Después de haber llamado a nuestros padres y de haber estado castigadas dos horas, salimos del despacho del director.
Nos dirigimos al patio, buscamos a los demás, y nos sentamos al lado de Skylar.
— Adivino, os han castigado. — inquirió James.
— Sí, y han llamado a nuestros padres. — respondí.
— Eres un caso perdido. — negó con la cabeza y rió.
Saqué el bocadillo de mi mochila, le dí un mordisco y traté de escuchar la conversación.
— Hace como dos días que Madison no viene. — informó Skylar.
— Normal, tendrá mucho trabajo que hacer con Aaron. ¿No, Annie? — rió Diana.
Asentí, y el resto de mis amigos rieron conmigo.
Me levanté y me dirigí a los pasillos, con intención de ir al baño, y me encontré con la peor persona con la que me podría haber encontrado.
Traté de pasar desapercibida, pero él aprovechó que estaba justo al lado de las taquillas y apoyó ambas manos en ellas a cada lado de mi cabeza, de modo que estaba entre las taquillas y él.
— Vaya, nos encontramos de nuevo, Brianna. — susurró, sonriendo arrogantemente.
— Suéltame, imbécil. — escupí, tratando de mantener el contacto visual.
No puedo parecer débil, no ahora.
— Justo como esperaba, no has cambiado nada. — rió, acercándose a mí.
— ¿Qué haces aquí de todas formas? Ya no vas a este instituto.
Éste sonrió de nuevo y se acercó más a mí, de modo que sentía nuestras respiraciones chocar.
— Estoy aquí porque todavía no he terminado contigo, y pienso recuperarte sea como sea.
Respiré profundamente tratando de mantener la calma. Cada palabra hacía que me sintiera más débil.
— Sé que fui un idiota al intentar obligarte a hacer algo que no querías hacer. Pero sólo te pido una oportunidad.
— No voy a caer esta vez, Aaron. No sólo me hiciste daño, — murmuré con un hilo de voz. — sino que pusiste toda mi vida del revés.
— Voy a recuperarte, y no voy a aceptar un maldito no por respuesta.
— ¡Suéltame! — grité, y volví a empujarle, pero me agarró de las muñecas y las sujetó sobre mi cabeza.
— Podemos volver a empezar de nuevo. Y lo haremos a mi manera. Incluso quitaré al idiota de Christian del camino si hace falta.
— Él no es un idiota. — solté, sintiendo sus labios en mi cuello.
Seguí tratando de empujarle, intenté darle una patada en la entrepierna pero bloqueó el ataque con la mano contraria.
— Sé que aún me quieres, Annie. Mírate, eres débil en cuanto se trata de mí. No voy a dejarte ir esta vez.
— ¿Quién te quiere? — reí sarcásticamente. — ¿Por qué iba a querer a alguien que...?
Dejé la frase colgando y cerré los ojos, sintiendo cómo mis lágrimas empezaban a amenazar con salir.
No quiero estar aquí. No, necesito salir de aquí.
Justo cuando sentí que estaba a punto de caerme, oí unos pasos acercarse a donde estábamos nosotros, las pisadas resonando por todo el pasillo.
ВИ ЧИТАЄТЕ
No soy tu princesa.©
Підліткова література"― Yo de ti no jugaría a fútbol. ― dijo, acercándose más a mí, de modo que tuve que levantar un poco la cabeza ya que era unos siete centímetros más alto que yo. ― Se te podría romper una uña. Fruncí el ceño y me mantuve firme, mirándole a los ojos...