08.

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Desperté a las ocho en punto de la mañana debido a los constantes pitidos del despertador. Lo había programado a esa hora para que así me diera tiempo a prepararme y a llevar a Katy a casa de mis padres antes de la entrevista de trabajo.

Después de haberme aseado y de haberme vestido formal para la ocasión, me tomé con rapidez un café con leche y fui directo a la habitación de mi hermana.

-Enana, despierta -balbuceé cerca de su oído mientras la sacudía ligeramente-. Te tengo que llevar con mamá, allí podrás seguir durmiendo si quieres.

-Vale -dijo somñolienta.

La saqué de la cama, le coloqué su vestido fuccia favorito, y sin perder más tiempo salimos a la calle. Arranqué el coche y puse rumbo a casa de mis padres. Una vez que la dejé, conduje hasta la dirección que mamá me había dado el día anterior.

Paré el coche frente a un enorme edificio de piedra gris claro con numerosas ventanas de madera oscura, un portón grande en un lateral y otra puerta algo más pequeña en el centro, también de madera. Decidí entrar por aquella, ya que por su tamaño parecía ser la entrada principal. Y no me equivocaba. Al pasar al interior me encontré con una especie de recepción, en donde una chica tras un escritorio apuntaba apresurada algo en una libreta.

-Perdone -la llamé. Ella levantó la vista hacia mí-, tenía una entrevista a las nueve de la mañana con Pilar, la directora.

-Sí, espere un momento.

La chica cogió el teléfono que tenía al lado y marcó un número. De momento comenzó a hablar a través de él: -Pilar, ya está aquí el chico de... vale, en seguida lo hago pasar.

Ella colgó y volvió a dirigir su mirada hacia donde me encontraba.

-Pase por esa puerta de ahí, le están esperando -me informó.

-Muchas gracias.

Giré sobre mí mismo y seguí las indicaciones que me había dado, entrando por la puerta que tenía justo delante. Pasé al interior de un despacho bastante espacioso, amueblado escasamente con un sofá, una estantería al fondo de la sala y un escritorio más grande que el de la recepción. Las paredes pintadas de un color beige amarronado hacian más acogedora la estancia.

Una señora de unos cuarenta y tantos años, a simple vista bastante cuidada, me esperaba de pie al lado de la mesa. Al instante de verme, se encaminó hacia mí con una sonrisa en el rostro.

-Encantada -me saludó tendiéndome su mano derecha-. Soy Pilar, la directora del centro.

-Mucho gusto, Liam Payne -me presenté.

-Por favor, siéntese - me ofreció, señalando una de las sillas que habían frente al escritorio.

-No me trate de usted, no soy tan mayor -sonreí.

Ella tomó asiento frente a mí, en su silla, y reorganizó varias cosas sobre el escritorio.

-Sí, por lo que veo eso es cierto -habló observando mi currículum-. Así que tienes veintidós años... que joven -emitió sin poder ocultar lo impresionada que estaba. Alzó sus grandes ojos grises sonriendo-. Creo que podemos tutearnos mutuamente. No sé a qué edad la gente considera que alguien es lo suficientemente mayor como para tratarlo de usted, pero a mí no me gusta que lo hagan conmigo.

Ambos reímos, dejando que la poca tensión que debía de haber se esfumara. Aquella mujer me inspiraba confianza, nada que ver con otras entrevistas que había tenido a lo largo de mi vida, donde todo eran formalidades y caras de pocos amigos.

-Bueno, hagamos ya lo que se supone que debemos hacer, entrevistarte. Cuéntame, ¿eres español?

-No, nací en Wolverhampton, Inglaterra.

Te NecesitoWhere stories live. Discover now