Los tontos pueden estar insatisfechos

1.7K 107 43
                                    

Capítulo 8

"Los tontos pueden estar insatisfechos".

Los únicos sonidos que podía escuchar el mayor de los sextillizos Matsuno eran el de una olla hirviendo y los golpes de un cuchillo contra un objeto de madera. Su madre se encontraba cocinando el almuerzo y el único que se encontraba en casa en aquellos momentos era él. Había regresado del hipódromo después de perder el dinero de su mesada. Apenas ese día lo había recibido y no le duró en las manos ni un par de horas.

Por ser día de mesada era que la casa estaba vacía. Cada uno de sus hermanos habían salido a realizar sus actividades cotidianas y a diferencia de él, éstos solían administrar mejor su dinero. Aunque nunca podían elegir un escondite que Osomatsu no pudiera encontrar cuando se quedaba sin dinero. Desgraciadamente, para su fortuna, en aquellos momentos no había nada que el mayor pudiera saquear.

Aún faltaban un par de horas para que la comida estuviese lista por lo que la mente del mayor comenzó a divagar. Aquella mañana todos salieron de casa y aunque había planeado salir de paseo con Karamatsu, éste fue arrastrado por Todomatsu quien necesitaba un esclavo que cargara sus compras en el centro comercial. Osomatsu sólo suspiró con pesadez y dejó que ambos se marcharan. Lo más insatisfactorio fue que antes de poder colarse en alguna de las actividades de sus otros hermanos, los tres restantes ya habían desaparecido dejándole sólo y sin más remedio que irse al pachinko o a apostar a los caballos.

Volvió a suspirar por sexta vez en el día pues se maldecía de tener tan mala suerte. Él jamás ganaba a diferencia de sus otros hermanos que alguna vez tuvieron un golpe de suerte y habían ganado premios bastante gordos. El mayor perdía de inmediato y era forzado a regresar a casa. Ese día había sido condenado a aburrirse pues no quería que volviesen a molestarse con él si iba a fastidiarlos donde solían pasar el tiempo.

Sólo uno de ellos ya no se molestaba con él si le interrumpía en sus actividades. El rostro de Karamatsu llegó a su mente, ya que en realidad los últimos días incluso le había hecho un espacio al mayor en su "apretada" agenda, mientras el mayor no hiciera bromas como tirarlo a un río. Eso hacía muy feliz a Osomatsu, quien nunca pensó que su hermano más amado podría incluirlo de esa manera en su vida. Si se ponía a pensarlo era lógico pues se suponía ahora eran una pareja o algo así. Una muy rara pero al fin y al cabo una pareja hecha y derecha.

Para Osomatsu casi nada había cambiado... o eso quería tratar de creer.

Su vida, ahora, era un sube y baja de emociones donde pasaba de la felicidad hasta el terror y después a la vergüenza. Habían prometido tener una relación discreta y nunca tratar de hacer nada romántico en casa, pero ninguno había cumplido aquella promesa al 100%. Todo era culpa del segundo hermano desde su punto de vista.

Había varias cosas que Osomatsu había notado que lo dejaban con una sensación de pánico.

Lo primero que le vino a la mente fue cuando salieron a comer los seis al puesto de Oden de Chibita. Como siempre, habían huído de ahí sin pagar en un estado de ebriedad bastante serio. A excepción de Jyushimatsu que el alcohol le pasaba como agua.

No recordaba mucho de aquella ocasión pero había algo que no podía borrar de su mente y ésta era la sensación de la mano de Karamatsu alrededor de su cintura mientras corrían lejos de un enojado Chibita. Los nervios que sintió en aquél momento aún los podía experimentar sólo con recordarlo. Tal vez estaba siendo paranoico pero no podía evitarlo. Ese no era el único asunto que le dejaba con los nervios de punta.

Existían otras situaciones en las que Osomatsu no podía evitar temblar de miedo al pensar en que los menores se dieran cuenta de aquella relación tan aberrante en la que estaban sus hermanos mayores. Se preguntó si de verdad Karamatsu tenía la cabeza vacía ya que no paraba de ser atento con él en cada momento que podía. Desde ofrecerse a darle masajes, hasta llevar sus cosas cuando iban a los baños públicos, rellenar su plato de arroz a la hora de la comida e incluso coquetear con él dentro de casa.

Los tontos se enamoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora