Millionaire: un Amor Imposible #2 [EDITANDO]

IX

Capítulo 9: Noticias inesperadas.

Oliver

El alcohol circula por mis venas, convirtiendo lo que era una mala noche en una tolerable hasta cierto punto. Hace ya un par de horas que salí de la galería de arte y he estado deambulando por las calles de New York sin un lugar al que acudir. Bella desapareció y mis ansias de querer hablarla, de tenerla, de besarla... solo hicieoron que acabara en el bar más remoto de la ciudad pegado a una botella de whisky irlandés. Porque ir a Heaven, mi discoteca, fue la primera idea que descarté.

Bajo del taxi cuando se detiene en mi propiedad, porque llamar hogar a esto es un insulto a lo que aspiro a tener en algún momento con Will y sin Elda, todo hay que decirlo. Me voy chocando con todo lo que aparece en mi camino, golpeando los muebles y arrasando con los cuadros con el hombro. No es culpa mía que se muevan. Contengo la risa cuando veo la fotografía de nuestra boda en mitad del salón y...

La luz del pasillo se prende por el estruendo y me veo obligado a cubrirme los ojos por lo molesta que es. La poca falta de visión y equilibrio hace que tropiece con mis propios pies. E increíblemente sin llegar a caerme al suelo. Me despojo de la corbata y la dejo colgando del cuello cuando, al final del pasillo, vislumbro a una mujer.

—¿Se puede saber dónde has estado? —Elda posa su mano en mi pecho y doy un traspié sin llegar a caerme al suelo. —¿Has bebido?

—No, solo me sentó mal un medicamento.

Trato de alejarme de ella, pero no me lo permite. También influye en que ahora mismo no sepa ni cuál es mi mano izquierda.

—¿Te crees que soy idiota?

Prefiero no contestar a esa pregunta. Sé que la respuesta no le gustará.

—Cuando nos casamos me prometiste que...

—No te prometí nada —murmuro apoyándome en la pared para no caerme —, firmé unas clausulas y... ¡Adivina! En ninguna pone que debo fingir que te quiero o que me tiene que interesar nada que tenga que ver contigo. Tuvimos un hijo, sí, pero ahí es donde acaba nuestra relación.

Elda aprieta los labios y niega con la cabeza. Diría que tiene un tic en un músculo del cuello, pero siendo sincero, sino veo el color de sus ojos como para fijarme en un movimiento anómalo. Además, mi mayor problema ahora es el de mantenerme en pie.

—Sabes que eso... eso no es así.

—¿No lo es? —Enarco una ceja. —¿En qué cabeza cabe que un matrimonio obligado haría que me enamorase de ti? ¿De verdad pensabas que eso iba a suceder?

La rubia endereza los hombros, aunque por los momentos de estos veo que solo está aguantándose las ganas de llorar. Tendría compasión y sentiría lástima por ella si no supiera cuales fueran las tretas para lograr que me casara con ella.