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Sangre.

Lo único que veía el pequeño Han en el suelo era sangre, su sangre.

Su cuerpo temblaba con fuerza, los cortes profundos le hacían sentir un dolor que nunca en su vida había experimentado, sus piernas estaban por ceder y caer sobre aquel charco rojizo oscuro.

— ¿Aún tienes fuerzas, mocoso? —Preguntó una voz lejana, tan lejana que lo sintió como un débil susurro.

Pestañeaba repetidamente a causa del adormecimiento que le estaba causando la pérdida de sangre. Sentía su cabeza dar vueltas y vueltas, pero aun sintiéndose horriblemente mal, las palabras de su querido abuelo seguían presentes en su mente.

Te harán algunas pruebas y tienes que soportarlas con toda tu voluntad, ¿Está bien? Tu mamá me dijo que si lo hacías, vendría por ti y te llevaría a la playa otra vez.

La mente de Han era un revoltijo de recuerdos que ya no creía ciertos, tal y como lo era el de su madre siendo desmembrada por zombies. Para Han, aquello sólo fue un mal sueño.

Si el abuelo lo dice, es porque es verdad, pensaba el de cabellos rubios.

Ah, pobre y desolado niño.

Un violento pinchazo en su brazo le hizo gritar y caer de rodillas al suelo, sintiendo como una sustancia caliente viajaba desde el interior de su brazo hasta el resto de su cuerpo.

— ¿Sabes que es lo que te inyectamos? Una alteración genética hecha por los terroristas. Serás el primero en probarla y sentir sus efectos, porque si dan el resultado que queremos, a tus amiguitos también se la inyectaremos.

Pese a lo disperso y distante que estaba la realidad en su mente, se desesperó al escuchar lo de sus amigos. Lo que sea que le hayan inyectado le estaba provocando un dolor insoportable que sólo podía expresar a gritos que desgarraban su garganta y él no quería que sus amigos pasasen por el mismo calvario.

Abuelo, por favor, sálvame de esta gente mala...

Pasaron las horas y el pequeño rubio sentía la agonía pura por primera vez, acompañando su débil estado con un llanto incontenible al escuchar los gritos de sus amigos en la habitación de al lado.

Lo siento por causarles daño... todo es mi culpa.

Culpándose cuando era la víctima y esperando a personas que nunca llegaron, así fue como el pequeño siguió en aquella sala de pruebas a merced de aquellos tipos.












—Y yo le dije: "¡Tienes más tetas que yo!"

Todo el cuarto de chicas estalló en carcajadas, algunas retorciéndose en el suelo y otras corriendo a los baños para orinar. Estaban todas reunidas alrededor de la cama de Jang, alegres y risueñas ante la rubia con aires de chico.

—Dios, eres un caso, Miu.

La de cabello corto se unió a las carcajadas de sus compañeras, gozando de cómo le abrazaban y rozaban sus pechos contra sus brazos. Intentó atesorar el tacto y la imagen de aquellas chicas tan hermosas a su parecer, personas tan buenas que merecían algo mejor que toda esta mierda.

Experimento 0111 » hunhan.Where stories live. Discover now