Prólogo

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Se escuchaban sonidos de pasos por toda la habitación. El mayor de los hermanos Matsuno se encontraba dando vueltas alrededor de la mesita que solían usar para degustar bocadillos o los alimentos que su madre les proporcionaba. Se detuvo un momento y se rascó la cabeza. Estaba confundido. No era ningún idiota y se podía comprobar pues minutos antes había sido perseguido por sus dos hermanos menores, el segundo, Karamatsu y el cuarto, Ichimatsu. '¡No es lo que crees. Escúchanos, maldición!', decía Karamatsu. Minutos después, Ichimatsu confesaría que en realidad era él quien estaba con la ropa de Karamatsu tratando de fingir ser él por la vergüenza de vestirse con sus ropas. 'Ya lo sabía...' fueron las palabras que el mayor les dedicó. Y salió corriendo antes de que pudieran explicar lo "otro" que había podido ver. Le perseguía la imagen de ambos tirados en el piso en una posición comprometedora.

– Qué basura... -Exclamó en voz alta aunque nadie podía escucharlo. Había salido toda la tarde para evitarlos y sólo regresó a casa cuando se aseguró de que no había nadie. Suspiró y se sentó en el piso recostando la barbilla en la mesa. Trataba de convencerse de que no le importaba mucho si sus hermanos tenían esa clase de relación, pues ya había dicho mil veces que no le importaba si sus hermanos eran raros, igual así los querría y aceptaría como un buen hermano mayor. Entonces no se explicaba qué es lo que le molestaba tanto–.Ah... la confesión... –Sintió una tensión en la espalda. Para estas situaciones era lento y había olvidado por completo el asunto de Ichimatsu diciendo que le amaba mientras fingía ser Karamatsu. En ese momento su corazón latió como loco, en parte por el miedo y otra parte que no entendía muy bien. O tal vez sí. Y es que por un momento sintió como si el mismo Karamatsu le hubiese dicho esas palabras.

Apretó los puños y golpeó su cabeza contra la mesa con tanta fuerza que sintió que se rasgó la piel de su frente y segundos después el líquido rojizo fluía deslizándose por su nariz y mejillas. No pudo evitar entonces que las lágrimas se deslizaran desde sus ojos hacia su barbilla mezclándose con la sangre. Ahora podía echarle la culpa al dolor físico si alguien entraba y le descubría así, llorando sobre la mesa. Continuó llorando hasta que se desahogó por completo. Para su suerte nadie entró por aquella puerta y no tuvo que dar explicaciones a nadie.

- Soy un idiota... –Murmuró.

Y entonces recordó aquél pensamiento que todos los días trataba de olvidar: "Estoy enamorado de mi hermano menor..."

Como si nuevamente se abriera un grifo de agua, notó que las lágrimas se deslizaban nuevamente por sus ojos. 'Sí, estoy enamorado de Karamatsu'. Recordó que había sentido terror cuando Ichimatsu le había dicho aquello mientras vestía las ropas del segundo hermano, porque sintió que aquellos sentimientos que llevaba ocultos desde hacía varios años habían sido expuestos. Ya había pasado mucho tiempo desde que algo en su pecho había aflorado por aquel chico que todos despreciaban. Pero, lo que más le sorprendía era que día con día había tratado de tirar aquellos sentimientos por la ventana, pero para su sorpresa, estos sólo crecían más y más.

Sintió un dolor en las sienes. ¿Cuándo es que había empezado a sentir algo por él?

Recostó la cabeza en la mesita y sintió como si se adormeciera. Y entonces, pudo ver en sueños cuándo comenzó todo aquél embrollo. Soñaba con esos momentos cuando estaba en la primaria.

No, no tenían aquella clase de relación durante esa época. De hecho, su compañero de maldades y travesuras cuando eran pequeños, era Choromatsu. Para él, era su todo cuando estaban en esa edad. Escenas borrosas de su niñez pasaban por su mente. Eran prácticamente uña y mugre, unos verdaderos diablillos que se complementaban a la hora de la verdad. Todos en la familia sabían que a donde iba Osomatsu, también Choromatsu debía estar presente. Y para Osomatsu, estaba claro que desde que era pequeño, algo en él ya estaba mal.

Los tontos se enamoranWhere stories live. Discover now