Cuarta y última visita (Resubido)

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[Maratón final 2/3]

Sin perder ni un segundo, ambos salieron a la carretera, después de más de diez minutos caminando entre campos, alejándose de aquella casa a las afueras de Emeryville que les había traído tantos tormentos.

Dipper tuvo que soportar el dolor, pero no le importaba. Gracias a aquella mujer, volvería a ser libre. Se esconderían y llamaría a su familia, le recogerían y todo volvería a ser como antes. Aburrido, pacifico, sin nada extraño, como tenía que ser.

No supo si fue por la influencia de Palmer o porque simplemente el conductor los quiso recoger, pero el autostop funcionó al instante. La chica le indicó una dirección a la que no llegaron, pero les dejaron cerca.

-Perdón por no haberte sacado a tiempo -habló su acompañante, empezando a caminar deprisa. Dipper la seguía, sin rechistar.

-No te preocupes. No se puede tratar con ese loco -murmuró, como si de la nada fuese a aparecer Bill y le fuese a escuchar.

Palmer le sonrió y, juntos, entraron a un motel de mala muerte del cual no se había ni molestado en mirar el nombre. Mientras subían al piso de arriba y abría la puerta, la chica le explicó que lo mejor ahora era esconderse y esperar unos pocos días. Cipher tenía contactos con los cuales encontrarles haciendo sólo un simple movimiento en falso.

Dipper asintió ante la explicación y, a pesar de que no podía salir de aquella habitación, no podía evitar volver a sentirse libre, aunque aquel sentimiento no duraría demasiado.

Bill había llegado y el caos se desató al encontrarse la casa vacía. No estaba Palmer. Su "amiga" ya le daba exactamente igual, pero lo que de verdad le enfureció, fue que Pine Tree tampoco estaba.

Se lo habían llevado. Le habían apartado de su lado, de nuevo.

Marcó un número mientras respiraba, agitado. La llamada no tardó en ser respondida.

-Soy Cipher -habló sin dejar al otro siquiera decir algo-. Tengo tu primer trabajo, Tom.

(...)

Ya habían pasado dos días, y ambos seguían allí, en el motel. Pyrónica salía de vez en cuando para comprar comida y bebida. Según ella, esperaban a alguien. Alguien quien les sacaría de allí sin riesgos.

Dipper no rechistó en ningún momento, pero no pudo evitar pensar que cada segundo que pasaban allí sin moverse, estaban más cerca de ser encontrados por aquel loco rubio.

Sobresaltándoles a ambos, dos suaves toques fueron dados en la puerta. Corriendo, Palmer la abrió, con una sonrisa que se borró al instante. Cipher estaba allí plantado, con los brazos cruzados por la espalda y con una gran sonrisa.

La puerta intentó ser cerrada, pero el pie del hombre se interpuso, aunque la chica no se rindió y, mientras hacía fuerza, le indicó al paralizado castaño que se escondiera. Haciendo caso, miró a su alrededor y, agarrando el teléfono fijo, corrió hasta dentro del armario. Con dedos temblorosos, empezó a marcar el número de emergencias.

-Oh, vamos, Py -un gran golpe contra la pared indicó que la puerta había sido abierta de par en par-. No es correcto recibir a tus invitados de esa forma -se carcajeó Bill.

-No eres mi invitado, Cipher -escupió con desdén la nombrada, retrocediendo. Los toques en el teléfono empezaron a resonar en la oreja de Dipper-. Suelta eso y lárgate.

-Lo siento, pero eso es algo que no estoy dispuesto a hacer -dijo con una pequeña risa. Un quejido y un golpe sordo en el suelo se escucharon hasta en el escondite del chico, donde acababan de responder a su llamada.

-Número de emergencias, ¿dígame? -se escuchó alto y claro en la otra línea del teléfono.

Mientras, el rubio veía como Palmer agonizaba en el suelo, con un charco de sangre bajo ella. Él mismo tenía el arma homicida entre sus dedos. Miró a su alrededor, buscando a su Dipper en el cuarto, sin verle.

Empezó buscando por el baño y debajo de la cama, encontrando sólo productos de baño baratos y pelusas respectivamente pero, al levantarse, pudo ver el fino cable del fijo hacer un pequeño camino hasta el armario. Automáticamente, sonrió.

-Por favor, ayuda -sollozó Pines, tratando de no ser muy ruidoso. La mala suerte para él, era que el rubio estaba justo enfrente del mueble, escuchándolo todo-. Hay un loco aquí, ha entrado a la fuerza y...

-Cálmate, cielo -le interrumpió la mujer al teléfono-. ¿Dónde es exactamente "aquí"?

Pero el castaño ya no respondió, ni respondería tampoco ya que había sido arrastrado hacia fuera, encontrándose con Bill mirándole fijamente con sus ojos ambarinos.

-Con que un loco, ¿no? -alzó la mano libre. Dipper, por instinto, cerró los ojos pero el golpe nunca llegó. Sólo una caricia en su mejilla-. Oh, Piney. Ya sé que me odias, pero no deberías ser tan brusco con tus palabras.

-Entonces, si ya sabes que no comparto tus sentimientos... ¿me dejarás ir? -preguntó con una pequeña chispa de esperanza. Aunque se consumió rápido al escuchar la risa burlona del contrario.

-Ni soñarlo, pequeño -puso el cuchillo en su cuello, haciendo un pequeño corte por el cual el menor soltó un gemido de dolor-. Sólo te mantendré conmigo hasta el fin.

El cuchillo empezó a encajar se en el cuello de Dipper, cada vez más y más profundo. Cortando su cuello lento y tortuosamente, escuchando su dolor y deleitándose con él como un niño disfrutaba de su dulce favorito. Gorgoteos se oían mientras el rubio besaba a Dipper, lamiendo la sangre que salía por su boca, riendo.

Ya nada podría separarles.

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