sus vecinos y la tranquila calle que, por lo que había visto, recorría dos o tres manzanas más. Al fin y al cabo, todo había vuelto a la normalidad.

(...)

No había sido difícil localizar a Dipper. Un par de llamadas y reencuentros habían provocado que Bill tuviese conocimiento de la ciudad, calle y número de casa en la que habitaba Piney. Incluso a la universidad que éste asistía, incluyendo su nuevo horario. Definitivamente sus compañías no eran las mejores, pero vaya si le servían.

Iba conduciendo, camino a Emeryville, con Palmer a su lado. El coche era suyo y había insistido en acompañarle. La chica había pensado que, si ella lo acompañaba, tendría un poco más de cuidado cuando iba al volante. A él, sin embargo, le daba igual qué o quien fuese con él a Emeryville. Estaba a punto de volver a Dipper, su Dipper y nada ni nadie podría evitarlo.

El alojamiento, al igual que el transporte, no había sido problema. En menos de setenta y dos horas una pequeña casa a las afueras estaba a su nombre -más bien uno falso- y completamente amueblada. Aquel hombre, si se disponía a hacer algo y más si tenía que ver con aquel chico, no tenía límites.

Bajó un poco la ventanilla y soltó el humo. Fumar nunca había sido una de sus pasiones o adicciones como en su tiempo lo fue el alcohol, por ejemplo, pero estaba nervioso e inquieto. Necesitaba algo para relajarse mientras estaba allí parado, en medio de un atasco y la cajetilla de cigarros en la guantera le había venido como anillo al dedo.

Ahora, sólo faltaba esperar. Algo que no le gustaba hacer a Bill.

Pyronica, por su parte, miraba por la ventanilla lanzándole alguna que otra mirada a su acompañante, quien, a parte de fumar, repiqueteaba el volante con su dedo índice, probablemente como un tic nervioso.

Había echo creer a Bill que su motivo para acompañarle, era su propia seguridad en la carretera y que su coche llegase de una pieza, cosa que también era cierto, pero el motivo principal de estar allí, era la nueva víctima de Bill.

Él había tenido caprichos a lo largo de su vida, llegando hasta lo incestuoso con su hermano. Ella lo sabía bien, pero ninguno de ellos había llegado hasta el nivel que aquel simple niño había llegado. Más de una vez las víctimas de Bill habían huido al encontrarse en continuo acoso por parte del rubio, pero él sólo les dejaba marchar sin más.

Palmer tenía miedo. Miedo de lo que podría estar pasando por la mente del rubio. Miedo por lo que le podría pasar a aquel chico, Dipper Pines. Miedo de verse involucrada y pasar el resto de su vida entre rejas por culpa de su amigo el obsesivo.

En pocas palabras, tenía miedo de Bill y las consecuencias que traerían estar con él.

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