03.

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Al salir del aeropuerto, la característica brisa marina de las islas y la humedad del ambiente chocaron de golpe contra mi piel. No podía decir que me gustaba todo aquello, pues estaría mintiendo con gran descaro, pero sí que lo había echado algo de menos durante los dos meses que había estado de vacaciones en la Península.

Saqué mi móvil del bolsillo delantero de mis vaqueros y rápidamente le di un vistazo para comprobar los mensajes y llamadas. Lo único importante que encontré fue un mensaje enviado por mi made hacía una hora.

  "_____, tu padre te irá a recoger. Ve a los aparcamientos, él te espera allí".

Junté todas mis pertenencias y me dirigí hacia donde decía el mensaje. Tardé un rato en conseguir localizar a mi padre, hasta que lo distinguí, a pesar de la oscuridad, por estar apoyado contra el capó de su gran Toyota blanco.

—¡Papá! —le grité a unos cuantos metros de distancia. Pero al estar de espaldas a mí no me oía— ¡papá! —repetí más alto. Entonces sí que pareció darse cuenta de mis llamadas.

Se dio la vuelta y observó atento como me acercaba con paso apresurado hacia el coche. Pude apreciar cierto nerviosismo por su parte, ya que estaba hablando por teléfono y sus labios comezaron a moverse de forma acelerada en cuento posó su vista en mí.

Al llegar a su lado, cortó la llamada con rapidez y me miró extraño, con cautela.

—Hola hija —se acercó y me dio un beso en la mejilla.

Me quedé de pie frente a él bastante confusa. Era costumbre que mi padre hablara con regularidad por teléfono, su trabajo lo requería, pero lo extraño era la forma en que había reaccionado al tenerme cerca, y también la acción de haber cortado la llamada en cuanto me había visto. Solía hacer más bien lo contrario, continuar con su conversación a pesar de que mi madre o yo estuviéramos con él.

Me subí al coche después de aquel pequeño lapsus e intenté olvidar lo sucedido. Tan sólo serían paranoias mías.

—¿Qué tal va el trabajo, papá? —pregunté para amenizar el viaje en coche.

—Bien, bastante bien —contestó más sereno—. Han decidido ponerme un compañero debido a la cantidad de trabajo que está surgiendo, pero me pagarán igual, así que todo son buenas noticias.

—Eso está bien entonces —mi padre asintió sin mirarme, atento a la carretera—. ¿Y lo conoces ya? A tu compañero, digo.

—Oh, sí, fui a su casa justamente esta mañana y charlamos un poco. Todavía tenemos que aclarar un par de cosas sobre nuestros horarios, así que nos invitó mañana por la noche a su casa a cenar. Ya de paso conoceremos a su familia... —dijo—, según me ha dicho, se acaban de mudar.

—¿Yo también tengo que ir? —pregunté frunciendo el ceño.

—Sí. Tú, mamá y yo, los tres.

—¿Mamá lo sabe?

—Sí claro, ella está encantada con la idea. Así que ya sabes, no hagas planes para mañana —me informó mientras entraba el coche en el garaje—. Ah, y la casa está a las afueras, en el campo, por lo que no es necesario que te arregles mucho.

—De acuerdo —acepté saliendo del coche.

Subimos en el ascensor hasta el décimo piso en completo silencio. Las luces en mi casa estaban todas apagadas y no se escuchaba ni un solo ruido, lo cual era lógico al ser la una de la mañana.

Mi padre subió la maleta a mi habitación y la dejo allí, me dio las buenas noches y se fue cerrando mi puerta con prisa. Él quería que descansara lo suficiente, puesto que llevaba todo el día viajando.

Te NecesitoWhere stories live. Discover now